Federico es un atleta argentino, que pese a su corta carrera en el mundo del ultrafondo, ya posee en su palmarés el honor de haber estado en el mítico Spartathlon. Este atleta de la provincia de Santiago del Estero, junto a otros ocho compatriotas, consiguió en el pasado 2019 un récord inédito para los argentinos en esta gran carrera.
Aquí su historia
.
Por: Federico Vittar.
Aún recuerdo, hace ya 6 años, al poco
tiempo de completar mi primer maratón, escuchar sobre las carreras de 100km y
luego descubrir el mítico Spartathlon. Para los que vivimos en el norte argentino
y creo que para la mayoría que les tocó ir, hablar de esta carrera es hablar de
Martín Córdoba (es de los amigos que más conoce sobre el Spartathlon). Es bueno
conocer personas, como Martin, que aman y viven esta carrera como nadie.
En mi primer carrera de 100km, en el
Ultramaratón Formosa 2018, conseguí la marca mínima para poder inscribirme. Al
mes siguiente, en Bolivar, volví a correr 100km y de nuevo pude realizar una
marca similar, pero esta vez, planteando la carrera de otra manera. Ese año
estaba en mi mejor forma física, ya que por problemas personales no pude
entrenar como quería, pero las ganas de competir y disfrutar siempre estaban.
Meses antes de la apertura de inscripción
para el sorteo no pensaba hacerla, ya que me parecía apresurado por mi falta de
experiencia en 24hs, pero recuerdo que Martin un día me dijo: “vos te
inscribes, si sales bien y si no tienes doble chance el año siguiente”. Unos
días antes de la apertura me llamó para recordarme que debíamos hacerlo en la
semana y ahí dije ME INSCRIBO Y ESPERO.
Recuerdo el día posterior al sorteo, donde
informaron el listado (me lo pasó un amigo Pablo Del Pino) yo no quería ni
mirarlo, fijarme nada. Sin embargo, cuando vi mi nombre me invadió una gran
emoción e incertidumbre, miles de preguntas juntas me vinieron a la mente. Me
tomé una semana para pensarlo y asumir el compromiso, había que cambiar muchas
cosas de cara al objetivo y una de esas era buscar un entrenador que me
acompañe en el proceso. El primero que me vino a la mente en ese momento y con
quien me comuniqué fue Fabian Campanini, de quien aprendí mucho y en cada
sesión me hizo crecer y ganar confianza en mí mismo.
Llegué a Atenas el martes anterior a la
carrera por la noche y lo primero que hice fue sentarnos a tomar unos mates junto
con Manuel Méndez. Mucho calor y humedad nos esperaba para los días de nuestra estadía,
yo estaba tranquilo y con mi mente enfocada en llegar, le tuve mucho respeto en
cada entreno y solo restaba disfrutar de una carrera de distancia, que para mí
en particular son más lindas que las competencias por horas.
Hablamos mucho con Fernando Petracci, que
me tocó de compañero de habitación. No era la primera vez que compartíamos
carrera y siempre fue muy generoso conmigo, durante todo el proceso siempre
estuvo para ayudarme. Llego el jueves, envié mis cosas a los distintos check
point (CP), charla técnica y el viernes temprano desayunar y subir al autobús
que nos llevaba a la largada. Tranquilo y viviendo minuto a minuto muchas
emociones, sabía que solo tenía que disfrutar de esta experiencia, estaba muy
bien físicamente; solo debía ser prolijo, tener templanza y hacer lo que había
planificado.
Largamos con una humedad tremenda, el calor
durante el recorrido se hizo sentir (38°C más de 80% de humedad), había que
cuidarse y llegar lo más entero posible hasta Corinto (CP22). Seguir con lo
planificado para la primera mitad de la carrera. Fui impecable en los
parciales, pasando los 42.2k en 4h13´, los 81k en 8h15´, para así llegar al km
124 (poco más de la mitad de carrera) en 13h48’; todo eso lo tenía en mi cabeza
grabado. Recuerdo en el antiguo Corinto parar y disfrutar de una cerveza en el
CP.
Las horas pasaban y la carrera se iba
haciendo más entretenida, la noche caía junto a la temperatura y cambiaban las
estrategias para seguir adelante, había que abrigarse, comer para recibir la
noche en la montaña. Recuerdo cambiarme en el CP35 y comer unos fideos para
comenzar a pensar en lo que sería la montaña que comenzaba unos kilómetros más
adelante. Eran las 21hs y venía con un buen margen de tiempo ganado. Pasaron
poco más de una hora de ese momento que recuerdo haber tenido una crisis entre
la comida que no digería y el cansancio de las horas, esto me costó unos kilómetros
de caminata y reencontrarme conmigo mismo para salir adelante, la capacidad
para regenerarse en un ultramaratonista es la principal arma.
La media noche llegaba y me encontraba muy
bien física y anímicamente, estábamos comenzando a subir previo al monte Partenio,
recuerdo correr y reírme a cada momento, alentaba a los que caminaban en las
subidas, hasta trataba de charlar y de entendernos (mi ingles era pésimo). A
las 17h30 de carrera estaba en el km 159.5, miraba hacia arriba y se veían las
luces rojas que señalizaban el sendero por el cual cruzar el Partenio, a esa
altura de la carrera quedamos pocos y ya estamos dispersos (al menos en el
rango de carrera que me toco ir). Así que lo pasabas solo y debías tomártelo
con calma, la subida es lenta y trabada hasta llegar a la cima para encontrarte
con el CP. Ahí comienzas el descenso (párrafo aparte merece este), piedras sueltas
y bajadas empinadas hacían que sufra, ya que tenía poca experiencia en este
tipo de terrenos.
Salías de la montaña, un poco de descensos
por la ruta y comienza a amanecer, 25hs de carrera y llegando al km 195 (CP60)
donde por error mandé zapatillas y medias, junto a otra ropa. Cambiarme las
medias fue el peor error que cometí, ya que tenía ampollas y estas se hicieron
sentir con el cambio. Pero solo me restaban 50 kilómetros y sabía que, aunque
sea de rodillas, iba a llegar a la meta. El tiempo que ya había ganado (tenía
casi 11hs para hacer esos 50 kilómetros restantes) me permitió que nunca se me
cruce otra cosa por la cabeza que no sea terminar y disfrutar todo el recorrido
que restaba. Sabía que se venían subidas interminables y yo apenas caminaba, ya
que las ampollas estaban localizadas en la planta del pie y al correr me hacían
sufrir horrores. Caminar y pensar como seguir era lo único que podía hacer, fue
ahí cuando descubrí que podía correr y caer apoyando solo el talón
(supervivencia y ganas de seguir se podría decir jaja).
Fueron interminables los últimos kilómetros,
recuerdo las subidas, bajadas cortas y de nuevo subidas; trotando y caminando
como podía, el calor se hacía sentir de nuevo y ya no podía comer casi nada. Tenía
el estómago cerrado, pero igualmente siempre intentaba no descuidar la
hidratación.
La meta estaba cada vez más cerca y yo no
paraba de pensar en todos los meses de preparación, en cada entreno, en cada
cosa que había resignado por ese objetivo que estaba tan cerca. Recuerdo que
las lágrimas me cayeron en el CP70, donde yo había mandado la remera con la
bandera de Argentina. Pero las lágrimas no te permiten correr, había q
sacudirse y seguir. El momento más lindo fue desde la entrada a Esparta, en el
CP 74 (había mandado la foto de mi hija para que llegue conmigo).
En mi mente estaban sus palabras que me
había dicho la última vez que hablamos: “fuerza papá, yo correré contigo”, son
cosas que nos tocan lo más profundo del ser, mirar para adelante y ya los niños
con sus padres en la vereda esperando en bici o corriendo para acompañarte unos
metros. No paraban de alentarte, recuerdo llegar al boulevard y disfrutar de
esos 700 metros de calor humano, escuchar tu nombre y ver a Fabián Campanini,
Fernando Petracci y Manuel Méndez metros antes de visualizar la estatua del Rey
Leónidas. Esos 700 metros finales son algo que guardaré eternamente en mi mente.
Fueron 32h28´ donde disfruté cada segundo,
nada hizo que distraiga mi atención del objetivo y así pude terminar la carrera
pedestre más importante de mi vida. “Nada vuelve a ser lo mismo después de esta
experiencia” (me decían los conocedores) y les puedo asegurar que así fue.
Muchos sueñan y tienen miedo a esta
carrera, yo siempre le guardaré un respeto tremendo como a todas, pero la
actitud con la cual la enfrenté me hizo atesorar momentos hermosos y únicos que
hasta me rio al recordarlos, no me arrepiento de nada, gané experiencia 100%.
Gracias a todos los que me acompañaron y apoyaron, debía escribir la crónica para muchos amigos que me lo pedían y hoy siento que cumplí, ojala me toque estar nuevamente en esa largada y volver a disfrutar de esos hermosos 246km del mítico Spartathlon.
.
.
Si te ha gustado este artículo y quieres apoyarnos para seguir creando contenido, pincha en el siguiente link y ayúdanos a mantener esta web funcionando.
Gonzalo Frías es un atleta argentino, que posee una conexión especial con la dura carrera de ultrafondo brasileña BR135+. Algunos datos de este atleta: Fue el primer argentino en completarla y es el argentino que más veces ha sido finisher. También es el atleta latinoamericano (no brasileño) que más veces ha completado la carrera de forma consecutiva.
La historia de Gonzalo en esta durísima ultra de 217km merece ser contada, por eso hoy les presentamos el cuarto y último capítulo, de estas crónicas, con todo lo que ha vivido este atleta argentino en todas las ediciones, de la BR135+, en las que ha participado.
Por: Gonzalo Frias.
CAPITULO CUATRO – AÑO 2011.
EL FINAL DE UNA GRAN AVENTURA
Es
el mes de enero del año 2011 y mi cuarta participación en esta prueba tan
importante en el calendario de carreras extremas en Sudamérica y el mundo. La
he naturalizado tanto que a veces pierdo conciencia de lo que ha significado
tomar parte y finalizar cada uno de estos retos renovados año a año. Ya todo me
resulta familiar: Las terribles e interminables cuestas a lo largo de un
inacabable recorrido de más de 200 kilómetros; la hospitalidad de los
organizadores, los colaboradores
voluntarios, los médicos asistentes y los corredores locales con varias de los
cuales ya he trabado una hermosa amistad y confraternidad atlética.
Cuando arribo al lugar de la carrera, la
pregunta de todos los que me conocen resulta inevitable:
-Gonzalo, ésta es tu última Brasil 135 millas?
Y la respuesta surge un poco forzada, un poco dubitativa, un poco lastimosa: –
Sí, creo que sí…
Para este año tendré el gran honor de contar
como mi pacer con una joven promesa del atletismo de fondo y trail de Brasil.
Su nombre es Itamar Goes. Su aspecto puede definirlo como una mezcla de
maratonista de gran fortaleza física con el de una persona intelectual, siempre
con sus lentes y con una voz tranquila, pausada, reflexiva. Para esa fecha
nunca me imaginé que tendría el placer de compartir buena parte del duro
recorrido de la travesía con quien se terminaría convirtiendo en uno de los
principales animadores de la prueba en años posteriores y en uno de los más
destacados corredores de resistencia y trail running de Brasil. Pero además de
las excepcionales condiciones atléticas de Itamar, él es la persona indicada
para convertirse en ladero de un reto tan excepcional: Tiene una vocación permanente para dar
consejos en plena carrera, siempre a modo de sugerencia para no parecer
imperativo y para que yo como corredor no sienta que se trata de una sugerencia
que, según el modo de transmitirlo, en circunstancias límite como las de la
carrera, puede ser interpretada como una imposición más que como un simple
asesoramiento.
Como si fuera poco, Tuim Andre Souza Alvim
continúa formando parte de mi equipo como motorista y como masajista por lo que
son muy buenas las perspectivas de poder alcanzar mi tercer finisher
consecutivo en la carrera e incluso poder lograr la mejor marca personal de
todas las ediciones corridas.
Otro de los datos importantes de esta carrera
es que Susana Segurel, la primera ultramaratonista mujer de Argentina en
participar de este evento, tras no poder completar la totalidad de su recorrido
el año pasado, vuelve a la carga con serias intenciones de convertirse en la
primera argentina en ingresar al olimpo de los finishers de la Brazil 135
miles. Para ello, Susana cuenta para esta edición con su propio equipo y como
pacer con una atleta local de muy buen nivel, quien en la edición pasada había
compartido conmigo parte del equipo de asistencia.
En la línea de largada estará por primera vez
el ultramaratonista alemán nacionalizado costarricense, Kurt Lindermueller, con
muy buenos antecedentes, que puede marcar un hito en la historia de la prueba
si logra convertirse en el primer ganador de una carrera que desde su primera
edición ha tenido el dominio apabullante de los atletas locales.
No será nada fácil el cometido para el
corredor alemán-costarricense porque para acceder al primer lugar del podio
antes deberá vencer a los locales Adilson Ligeirinho, Aureo Adriano y Ariovaldo
Branco, los dos primeros, ganadores de distintas ediciones de esta competencia.
Además, entre los atletas extranjeros, se
encuentran nuevamente en la línea de salida, el español radicado en México,
Joan Vila, que este año va por la revancha para poder acabar los complicados
217 kilómetros (que finalmente consiguió) y los estadounidenses Jarom Thurston;
Anthony Portera y el debutante Chris Roman. En la edición pasada, los tuve a
tiro a los dos primeros junto a su compatriota Kenneth Posner y se me escaparon
por poco. Este año me he propuesto superarlos.
Debido a los reiterados problemas de
ampollas, en esta edición elaboro una
estrategia diferente consistente en encintarme todos los dedos y buena parte de
la superficie de ambos pies. Con ello busco adelantarme a la aparición de esta
pesadilla del año pasado o, por lo menos, retrasar y atenuar lo más posible los
efectos y la magnitud de las mismas.
Como estrategia de carrera, he elegido salir a
un ritmo más rápido respecto del que empleaba para iniciar las ediciones
anteriores. Me ayudará para ello un doble conocimiento del circuito: El
conocimiento personal por ser mi cuarta participación en un trayecto que ha
variado poco con el correr de los años y el conocimiento de mi pacer, Itamar
Goes, por ser un atleta local acostumbrado a entrenar en este circuito. Ello
también genera mayor tranquilidad para mí lo que representa poder enfocarme
mejor en mi ritmo de carrera al no estar tan pendiente de la orientación en el
recorrido.
Recuerdo haber atravesado por momentos de
mucho calor, recuerdo los increíbles consejos de mi ladero Itamar, diciéndome
por ejemplo “Gonzalo, pisa los charcos”. -Por qué? Lo inquirí brevemente. -Porque
vas a sentir un leve alivio de frescor en tus pies. Itamar tenía mucha razón:
Cada vez que pisaba un charco era como aplicarme algo fresco en mi cuerpo
sintiendo automáticamente una sensación de alivio importante.
Cuando llegó la noche, como lo hice en
carreras anteriores, automáticamente disminuí la marcha y comencé a caminar. En
ese momento, emergió nuevamente el consejo de este sabio joven atleta:
“Gonzalo, tienes que correr además de caminar. Si lo haces, estarás con muchas
chances de mejorar tus tiempos”. Recuerdo nítidamente cómo me molesté en ese
momento con este joven atrevido que me llenaba de tantos consejos. Luego,
cuando fui cambiando la caminata por trote y corrida, pensé: “Una vez más
Itamar tiene razón”.
Superado el meridiano de la carrera, en una de las tantas subidas interminables, diviso tres figuras delante nuestro caminando y trotando con bastante dificultad. “Era el trío de corredores norteamericanos”. Decidí entonces con Itamar aumentar el ritmo de la marcha hasta alcanzarlos y sobrepasarlos a los tres en plena pendiente.
Es un gran placer para nosotros, en espiritulibre.com.es, contar con la primer crónica de un atleta mexicano en esta carrera. Estamos hablando de Alex Santiago Lopez, quien tiene una corta pero vertiginosa carrera en el mundo del ultrafondo de pista&carretera. Ha participado en el último mundial de 100km, con su país México y por supuesto, en el mítico Spartathlon griego.La historia de Alex merecía ser contada y nos alegra que nos haya elegido para compartirla.
Aquí su historia.
Por: Alex Santiago Lopez.
La aventura como tal empezó hace aproximadamente cinco años,
leyendo un artículo en donde hablaban de la carrera o una de las carreras más
difíciles del mundo llamada Spartathlon. Una ruta, casi en su totalidad, de
asfalto con una pequeña parte de montaña, pero el 98% en su totalidad era asfalto.
Un reto muy pero muy demandante, la carrera comienza desde la base de la
Acrópolis en Atenas y culmina a los pies de la estatura del gran rey Leónidas
en Esparta, 246km de locura pero sobre todo de gran aventura y mucha
adrenalina.
En México la cultura por el ultramaratón o ultradistancia se
confunde, mucha gente cree que simplemente el hecho de superar un maratón o una
carrera de 50km ya nos hace ultramaratonista y para mí, al menos, es una
cuestión que va más allá de la cantidad de kilómetros. La ultradistancia o
ultramaratón de ruta es, a mi entender, una lucha de mente/cuerpo y la sincronización
total de estos dos componentes para poder lidiar con las adversidades. El
poderte conectar y mantener un ritmo por muchas horas, incluso días. Ese es el
verdadero reto y es en mi opinión la esencia del ultramaratón.
Hablar de ultramaratón, en mi país México, siempre lo
asociamos de inmediato con la montaña. En muchas ultras en montaña, los ritmos pueden
ser variados y más pausados. Dos maneras muy diferentes de ver a el ultramaratón,
las dos maneras he experimentado y puedo decir que el ultramaratón de ruta es
una auténtica lucha.
En mi locura por descubrir más de esta fascinante carrera decidí
buscar más información. La inquietud por saber más y más había despertado, había
nacido el deseo por querer buscar una posibilidad de soñar con ser uno de los
pocos mexicanos en lograr esa gran hazaña. Comencé a leer artículos de los
mexicanos, el pionero Luis Guerrero, Frankie Val (Francisco Valenzuela de
Sonora), Iván Gean Dagnino Márquez de Sinaloa y Rubén Barrera. Cuatro mexicanos
en la historia de aquella mítica carrera, sumando a un gran representante en la
actualidad de México, Marco Antonio Zaragoza, actual poseedor de la mejor marca
mexicana y ya con tres finishers en su haber.
Con el deseo de querer formar parte de esos grandes
personajes, pero sobre todo de vivir ese gran sueño. Con el gran reto de culminar
a los pies del gran Leónidas el Spartathlon, decido buscar la manera de como
lograr la marca para poder entrar a el sorteo y así obtener el derecho a estar
ahí . Busco información de cómo poder hacerlo (tiempo para calificar 100km en
menos de diez horas) y me encuentro con el selectivo nacional Silvia Andonie en
Monterrey, Nuevo León, México.
Esa era la única carrera en México avalada por la IAU que me
podía dar el tiempo que requería para poder entrar a el sorteo y así poder
tener una posibilidad de obtener una plaza para el Spartathlon. Ahí fue donde
conocí a Marco por primera vez, hace ya tres años. Fue en esa misma carrera en
donde por tres ocasiones distintas, intente lograr esa marca, quedándome corto
sin poder lograr mi objetivo. En esa última ocasión, en el 2017, me frustre
tanto que ya había decidido retirarme de las carreras. El trabajo de todo un
año se había ido a la borda. El haber conseguido el segundo puesto en el
nacional y quedado a unos minutos de mi objetivo no era suficiente. Pero dicen (me
convenzo cada día más de que es así) que cuando algo es para ti aunque te
quites y cuando no, aunque te pongas. Para mi sorpresa, me hacen la invitación
para formar parte de la selección mexicana de ultradistancia para participar en
el mundial de 100k en Svety Martín Na Muri en Croacia. Tenía que esperar un año
más para mi cita con Leónidas, ya que primero tenía que ir a buscar mi
oportunidad para poder conseguir mi boleto y fuese digno de ello. Tenía que ir
a Croacia a conseguirlo y comenzó la aventura nuevamente, platicándolo con mi
familia y mi fiel apoyo Arturo (de mi partición #ForEverTrail) emprendemos un
plan de acción para poder asistir a el mundial y conseguir a como diera lugar
la tan ansiada marca. Nos ponemos manos a la obra con una serie de rifas para
recaudar los recursos y con la venta de mis botanas. Logramos armar el viaje a
tierras croatas, el objetivo era claro, yo quería ir a el Spartathlon y eso se
había convertido en el sueño de mi vida. No había día que no durmiera y pensara
en poder estar ahí, llegando a los pies del mismo Leónidas .
El 14 de agosto del 2018 jamás lo olvidaré, ese fue el día que
perdí a la que por seis años había sido mi compañera de vida. Un golpe tremendo
para mí a unas semanas de irme a Croacia ya con casi todo listo. Me había
quedado sin nada, literalmente, porque también en días posteriores a su pérdida
se habían metido a robar a la casa y la habían dejado completamente vacía (hasta
se llevaron las cortinas). La tarjeta
bancaria, que ocupe para recaudar todos mis fondos para mi viaje, la habían
vaciado y no tenía ni un solo peso para ir a el evento en Croacia. Ya no tenía
ganas de nada, pero como siempre mis amigos y mi gran apoyo Arturo me dieron el
valor y apoyo que necesite. Y sin ganas de nada, ya no tenía ningún sentido
para mí, me subí a el avión a cumplir con el compromiso. Me sentía tan
comprometido con tantas personas que habían aportado para ese viaje que como
pude, junto con mi gran compañera Fernanda Sandoval (otra seleccionada y mi
inseparable amiga) fuimos a intentar conquistar ese mundial.
Totalmente desecho, el día previo a la carrera decidí cambiar el chip, porque en ese entonces sólo se me iba el tiempo en puro llorar. Con trece kilos menos y con muchos días sin poder dormir un sólo instante me dispuse a enfrentar esos 100km. No puedo decir que di lo mejor posible pero si di lo mejor que pude dar ese día. El 7 de septiembre del 2018 será inolvidable, contra todo y a pesar de todo logré mi marca, en un circuito muy pero muy difícil por las condiciones climáticas. Veía como caían corredores fulminados por el fuerte calor y en esos momentos yo me repetía en mi mente: “Alex si te sientes muy cabrón, ahora es el momento de demostrarlo, sé digno de estar aquí y has que todo valga la pena. No te quiebres cabrón, venga tú puedes”. Le gritaba a mi viejo que está en el cielo cuidándome, desde hace ya muchos años, «padre no me abandones ayudarme por favor, tú sabes cuánto deseo conseguir mi pase para ir allá”.
Mi tiempo final fue 9:28hs y con el conseguí lo que tanto anhelé.
Contra todos los pronósticos lo había logrado, había conseguido mi marca para
poder meter mi solicitud. Mi filosofía había resultado «los sueños son para
cumplirse, cuesten lo que cuesten».
Con el paso de los meses y ya más tranquilo y
psicológicamente más completo, emprendimos el camino. Día a día cobraba más
fuerza, como el sueño que tanto anhelaba. Metí mi solicitud para ver si tenía
la fortuna de ser un mexicano más en la historia del Spartathlon y con el
registro 2537 estaba en la lista de sorteo (el cual se efectuaría el día 6 de
marzo). El día previo del sorteo no pude conciliar el sueño, sabia y algo me
decía que estaría ahí, que el trabajo de mucho tiempo por fin tendría su
recompensa. Y así fue, por la tarde me mandó un mensaje Arturo diciéndome que
lo había conseguido, que había sido uno de los 2 mexicanos seleccionados. No
podía creerlo, pensé que estaba bromeando, no me caía el veinte. Por fin lo
había conseguido, en ese momento no me importo nada más que el saber que lo
había logrado había quedado el listado final, era uno de esos cuatrocientos
corredores (eso aún no lo creo).
Pues manos a la obra, a comenzar los ahorros y la misma
mecánica como cuando el mundial. Las rifas y la venta de las botanas para poder
cubrir la cuota de inscripción y posteriormente el vuelo para Atenas. Pero para
que todo valiera la pena, había que hacer un plan de preparación
exhaustivamente y empezar mi entrenamiento para llegar lo mejor preparado y ser
finisher, ese era el objetivo. Comenzamos a hacer distancia en asfalto, tiradas
largas de 100km, desde indios verdes hasta Pachuca centro, en la laguna de
Zumpango, en un circuito de 20km. Era mi patio trasero, el parque ecológico de
los dinamos, eso sumado a más mis entrenamientos diarios de 19km. Levantarme a
las cuatro de la mañana para sacar mis dos horas de entrenamiento y
posteriormente irme a mi trabajo. Sacrificar mi horario de comida para entrenar
y entrenar, después de una jornada de doce horas de labores, más un trayecto de
tres horas más para llegar hasta casa, dormir un poco y repetir la rutina
diaria. Pero yo era feliz y el objetivo era claro, estar en el Spartathlon. No
iba a ir tan lejos en mi sacrificio para no conseguir ser finisher.
Los meses transcurrieron y como un cavernícola (siempre lo
he dicho), me he ido transformando en lo que soy ahora. Los tutoriales en
YouTube si sirven, aunado a ello conocí a la que ahora es mi apoyo
incondicional, mi compañera, mi especialista en mi nutrición mi nutrióloga y
pareja, Leslye Komukay (#komukaynutricion). Una buena nutrición junto con una
buena preparación es muy importante y da excelentes resultados. Llego también #Runfitnessmx
apoyándome con sus excelentes productos, todo lo necesario para mi preparación.
Me sentía más fuerte cada día y ya no estaba sólo (aunque en realidad, nunca lo
estuve porque forevertrail siempre estaba atento a mis necesidades y
preparación).
Ahí está el comercial muchachos jajaja, comienzo a complementar mi preparación con carreras de larga distancia, la más significativa para mí, fue mis tradicionales 100 millas de villa del cabrón, que ese año se darían en la fecha de mi cumpleaños. Imaginando que por ser así este año sería el bueno pero no fue así, una caída antes del kilómetro treinta me haría una mala jugada y tendría que lidiar con el fuerte dolor durante casi todo el resto de la carrera. Todo raspado y bastante maltratado pude conseguir un 2° lugar y así tener que esperar un año más para intentar lograr el triunfo. Pero el objetivo era claro, cuidarme al máximo, no arriesgar de más y seguir con la preparación. Me quedaba satisfecho con mi resultado.
Entonces llega en el mes de julio y con él mi gran prueba de
fuego, mis primeras 200 millas. Las que fuesen las primeras 200 millas de
México, con el objetivo siempre en mente y con la incógnita de que me depararía.
Cuidándome ya al máximo de una lesión que a estas alturas me pudiese dejara
fuera de mi gran sueño, nos lanzamos a la aventura en el hermoso estado de
Oaxaca México. En un principio dudé mucho en participar pero después de
analizar bien la situación, decidí que la verdad no podía perderme esta primera
edición. Agradeciendo siempre la invitación y el poder estar ahí a el
organizador Jorge Abdala Marín a todos sus colaboradores y todos los oaxaqueños.
Pero sobre todo a aquellos que participaron he hicieron posible esas primeras
200 millas de México. Gracias infinitas, ahí ganamos todos o yo así lo vi. Un
servidor consiguió el segundo lugar, aunque en un lapso de la carrera analice
seguir o detenerme, pero jamás he abandonado una carrera y ahí estuve a nada de
hacerlo. Un fuerte hematoma en mi pie izquierdo en el kilómetro 140 casi me
deja fuera, no quería arriesgar de más, el Spartathlon estaba a la vuelta de la
esquina y una lesión ahí me dejaría fuera y no podría recuperarme. Esa noche vi
tan mal mi pie que solté en llanto, pero me coloque una pomada y le pedí mucho
a mi viejo que me ayudara. Del cansancio me quedé dormido por un par de horas y
cuando desperté mi pie estaba como si nada, lo cual me animo mucho para poder
seguir corriendo y conseguir completar la carrera. Estaba listo, sólo un par de
entrenamientos largos para cerrar preparación y llegar a punto, lo demás se
daría por añadidura pero físicamente estaba listo. Y psicológicamente esos
logros había inyectado lo que necesitaba, confianza en mí y vaya que así fue.
Comencé a contar los días y las horas, estaba muy ansioso
pero sobre todo muy emocionado. Estaba a nada de irme y supe que mi mayor
motivación iría conmigo, mi hijo, iría conmigo. Su abuela le había dado su
regalo de cumpleaños y era el acompañarme a la hazaña. Para mí fue más que un revulsivo,
me sentí muy comprometido y tenía mucho miedo de fallar en algo que era tan
importante para mí. Tenía miedo de que mi retoño estuviera ahí para ver a su
padre, en el que consideraría el mayor de mis fracasos, pero no sería así ya
que su mami también nos acompañaría. Vaya sorpresa para mí, yo sin ningún
problema por ello ya que para mí es alguien importante la mami de mi hijo y el
poder estar con su hijo en algo tan importante para el me llena de felicidad y
así emprendimos el viaje.
La noche del 23 de septiembre salimos del aeropuerto de la
ciudad de México, nuestro destino Atenas, Grecia. Pero antes tendríamos que
hacer una escala de muchas horas en París y con poco presupuesto habría que
adaptarse a las circunstancias. Dormir donde fuese, pues una noche en Paris nos
costaba entre ochenta y cien euros. La patria estaba pobre pero muy feliz de
poder emprender esa aventura, llegamos a París a las dos de la tarde y no
podíamos desperdiciar la oportunidad de estar en ese bello país. Platicando con
Ram y Silvia decidimos salir rápido del aeropuerto hacia la famosa Torre Eiffel,
ya que habíamos brincado el charco que más daba, claro que sin perder nuestro
vuelo a Atenas. Dicen que dios es grande y así lo creo, entre nuestra búsqueda
de rutas en el metro y como movernos, nos encontramos a un grupo de mexicanos
los cuales iban para Israel y estaban haciendo la misma escala que nosotros. Aprovecharían
para salir también de tour y como clásicos mexicanos nos pegamos con ellos y
nos fuimos en su autobús del tour. Muchas gracias al padre, porque era un
sacerdote, que no recuerdo en nombre y a
todo el grupo que nos apoyaron para poder hacer el tour con ellos, por una moda
cantidad muy accesible conocimos París. Ya con el tiempo bien corto regresamos
al aeropuerto y pudimos alcanzar nuestro vuelo para Atenas a tiempo.
Súper felices y muy cansado pero sobre todo hambrientos
porque ahorramos hasta lo mínimo y sólo hacíamos las comidas de los aviones. Llegamos
a Atenas, para nuestra suerte, en el mismo vuelo iban los amigos paraguayos Kari
Molina, Diego Piris y el gran Fabian Duarte el famosísimo YACA, un argentino de
historia en el ultramaratón. De verdad que unos amigos, como se dice aquí en
México, «atodisima madre». A ellos los esperaba Marco Antonio
Zaragoza Campillo y por ende pues nos fuimos todos juntos a Atenas. Ya era la
madrugada y había que descansar ya que ese mismo día, por la tarde, iríamos a
instalarnos al que sería nuestro hotel de concentración en Glyfada. Ya un poco
más descansados decidimos, el contingente mexicano ya con Marco como nuestro
guía (yo la verdad, no sabía ni qué onda) decidimos visitar la Acrópolis, un
relax antes de emprender la aventura no nos caería, nada mal esa tarde de relax
.
Los nervios se apoderaban cada vez más de un servidor, llegaba
la hora de ir al hotel/sede para la delegación mexicana, conformada por sólo tres
integrantes: Iván, Marco y yo. Ver a las otras delegaciones, conformadas por
muchos atletas, era triste pero a la vez muy motivante porque daríamos lo mejor
y verían que estos mexicanos eran poquitos pero bien chingones y también
cabrones. Ya instalados y compartiendo hotel con Irán, Estado Unidos y Japón,
fuimos a recoger los números, le había llegado la hora el novato, ya estaba con
número en mano y con lo que ahora guardo como uno de mis más grandes tesoros,
las memorias del Spartathlon. Libro que sólo le entregan a los que van por
primera vez, la memoria de 37 años de carrera estaba en mis manos y yo muy
emocionado. Con el paso de las horas los nervios eran inminentes, Iván trataba
de calmarme dándome sus recomendaciones y quien más que un experimentado que te
comparta. Me dice: “Te va a ir bien mi Alex, tú eres mi campeón, eres un
«León rasurado», Marco ya se la sabe, pero tú traes todo. Traes lo
más importante, el espíritu y deseo, lo vas a lograr, ya lo verás. Pero algo
muy importante: NO SALGAS CON TODO, RESERVATE porque si no la vas a hacer, ojo
Alex NO TE VAYAS A REVENTAR”
Llego la hora de la charla técnica, la cena y descansar, lo
cual no pude ni un instante, aparte de que estaba súper nervioso, los ronquidos
de Marco no me dejaron (perdón pero tenía que decirlo) Dormía como bebé, pero
roncaba como tráiler frenando con motor en autopista pinche cabrón no me dejo
dormir nadita. Me levante a darme un regaderaso y prepararme con tiempo, no
quería sorpresas. Ya listos el autobús nos esperaba para salir de nuestro hotel
en Glyfada hacia la base de la Acrópolis en Atenas donde iniciaría nuestra
aventura. Para esto ya la familia de Iván, su esposa, su mami y mi hijo y su
mamá Silvia ya estaban esperándonos ahí en la salida con el nervio a tope
porque no podía creer que estuviera ahí cumpliendo mi sueño. No pude llorar de
la emoción, sólo me quedé en shock, fotos y más fotos y mi hijo viéndome a la distancia.
Después se acercaron a desearnos éxito y comenzó la cuenta de 10, 9, 8 ….2, 1.
Gonzalo Frías es un atleta argentino, que posee una conexión especial con la dura carrera de ultrafondo brasileña BR135+. Algunos datos de este atleta: Fue el primer argentino en completarla y es el argentino que más veces ha sido finisher. También es el atleta latinoamericano (no brasileño) que más veces ha completado la carrera de forma consecutiva.
La historia de Gonzalo en esta durísima ultra de 217km merece ser contada, por eso hoy les presentamos el tercer capítulo, de una serie de cuatro crónicas, con todo lo que ha vivido este atleta argentino en todas las ediciones, de la BR135+, en las que ha participado.
.
Por: Gonzalo Frias.
CAPITULO TRES – AÑO 2010.
EL ETERNO REGRESO
Por
qué un atleta regresa a una prueba tan dura como la Brazil 135 miles por tercer
año consecutivo?
Qué
sensaciones, motivaciones, sentimientos, objetivos, proyectos mueven a un maratonista
a correr por tercera edición consecutiva una de las pruebas de ultrafondo más
complicadas de latinoamérica cuando ya ha logrado ingresar al “olimpo” de los
finishers el año anterior?
Las
respuestas a tales interrogantes son muy difíciles y complejas de ensayar.
Porque es una combinación de factores lo que lleva a renovar semejante reto sin
que esa ecuación arroje un resultado claro del por qué enfrentarse una vez más
a semejante reto personal.
Corría
el mes de enero del año 2010 y nuevamente me encontraba en la línea de partida
de esta carrera brasileña con visos de epopeya. Esta vez tendría como pacer al
maratonista local Luiz dos Santos. Un experimentado fondista brasileño con
quien me había contactado la organización de la prueba para que me acompañara y
asistiera en buena parte del recorrido. Pero no sería éste el único integrante
de mi equipo de apoyo. Además, contaría con la ayuda del brasileño Tuim Andre
Souza Alves, quien haría las veces de motorista, con su vehículo me asistiría
con comida y bebida en puntos claves del recorrido, pero que también reunía
importantes conocimientos como masajista, por lo que su aporte se convertiría
en vital durante varios pasajes de la carrera, sobre todo cuando mi cuerpo
fuera acumulando ya importantes kilómetros que comenzaran a generar señales de
fatiga muscular.
En
esta edición me propuse un doble objetivo: Volver a finalizar la prueba como el
fin prioritario, pero también intentar mejorar mi tiempo o récord personal. El circuito era prácticamente el mismo que
había recorrido el año anterior con idéntica distancia (217 kilómetros) e
iguales puntos del trayecto, vale decir que nuevamente atravesaría las pintorescas
y singulares ciudades que recorrí en la edición pasada.
Este
año tuvo el fuerte condimento de tener que soportar en varios pasajes del
recorrido elevadas temperaturas y humedad que se convertían en un factor de
gran desgaste, especialmente para los extranjeros poco habituados a la gran
humedad del Brasil con sus paisajes selváticos. Las fuertes precipitaciones que
suelen caracterizar el clima de verano en esta región del Brasil –el estado de
Minas Gerais- esta edición estuvieron prácticamente ausentes, lo que significaba
no encontrar ninguna tregua frente al rigor del excesivo calor hasta que el sol
cayera y con él, también la temperatura.
Por
primera vez en la historia de la prueba se ha alistado en la línea de partida
una ultramaratonista argentina. Se trata de Susana Segurel, atleta de la Ciudad
de La Plata con quien apenas llegado a Brasil, me entrevisto para conocernos y
compartir algunas estrategias para la carrera, especialmente diversos datos de
la competencia que yo podía transmitirle a partir de mi experiencia en las dos
últimas ediciones del evento. También vamos a compartir la asistencia del mismo
motorista quien deberá repartirse a lo largo del circuito en procurar todo lo
necesario para ambos. No será fácil porque cada uno tiene su propio ritmo de carrera.
Si bien en los primeros kilómetros de la prueba decidimos ir juntos, luego a
medida que van transcurriendo las horas, Susana resuelve desprenderse e
imprimirle a su marcha un ritmo más rápido que el mío.
Igualmente,
por primera vez en el historial de esta carrera un atleta boliviano desafía los
duros 217 kilómetros de la prueba. Se trata de Yso Yucra con quien comparto
varias impresiones de la competencia, principalmente para transmitirle, también
como a Susana, cierta información sobre el evento que seguramente le serán
valiosos, tales como el tipo de recorrido, las estrategias de carrera más
convenientes y la importancia de los descansos en los puntos clave de la
competencia. Este atleta lograría una gran perfomance ubicándose en el puesto 13° de la general y 3°
entre los extranjeros, delante de 2 atletas norteamericanos de gran nivel
competitivo como Brian Krogmann (3° lugar) y Raymond Sánchez (8° puesto), este
último permanente animador de cada una de las ediciones de la prueba.
En
la Brasil 135 millas, por su extensa e intensa duración, las experiencias y
sensaciones que se vivencian son muy cambiantes y disímiles. Tan luego se
experimenta gran agobio en una parte de la prueba por circunstancias tales como
la letal combinación de alto porcentaje de humedad y temperaturas elevadas como
también en cuestión de pocas horas se puede pasar a sentir el alivio que trae
el atardecer con una baja importante de temperatura aunque cuando se ingresa al
anochecer y máxime si se interna el corredor en la montaña, ese alivio se convierte en poco tiempo en un
verdadero padecimiento de las bajas temperaturas que puede llevar, combinado
con la fatiga y la falta de sueño, a la misma hipotermia.
En
aquella edición la carencia de lluvias y el calor reinante durante un tiempo
prolongado en una franja horaria oscilante entre el mediodía y el atardecer,
terminaron constituyendo un factor de la prueba que determinó el abandono de
varios atletas calificados, entre ellos, David Walker de Nueva Zelandia; Rebecca
Doedens y Thomas Mcgee de Australia; el veterano local de mil batallas Antonio
Hummell y corredores de élite como el brasilero Agnaldo Sampaio y el español
Joan Villa, entre otros.
Llegando
casi al meridiano de la competencia, en el kilómetro 109, arribo a la Ciudad de
Ouro Fino donde los calambres y las contracturas comienzan a hacer estragos en
mis maltrechas piernas; pero allí surge la intervención reparadora de Andre
Souza Alves, miembro de mi equipo, conductor del carro que me abastece, quien
comienza a hacer un despliegue espectacular de sus milagrosos masajes. Cuando
Andre termina su faena, puedo afirmarles que me transformo casi en un hombre
nuevo para acometer los últimos 100
kilómetros del trayecto con los ímpetus necesarios para semejante desafío.
También
a esa altura de la carrera me encuentro en plena noche, en una plaza con su
infaltable iglesia, y en total soledad, con el atleta español radicado en México,
Joan Villa quien estaba manipulando un
extraño aparato. Allí fue cuando me explicó que tenía diabetes y que con dicho
adminículo se medía cada tantas horas sus niveles de glucosa para evitar una
posible descompensación durante la carrera. Este tipo de circunstancias sólo se
viven en pruebas de este formato donde transcurren largas horas y días por lo
que hay que prestarle más atención a los mensajes que nos envía nuestro cuerpo,
máxime cuando, como en el caso del ultramaratonista español, el corredor
presenta alguna dificultad física, dolencia o estado de salud que merece ser
monitoreado permanentemente. Acerca de la diabetes, he conocido también en
otras pruebas de muy largo aliento, de varios días de duración, otros atletas
con esta problemática; pero con estrictos controles y cuidados personales
durante la prueba, han sorteado sin inconvenientes dicho escollo.
A
medida que vamos atravesando las diferentes ciudades que sirven de puntos de
asistencia, control y referencia de la prueba, adopto como táctica de carrera
seguir el ritmo del trío de corredores estadounidenses compuesto por el
experimentado Jarom Thurston y los novatos en esta prueba Tony Portera y
Kenneth Posner que marchan unos pocos metros delante mío. Dicha estrategia me
permitió mejorar mi ritmo de carrera y, sin darme cuenta, comenzar a pasar
corredores como la experimentada ultramaratonista local Mónica Otero, gran
anfitriona en mi primera visita a esta prueba y dueña del récord consistente en
convertirse en la primer mujer de ese país en terminar no sólo la Brazil 135 millas
sino el infierno de la Badwater 135 miles en el Desierto de Arizona.
Justo
en ese tramo del camino, se me acerca el organizador de la prueba, Mario
Lacerda en uno de los carros de apoyo, para avisarnos que Susana Segurel,
la primera representante argentina en
competir en esta prueba, ha abandonado producto del agotamiento total. Una vez
más me transformo en el único argentino en pie para procurar acabar este
tremendo desafío. Tendré que dejar todo en esos algo más de 100 kilómetros que
me esperan con sus demandantes pendientes rompe piernas y con el calor como
enemigo emergiendo al acercarnos al mediodía.
En
lo que queda por recorrer, dos ciudades son verdaderos hitos de la competencia:
Inconfidentes, ubicada en el kilómetro 117 del trayecto, y Estiva, en el
kilómetro 176. Cuando se arriba a la primera de las nombradas, comienza la
cuenta regresiva para acometer un ultramaratón de 100 kilómetros, pero con el
hándicap de haber corrido ya otro ultramaratón de prácticamente la misma
distancia, con todo el desgaste que ello conlleva. Cuando se logra arribar a la
segunda de las ciudades referidas, se está a las puertas de la llegada, si se
tiene en cuenta que ya se logró correr 4 maratones seguidos de 42 kilómetros y
que “tan sólo” falta uno más.
Sin
embargo, en esta edición las ampollas aparecen como nunca antes, a punto tal de
convertirse en una verdadera pesadilla. Cada paso que doy es un pequeño
tormento que se suma a los múltiples tormentos de los pasos ya dados y los
pasos por dar. Necesito trotar enérgicamente y, por momentos, correr, porque el
calor del cuerpo atempera un poco el dolor de las ampollas. Cuando paro un
momento para comer algo que me aporta Andre o Luiz, las molestias aumentan en
un grado inimaginable. Así, esos 42 kilómetros finales de Estiva a Paraisópolis
donde me espera, una vez más, la tan ansiada meta, se vuelven quizá en el
maratón más tortuoso de todos los que he corrido hasta allí en mi vida. Pienso
que si paro a hacerme atender mis pies desechos, tal vez ya no pueda volver a
trotar. Por eso, prefiero seguir trotando aunque lastimosa y dolorosamente;
pero nunca detenerme.
Después
de transcurrir más de 5 horas soportando terribles dolores, avizoro
Paraisópolis y veo la cinta de la llegada esperándome; veo la gente
esperándome; veo mi 2° finisher consecutivo esperándome y me imagino a mi
esposa y mi hijo esperándome en mi Córdoba natal.
Al
trasponer la línea de meta y cortar la cinta de llegada, el alivio tanto mental como físico
son inconmensurables e inenarrables. Traspasada la línea de finalización de la
carrera, una ambulancia está esperándome para practicarme urgente los primeros
auxilios en mis indescriptibles pies habitados por bolas de sangre y pus. Los
médicos y enfermeros trabajan casi una hora sobre ellos. La Red O Globo capta
la dramática llegada que se convierte en noticia por mis gestos mezcla de
euforia, dolor y alivio a la vez.
Cuando
salgo de la ambulancia, los abrazos y las felicitaciones con mi equipo,
corredores, organizadores y espectadores son interminables. Me llevo otra vez
todo el afecto de la gente de Brasil que, creo, es una de las principales
causas de mi “eterno retorno” a la carrera.
Cuando
reposo ya en una habitación de mi cálido hogar en Córdoba, un interrogante
surge casi como una obsesión paranoica: Habrá una 4° Brazil 135 miles?
Continuará…
.
.
Agradecemos a Gonzalo por compartir sus vivencias con nosotros y por colaborar para que espiritulibre.com.es siga vivo.
Por supuesto que esperamos por ese cuarto y último capítulo.
Si te ha gustado este post y quieres apoyarnos para seguir creando contenido, pincha en el siguiente link y ayúdanos a mantener esta web funcionando
Nuestra amiga de la casa, Maite Rojo, está en Nueva Zelanda y participó de unas de las pruebas de ultratrailrunning clásicas para muchos corredores de élite de ese deporte. Como incida el titulo, esta fue su primera aventura de 100millas, a continuación compartimos su relato.
.
.
Por: Maite Rojo.
Ultra Trail TARAWERA 8/02/2020
Cuando era una
adolescente y practicaba atletismo en pista (1500m), jamás se me hubiera pasado
por la cabeza que hubiera llegado a viajar tanto para practicar mi deporte preferido
en un entorno tan espectacular.
¿Por qué el
ultramaratón de Tarawera, en Nueva Zelanda? Hace casi 12 años vine de viaje a
este país, recorrí 9000kms por la isla del norte y del sur (no corriendo, no os
vayáis a pensar) y no encuentro palabras para describir, a los amantes de la
naturaleza, muchos de los lugares que visité.
Hace un par de años
empecé a oír hablar del Ultra Tarawera por otros corredores internacionales y
por casualidades del destino, o más bien del trabajo, he venido a Nueva Zelanda
en las mismas fechas en que se celebra la prueba. ¿Suerte? ¿Destino? Un poco de
las dos. Aquí iba a estar, así que me armé de valor y me inscribí en las 100
Millas.
Después de toda una
semana con nervios, porque imaginaba lo duro que iba a ser, llegué el viernes a
Rotorua, la salida, la zona más representativa de los maoríes en el centro de
la isla del Norte. Aunque por desgracia ya se conoce como “Rotovegas”, por la
cantidad de turistas y viajeros que van a visitarla.
La llegada es en
Lakefront, justo en el centro neurálgico de la ciudad y de un área geotérmica. Sí,
sí, habéis oído bien, un área completamente volcánica.
El ambiente, siendo
Tarawera una carrera que forma parte del circuito “World Trail Tour”, y apoyado
por la marca “Ironman” es impresionante.
Para las 100 millas
hay que llevar una mochila con el material obligatorio, además de lo que uno
personalmente quiera llevar. Se puede hacer la comprobación en tiendas
especializadas antes de llegar y así no es preciso hacer cola en el día de la
prueba.
Cuando llenas el
agua de la mochila llevas a cuestas entre 2/3kg.
Material
obligatorio:
Frontal con baterías de repuesto.
Top largo térmico de polipropileno o lana.
Pantalón/ malla larga térmica de polipropileno o lana.
Gorro térmico o buff.
Guantes térmicos.
Chaqueta a prueba de agua sellada con capucha.
Funda de supervivencia (¡no manta!)
2m de vendaje autoadhesivo, de 40 mm de ancho.
Móvil cargado con una funda estanca.
Batería externa.
Vaso, botella de agua para rellenar, porque no hay vasos de plástico.
¿Ropa térmica en el
verano de Nueva Zelanda, en medio de una ola de calor? Luego lo entendí bien. Las
temperaturas oscilan entre los 30º durante el día y bajan a menos de 10º por la
noche. Durante la carrera cayeron un par de “calabobos”, si te lesionas en ese
momento y estás en el medio de la nada (donde ni los que te apoyan o un coche
puede llegar), la hipotermia puede ser un riesgo bastante grande y tener esa
ropa térmica a mano puede salvarte. Además, menos de un cuarenta por ciento de los/las
participantes completa la carrera en menos de 30hs y el tiempo máximo para
acabarla son 36hs. Eso significa mucho tiempo y muchas calorías quemadas, lo
que equivale a pasar en algún momento de la carrera mucho frío, incluso en
verano.
Después de la
comprobación del material y retirada de dorsal (donde también te pesan), Jason
(mi apoyo) y yo nos fuimos a ver el último tramo de carrera (“Redwoods”), la
zona de la salida y finalmente a descansar a un cámping que hay justo en
frente. Una vez relajados repasamos la lista de los quince avituallamientos y la
bolsa con lo que iba a necesitar y con todo lo más importante para mí, cada
corredor sabe sus manías.
Después de intentar
dormir unas cinco horas, me levanté a las dos de la madrugada, dos horas antes
de la largada (4am) y me di cuenta de que me había olvidado traer algún tipo de
cafetera y la cocina del cámping estaba cerrada con llave. ¡Vaya por dios!
Salimos andando
hasta “Te Puia”, la zona de salida y comenzó la lluvia. El parte meteorológico la
pronosticaba de 4:00am a 6:00am y no se equivocó. Entramos en una especie de parque
temático y caminamos por un paseo de madera al lado de un geyser erupcionando (Pōhutu).
Pasamos por una nube de vapor como de niebla caliente, con carteles que dicen
algo así como “Cuidado donde te sientas, las piedras están calientes”. ¡Y lo
están!
En este escenario, después
de una pequeña introducción del director de carrera, todo el mundo se coloca en
línea de salida y comienza una “haka» (danza guerrera maorí). Ya no sabe
uno si reír de los nervios, llorar de la emoción o todo a la vez. Encendemos
los frontales, cuenta atrás y pum. ¡Salimos!
De camino al primer
avituallamiento, en Puarenga (13km), encuentro al otro único español de la
carrera, Diego, que viene desde Chile. Nos reconocimos por las zapatillas que
llevábamos puestas en las fotos del Facebook. Los kilómetros, en la noche, se
hicieron muy cortos hablando con él pero en un momento se adelantó y ya no lo
volví a verlo. El lugar estaba lleno de gente animando, a pesar de ser las
cinco de la mañana, de locos!
En el segundo
avituallamiento, Green Lake (22km), relleno mis botellas y sigo. Aquí no hay
espectadores y el ambiente está más calmado.
Buried Village
(31km) es un antiguo poblado de casitas maoríes. Es de día, pero aún así seguimos
un camino de luces, muy bien indicado. En cada cruce, incluso en medio de la
nada, hay voluntarios esperando, enmantados por el frío, lo pobres. Más tarde supe
que hay más de 600 voluntarios en toda la carrera. Me encuentro por primera vez
con Jason, que me pregunta si he comido y bebido, como habíamos acordado. Todo
el mundo aúlla y anima cada vez que entra un corredor.
En una zona entre
árboles en la que no paramos de hacer eses; batallo durante kilómetros con una corredora
que quedaría, finalmente, tercera de la general. Ella es de la zona y conoce el
bosque como la palma de su mano. Tiene 50 y pico años, una fenómena.
Llegamos a Isthmus
(46km), donde no hay espectadores y han decorado el avituallamiento como un
campo de zombies. Cada avituallamiento tiene una temática y acabas riendo
mucho. Un poco más adelante llegamos a un pequeño pantalán, donde aguardamos cruzar
en barco al otro lado. Desgraciadamente se les estropeó un barco y tuvimos que esperar
cinco minutos. Fueron cinco minutos de gloria, ya que en ese tiempo, un
voluntario nos sirvió un “cocktails” (un zumo con hielo en vaso de martini) y pudimos
sentarnos a sacarnos las piedras de las zapatillas.
Quinto
avituallamiento, Rerewhakaaitu (55km). Llego bajando un tramo de carretera que
da un pequeño descanso al continuo, esquivar piedras y raíces. Escucho un
pasodoble de fondo y al rato veo a Jason ondeando la bandera española. Todo el
mundo me mira y anima, aunque a mi me da un poco de vergüenza. Un voluntario me
hace una pequeña entrevista con el teléfono mientras relleno botellas y dice
cuando me preguntan de donde soy: “está claro que es española”. Todo en general
me anima a seguir.
Después de algo más de carretera, alcanzo Okahu (62km) donde también llegan los espectadores. Jason me insiste en comer más, así que como un plátano y un sándwich de mantequilla de cacahuete con una bebida energética, que me saben a gloria en el momento. Será la última que vería a Jason, nos volveríamos a encontrar en el kilómetro 121.
Paso Wihapi (72km) y
Puhipuhi (82km), veo voluntarios vestidos de hawaianos y otros como si estuvieran
en la playa, con juguetes hinchables en el medio del bosque. Me animan un
montón y me dicen que voy la 7ª mujer de la general.
Dejo atrás Titoki (94km)
y corro a través de lo que es el “Tarawera trail”, con ríos, torrentes y
puentes. Sigo hasta que llego a una cascada que me deja sin palabras.
Llevo más de la
mitad de la carrera y alcanzo el kilómetro 104, llamado Oulet, donde ya empiezan
a ofrecer café, té o sopa. Aunque me encuentro muy bien tomo algo de café y
sigo. Desde el avituallamiento once, en Humphries (111km) hasta el siguiente en
Okataina (121km), todo es un bosque cerrado, de camino estrecho que trascurre
al costado de un lago, sendero precioso pero lleno de raíces. Me alegro de
haberlo pasado de día, porque se hace difícil correr y me encuentro con varios
lesionados durante ese tramo.
En Okataina me
espera Jason y hay espectadores que no han visto a los suyos durante muchas
horas, así que la llegada a ese avituallamiento es espectacular. Todo el mundo
aplaude, sonríe, grita “¡bien hecho, buen trabajo!”.
Primero me cambio
de ropa porque empieza la noche, hace viento y baja mucho la temperatura. Me
pongo una camiseta térmica y la de mi equipo de Galicia, “Vertice” por encima.
Esta camiseta y la camiseta del maratón de Coruña son las pequeñas cosas que me
acompañan de casa, además de todo el apoyo de familiares y amigos a través de las
redes.
La espalda me está matando y le pido a Jason que me unte crema anti fricción. Al parecer tengo parte del centro de la espalda sin piel por el roce de la mochila o el top. Me pongo otra camiseta térmica más holgada en la cintura y me acerco al avituallamiento, donde todos los voluntarios, todos muy cariñosos y vestidos de payasos. En ese avituallamiento tienen bizcocho de chocolate y café! Genial, me encanta, no quepo dentro de mí!
Ahora viene lo duro.
Salgo a un camino en total oscuridad y aparece la cuesta más empinada de la
carrera, con 125 kilómetros en las piernas. Aquí me doy cuenta del desnivel de
la prueba, de unos 5470mts. Después de llegar a un cartel que dice “lo has hecho,
has llegado a la cumbre” (como otros muchos letreros con frases de ánimo que
hay en todo el recorrido) el sendero sigue lleno de sube y bajas como
toboganes.
Después de dieciséis
tortuosos kilómetros, veo un aviso que dice “cruce de río, nivel de aguas muy
alto, ciclistas bajar de la bicicleta”. Por unos segundos me asusto un poco
pero es verano y estamos en alerta por falta de agua, así que por suerte no hay
nada, solo un socavón enorme.
Alcanzo el avituallamiento de Millar (137km) sin apoyo y que casi paso de largo, para llegar lo antes posible al Blue Lake (149km). Jason me espera dentro del coche porque hace un frío que pela, me paro para beber algo, pido un café y me empiezo a marear. Me acompañan a una tienda y con chocolate, café y plátano, me vuelvo a encontrar mejor. Viene la médico a verme, porque estoy tumbada en el suelo, pero ya noto la presión volviendo a su sitio ( algo normal en mi, tengo el azúcar y la tensión siempre muy baja). La gente es maravillosa, se acercan para poder ayudar y preguntar si estoy bien. En cuanto salgo de la tienda, una chica de la organización se acerca y me dice: “Española! llegaste! ¡Eres genial me encanta tu sonrisa!”. Entonces vuelvo a sonreír y nos damos un abrazo. Me dice que ya solo quedan nueve kilómetros hasta Redwoods y siete hasta la llegada de Lakefront. ¡Ya no queda nada!
Esto me anima mucho y salgo hacia la última parada, imaginando que ya será pan comido….Craso error! Pensé en el momento que a algún sádico se le había ocurrido, después de llevar 150 kilómetros en las piernas, someternos a nueve kilómetros de subidas y bajadas con escaleras. Con los pies muy doloridos me lleva casi dos horas completar esta parte. Llego a Redwoods, donde todos estaban disfrazados y ya se estaban preocupando por lo que había tardado, después del mareo de Blue Lake. En este tramo perdí un puesto pero ya no paré hasta la meta.
Visto los guantes
térmicos porque ya no siento las manos y completo los casi siete kilómetros que
quedan, que parecen no tener fin. La luna llena hace que a veces pueda apagar el
frontal y quedarme embobada con el paisaje. Los árboles y los ruidos de los
animales lo hacen todo un poco tenebroso y emocionante a la vez. Completamente
plano y con un camino de arena blanca que se ve perfectamente. Sé que estoy
cerca de Rotorua por el olor a sulfuro de las aguas termales. Los últimos dos
kilómetros voy rodeada de aguas borboteando y llego a la ciudad, donde ya se
oye el bullicio. De la emoción acelero hasta la meta. La lágrimas me caen por
las mejillas y no puedo hablar.
La medalla de
premio es un “Toki” de “greenstone” (piedra verde), que debes elegir y que
tiene que ser regalado. Simboliza coraje y fuerza en momentos de adversidad y es
el símbolo por excelencia del pueblo maorí. No me lo pienso quitar del cuello. Mucho
esfuerzo y meses de entrenamiento han dado sus frutos, aunque estuve tres
semanas bastante mal después de correr las 12h de Barcelona , más las 28hs de
avión a Nueva Zelanda.
Ha sido una
experiencia inolvidable. La organización de la prueba es de diez, una gente más
que encantadora y un paisaje impresionante. !Todavía no me lo creo! Mi reto era
acabar la prueba sin lesionarme, entre 24 y 26 horas. Completé las 100 millas
en 24:52hs y finalicé la 8º mujer y 3ª en mi categoría. En ediciones anteriores
con esta marca hubiera conseguido subir al pódium, lo que me puso aun mas
contenta.
Ailsa McDonald, ganadora
de la carrera, hizo un tiempo de 18:10hs. El ganador masculino fue Vladimir
Shatrov, quien destrozó el récord masculino de la prueba con 15:53hs. Sin
palabras.
Muchas gracias a
toda mi familia y amigos, que me estuvieron siguiendo desde la distancia. Ya
sabéis todos quienes sois. Os adoro. Gracias por el apoyo.
Gracias también a
todos los que leáis esto y perdonad si me he extendido mucho.
Abrazos y
kilómetros.
Maite
.
Si te ha gustado este post y quieres apoyarnos para seguir creando contenido, pincha en el siguiente link y ayúdanos a mantener esta web funcionando
Gonzalo Frías es un atleta argentino, que posee una conexión especial con la dura carrera de ultrafondo brasileña BR135+. Algunos datos de este atleta: Fue el primer argentino en completarla y es el argentino que más veces ha sido finisher. También es el atleta latinoamericano (no brasileño) que más veces ha completado la carrera de forma consecutiva.
La historia de Gonzalo en esta durísima ultra de 217km merece ser contada, por eso hoy les presentamos el segundo capítulo, de una serie de cuatro crónicas, con todo lo que ha vivido este atleta argentino en todas las ediciones, de la BR135+, en las que ha participado.
.
Por: Gonzalo Frias.
Introducción.
Creo que quien logra arribar a meta después de desandar un largo camino en un maratón o una ultra maratón, trasciende desde una dimensión espiritual. Y cada vez que consigue alcanzar el final del camino, vuelve a trascender. Ya no es la misma persona que cuando comenzó a recorrer esa aventura, ese proyecto, ese sueño. Pero quizá, más importante que el arribo, sea el proceso: Seguramente en el recorrido habrá padecido, disfrutado, llorado, reído, fantaseado, delirado, pasado por momentos de desánimo y otros de euforia, todo con una intensidad distinta a la de cualquier otro evento que haya acometido en su existencia. Hasta alcanzar, por fin, la sublimación de su ser en esa tan esperada llegada. Pero, a veces, la vida no resulta exactamente como cada uno de nosotros la planeamos o imaginamos. Ese fue mi caso en el segundo intento en la carrera brasileña, porque me embarqué buscando dicha trascendencia en el terreno deportivo sin saber que una noticia desde Argentina me daría esa posibilidad desde otro plano totalmente diferente. Lo verdaderamente importante, entonces, es trascender sin importar el plano desde el que se lo hace y saber valorar y disfrutar también el atravesar todo el proceso previo, de eso se trata…
.
CAPITULO DOS – AÑO 2009.
SEGUNDAS OPORTUNIDADES SIEMPRE NOS DA LA VIDA.
Tras
aquel primer intento de 2008 en la Brasil 135 millas que me dejó a las puertas
del paraíso y, luego de proponerme no correr más esta prueba, llegó el año 2009
y con él la renovación de mis pensamientos y emociones: “Quiero intentarlo otra
vez…quiero volver a Minas Gerais…quiero volver a experimentar intensamente los
217 kilómetros de la Sierra de la Mantiqueira”, repicaba este pensamiento una y
mil veces en mi mente.
Nuevo
proyecto y, con él, nueva estrategia de carrera: Contacto con un “spartatleta
de ley”, un referente en el ultra maratón argentino. Sí, Gerado Re. Sí, gran
proyecto…
-Hola
Gerardo, no nos conocemos personalmente, pero sí a través de tu página, “Megainformes”,
ya hace un buen tiempo… qué te parece la idea de acompañarme a intentar la
Brazil 135 miles como mi equipo de apoyo?-
-Un
placer para mí Gonzalo!!! Vamos en mi auto hasta Brasil, querés?-
-Bueno,
dale, Gerardo, arreglamos todo y nos vamos para allá!!!-
Así
comenzó lo que en realidad serían 2 aventuras al precio de una. Primero, la de
viajar desde Provincia de Buenos Aires, donde vive el spartatleta, hasta la
misma Minas Gerais, en una camioneta 4 X 4 conducida todo el tiempo por Gerardo
-con el consiguiente desgaste que ello significaba para él-. Segundo, acometer
juntos el proyecto “Brazil 135 miles segundo intento”. Pero antes de partir
hacia Brasil y encontrándome ya en casa de Gerardo en Buenos Aires, una llamada
telefónica cambiaría para siempre mi vida y determinaría que sea otro Gonzalo
el que viajara hacia los morros de la Sierra de la Mantiqueira. En esa época, con
mi esposa Silvia estábamos buscando nuestro primer hijo, pero no llegaba, por
lo que, a la vuelta de la aventura en Brasil, teníamos pensado comenzar a
averiguar sobre los correspondientes tratamientos.
-Hola
Gonzalo. Cómo estás? me dijo mi esposa del otro lado del teléfono.
-Bien,
pero con mucha ansiedad por la carrera, le respondí.
-Gonzalo,
no quiero que te vayas a Brasil sin antes decirte algo: Creo que vas a ser
papá!!!!-
A
partir de esa comunicación telefónica, mi rostro de euforia era tan evidente
que Gerardo me felicitó efusivamente y nos tomamos unas cervezas en honor a mi
futuro hijo!!! Recuerdan el primer pensamiento de esta crónica? trascender,
trascender…
Tras pasar la noche en Buenos Aires con un anfitrión de lujo como Gerardo que me mostró su impresionante colección de medallas de las más variadas carreras de Argentina y el mundo, iniciamos bien temprano a la mañana siguiente nuestra primera aventura -en 4 ruedas- para lo cual debíamos cruzar en forma terrestre el paso fronterizo hacia Brasil vía Misiones y Puerto Iguazú. El viaje sería largo, pero Gerardo le ponía toda la buena onda con conversaciones amenas y contando cada uno de nosotros un poco de su vida para conocer mejor al otro. Así, en as largas horas del viaje, fueron surgiendo anécdotas de las más variadas, no pudiendo faltar obviamente las referidas al particular mundo del ultramaratón. Cada uno sacaba de la galera, en una especie de “duelo de anécdotas”, la que creía más interesante. Yo, sobre cómo llegue a correr los históricos 100 kilómetros de Uberaba en el Brasil -una de las primeras ultras organizadas en Sudamérica- y él, acerca de la impresionante gesta del Spartathlón griego en el año 1.999.
Cuando arribamos por fin a Sao Joao de Boa Vista me reencontré con los organizadores -encabezados por su director Mario Lacerda y su esposa Eliana-, voluntarios y corredores con quienes tan buenos lazos de hermandad habíamos logrado a lo largo de la carrera del año pasado. Fue muy gratificante poder volver a verlos y empezar a prepararme para vivir nuevamente sensaciones muy fuertes y extremas a medida que fuera transcurriendo la dura prueba.
No
era yo el único representante argentino. También llevaría los colores de
nuestro país en esta prueba mi coterráneo Martín Paternó, un candidato fuerte a
ubicarse en el top ten o top five de la carrera si tenemos en cuenta sus
enormes pergaminos: Campeón argentino de 50 kilómetros, ganador del Desafío
Berocca al Desierto Argentino, competencia por etapas en la distancia de 100
kilómetros, además de tener excelentes antecedentes en la especialidad del
triatlón.
Nuestras
tácticas y estrategias de carrera eran diametralmente opuestas: Martín saldría
decididamente en la punta de la prueba a buscar alzarse con los primeros
puestos y yo, en un planteo conservador, a ver cómo me sentía hasta el segundo
maratón de la prueba, más o menos a la altura del puesto de control y descanso
ubicado en la Ciudad de Serra dos Limas,
en el kilómetro 84 de la competencia.
Para ello, había coordinado con Gerardo que cada vez que pudiéramos encontrarnos
en algún punto del camino, él me estaría esperando con su vehículo. Fue
increíble su versatilidad y la de su 4 X 4 para abrirse paso por lugares
bastante inaccesibles de la prueba, lo que significó una gran tranquilidad para
mí porque me aseguraba contar con su asistencia en varios puntos del recorrido.
En
los primeros tramos del recorrido, iba acompañado del corredor brasileño,
radicado en Florida, E.E.U.U, Cas Cámara. Hicimos muchos kilómetros juntos
hasta que Cas se despegó para seguir a un ritmo más rápido. En todo ese tramo
pudimos hablar bastante por cuanto donde vivía Cas había una importante
comunidad hispano parlante lo que le permitió aprender el idioma español
mediante la práctica de dialogar con latinos que residían en dicho estado.
En
la edición de este año, se agregaba un hito nuevo en la prueba, una dificultad
extra que a muchos corredores nos quitaba el sueño: El Pico do Gaviao, unos kilómetros antes de la Ciudad de Andradas que
se encuentra en el kilómetro 60 de la carrera. Es uno de los puntos temibles de la competencia por su
cuesta interminable y pronunciada. El terminar de recorrer esta elevación
demanda varios minutos de la prueba. Al final del camino espera un espectacular
mirador donde se practica parapente. Varios competidores llegaban exhaustos
hasta la cima. En mi caso, debí descansar unos buenos minutos para reponerme de
semejante cuesta mientras contemplaba el espectáculo de los parapentes. Una vez
tomado el debido descanso, acometí lo que ahora era una gran bajada –por cuanto
se retornaba por el mismo camino que habíamos subido la complicada cuesta-,
haciéndola a buen ritmo y con la sensación que estaba ya recuperado de la demandante
pendiente que acababa de coronar en el Pico do Gaviao.
Sin
embargo, más adelante, hubo un sector del trayecto en el que me desorienté y
comencé a dar vueltas sin encontrar el camino ni a Gerardo. Recuerdo que entré
en pánico, más que por el temor a extraviarme, por miedo a perder valiosos
minutos que después no me permitieran llegar a meta dentro del tiempo límite
oficial estipulado por el reglamento de la organización -60 horas-. Recuerdo
también que daba vueltas en círculos porque había siempre una plaza con unos
carteles que tenían unas flechas indicadoras a las que seguí, pero sin
encontrar el camino ni a Gerardo. Hasta que por fin logré contactar a alguien
de la organización en el camino quien me indicó que mi vehículo de asistencia
estaba más adelante esperándome. Cuando visualicé a mi asistencia fue todo un alivio, pero me había alterado
mucho por lo que entre quien era mi apoyo y voluntarios de la organización
debieron tenerme paciencia hasta que me calmara para aclararme que todo estaba
bien y que siguiera el trayecto indicado.
Luego
de dicho mal trance, me encaminaba a paso firme hacia uno de los hitos
principales de la carrera, la Ciudad de
Inconfidentes, en el kilómetro 117 de la carrera. Muchas partes del Camino
de la Fé esta vez los había recorrido con mucha eficiencia, especialmente las
pendientes pronunciadas, las que, a diferencia de la edición anterior, las
acometía con gran potencia y decisión. Un entrenamiento específico en
pendientes realizado durante meses en Córdoba, mi ciudad natal, me había
proporcionado esas valencias para enfrentar el duro recorrido con gran
solvencia. A ello se sumaron como mis aliados la diferencia de temperatura de
la noche en los morros de la Sierra de la Mantiqueira, calmando el intenso
calor diurno, y las apariciones de Gerardo y su vehículo en varios tramos del
camino para proporcionarme lo que necesitara, especialmente sus palabras de
aliento.
Mientras tanto, en la punta de la competencia, el extraordinario atleta local Marco Farinazzo cada vez se despegaba más de sus seguidores e iba rumbo hacia la meta ya sin rivales a la vista. El norteamericano Raymond Sánchez lograba el gran mérito de ser el único extranjero que en esta prueba le estaba peleando los primeros puestos al compacto bloque de atletas brasileños constituido por Aureo Adriano, Ariovaldo Branco, Eber Valentim, Eleir Ferreyra y Flavio Viana, entre otros. Corresponde recordar al respecto que en las ediciones corridas hasta ese momento, ningún extranjero había logrado alzarse con el primer puesto, sin poder romper así la hegemonía brasileña.
Ya
cerca de Inconfidentes, veo acercarse a Gerardo con su 4 X 4 y, para mi gran
sorpresa, a Martín Paternó en el vehículo!!! Mi coterráneo ya había abandonado
la prueba al sufrir una caída, pero sumaba su aliento para que yo pudiera
llegar a meta.
Tras el paso por Inconfidentes –kilómetro 117 de la carrera-, donde aproveché para dormitar un poco más de media hora haciendo uso del alojamiento sin cargo, continúo viaje hacia los últimos 100 kilómetros de la prueba donde comienza otra carrera, muy mental, en la que habrá que lidiar entre los efectos del cansancio acumulado y la ansiedad por arribar a meta. Una de las consecuencias del referido agotamiento son los trastornos de la falta de sueño y por la gran cantidad de horas en estado de vigilia. Existen largos tramos que deberé hacer en soledad por lo difícil de acceder en un vehículo (Cabe aclarar en este punto que el atleta tiene prohibido ser permanentemente acompañado por un vehículo el que puede esperarlo en algunos tramos del recorrido. Para ello, se puede contar con la asistencia de un pacer, es decir, un acompañante a pie, especialmente en horas nocturnas y de la madrugada cuando más se sienten los efectos de la falta de descanso y el estado de vigilia). Son precisamente esos lugares donde comienzo a sufrir una deformación de lo que captan mis sentidos: Veo que los árboles se transforman en extraños seres, como duendes, que me están esperando agazapados al costado del camino.
Cuando
diviso una vez más la 4 X 4, mi alegría fue inmensa: Necesitaba sí o sí dormitar
unos breves minutos. Ya era de mañana, eran los primeros minutos del día y le
pido a Gerardo que me ayude a aliviar los efectos de la falta de descanso.
Ingreso al vehículo, me siento, recuerdo que mi interlocutor me hablaba y de
golpe, perdí totalmente el registro de la conversación. Recuerdo haberme
despertado estando sólo en el auto. Tenía la impresión que hacía horas que
estaba durmiendo, pero no. Había sido un breve descanso de unos minutos –me aclaró
Gerardo entre risas quien aguardaba afuera-, pero mi sensación era como si
hubiera dormido largas horas.
Luego
de ese acotado, pero muy reparador sueño, continúo viaje con el previo aliento
de mi apoyo. Sabía que ya había cruzado el meridiano de la prueba, pero no
podía cantar victoria porque aun restaban largos y complicados kilómetros. Tenía
una motivación muy fuerte para finalizar la prueba: el anuncio de la llegada de
mi hijo realizado días atrás por mi esposa. Así, en muchas partes del
recorrido, cuando pasaba por un lugar donde estuviera algún miembro de la
organización o voluntario de la carrera enterado de aquella noticia, se
escuchaba un “forca pai” –fuerza papá-. Los caminos se unían: El Camino de la
Fe en la Sierra de la Mantiqueira como circuito de la carrera, y el
existencial, el de la paternidad. Otra vez, la trascendencia…
A
nuestro equipo, ya transcurriendo la segunda parte de la carrera, en forma
espontánea, se unió el atleta brasilero Julio Latini, gran admirador de la
Argentina y muy servicial, hospitalario. Su intervención fue importante porque
él ya había corrido y completado la Brasil 135 millas en ediciones anteriores
por lo que nos ayudaría a orientarnos mejor en el camino que aun restaba por
completar. Con esa asistencia respecto al rumbo de la prueba, atravesamos Ciudades como Borda da Mata –Kilómetro 135-,
Tocos do Moji –kilómetro 156- y Estiva –Kilómetro 176-. El arribar a esta
última Ciudad es toda una inyección de optimismo para el corredor y su equipo
porque si bien a esa altura de carrera el cuerpo siente tremendamente la
distancia que ha desandado y las dificultades atravesadas, significa una
renovación emocional porque se toma como hito para comenzar a recorrer la
última maratón de las 5 que desafía la prueba. En algún punto de ese trayecto,
lo veo arribar al Director de la prueba, Mario Lacerda, quien se baja de su
vehículo con una gran sonrisa y me dice en su muy buen castellano: “Gonzalo,
estás a punto de convertirte en el primer argentino en completar la Brazil 135
miles”. Cuando escuché estas palabras de
aliento provenientes nada menos que del mentor de este gigante desafío, una
gran emoción invadió todo mi ser. Sin embargo, sabía que debía continuar
enfocado en el camino y que la travesía aún no había terminado.
Cuando arribé a la Ciudad de Consolacao, en el kilómetro 196 de la prueba, me sentía entero, capaz de terminar la prueba; a esa altura vuelvo a encontrarme con Gerardo y Julio en la 4 X 4. Creo que ellos estaban igual o más ansiosos que yo por terminar semejante desafío. Pero allí sobrevino otro momento difícil. Empezamos a apurar la marcha con las estrofas sonando del himno nacional argentino -que provenía de la 4 X 4 y se escuchaba a gran volumen-. No sé al día de hoy de dónde sacaron esa música, pero lo recuerdo como una nota de color que en ese momento me tomó totalmente de sorpresa. Creíamos que estábamos a escasa distancia de Paraisópolis, hasta que Julio se adelanta para ver hacia el final del camino donde había una elevación. Supuestamente desde allí se comenzaría a divisar nuestro punto de llegada: “La soñada Ciudad de Paraisópolis”. Pero, nada, la Ciudad no estaba allí. Al parecer, nos habíamos desviado del camino de la carrera. En ese momento, otra vez sobrevolaron los fantasmas corporizados en la sensación de temor por no poder arribar a meta, aquellos que me invadieron por el kilómetro 105 de la edición anterior cuando mi cuerpo quedo tieso para no moverse más…
Pero
ningún momento es igual a otro, cada acontecimiento lo vivimos de una manera
única e irrepetible. Y ese año, las cosas tenían que ser distintas; por lo menos
eso era lo que en esas críticas circunstancias trataba mi mente de enviarle en
forma de mensaje a mi cuerpo: pensamientos positivos orientados hacia el arribo
a meta.
Aun
disponía de un interesante margen de tiempo para completar la prueba lo que me
invitaba a ser optimista. Así que me enfoqué nuevamente en el camino. Sin
embargo, con el transcurso de la carrera, se fue gestando otra dificultad que
suele ser característica de las largas distancias, más aun cuando el calor
genera mayor fricción del pie con la zapatilla: Las ampollas. Este es un
aspecto del cuidado del corredor que no todos le adjudican la importancia que
merece. Es más, suele ser la causa determinante del abandono de una buena parte
de los competidores en algunas ultramaratones donde se acumulan una gran
cantidad de kilómetros. En mi caso, tengo bastante predisposición a que se me
formen con rapidez, por lo que es uno de los factores que me preocupa a la hora
de evaluar los mayores riesgos sobre mi continuidad o mi rendimiento en
carrera.
En ese peregrinar que ya comenzaba a ser
tortuoso, otra vez me encontré a Gerardo y a Julio Latini. Ambos me miraron
fijamente y me dijeron: “Gonzalo, sólo tienes que seguir unos minutos más a
paso firme por este camino. Ahora sí: Estás a las puertas de Paraisópolis!!!”
Epílogo:
“Bienvenido al Paraíso”. Así parecía decirme el ingreso a la Ciudad de Paraisópolis la que lucía un gigante cartel de recibimiento. No existe manera de describir con total precisión tremenda alegría, con una intensidad y profundidad tan singulares que ninguna palabra, por más atinada que luzca, será suficiente para expresar lo que se siente en ese momento: Trascender al cruzar la meta, dejar el ser que era antes de cortar la cinta de llegada y comenzar a ser otro desde ese mismo momento. Aunque, para ser sinceros, esa trascendencia ya me había sorprendido antes de empezar la carrera y era por noticias de paternidad que viajaban desde Argentina…
Continuará con el Tercer capítulo.
.
.
Agradecemos a Gonzalo por compartir sus vivencias con nosotros y por colaborar para que espiritulibre.com.es siga vivo.
Por supuesto que esperamos por ese tercer capítulo.
Si te ha gustado este post y quieres apoyarnos para seguir creando contenido, pincha en el siguiente link y ayúdanos a mantener esta web funcionando
Gonzalo Frías es un atleta argentino, que posee una conexión especial con la dura carrera de ultrafondo brasileña BR135+. Algunos datos de este atleta: Fue el primer argentino en completarla y es el argentino que más veces ha sido finisher. También es el atleta latinoamericano (no brasileño) que más veces ha completado la carrera de forma consecutiva.
La historia de Gonzalo en esta durísima ultra de 217km merece ser contada, por eso hoy les presentamos el primer capítulo, de una serie de cuatro crónicas, con todo lo que ha vivido este atleta argentino en todas las ediciones, de la BR135+, en las que ha participado.
.
Por: Gonzalo Frias.
Prólogo.
La Brasil 135 millas es un desafío personal sin comparación con ninguna prueba de ultra endurance. Según su mentor Mario Lacerda, completar esta prueba, por las prolongadas, pronunciadas e interminables pendientes, equivale a subir y bajar el monte Everest.
El mes de Enero, pleno verano en Brasil, le agrega el condimento de correr con un calor intenso por las elevadas temperaturas y humedad.
La modalidad non stop termina por convertirla en un complicado reto donde sólo la férrea voluntad de finalizar la prueba permitirá a los atletas arribar a meta después de correr 217 kilómetros durante 2 días y noches por los morros de la Sierra de la Mantiqueira en el Estado de Minas Gerais.
Estas crónicas intentarán contarles cómo un grupo de aventureros de los más variados países intentamos desafiar los complicados recorridos del «Camino de la Fe» en un lugar de ensueño con tierra roja y frondosa vegetación plagado de pequeñas iglesias en medio de lugares selváticos y montañosos que serán un viaje en el tiempo.
.
CAPITULO UNO – AÑO 2008.
DERRUMBARSE A LAS PUERTAS DEL PARAÍSO.
Tras completar en
el año 2006 la tremenda Maratón des Sables -que significa arenas en francés- en
el Desierto del Sahara marroquí, creí que podía vencer cualquier desafío como
el de la BR135 que se me planteó por el mes de enero del año 2008. Grueso
error. Esta prueba es incomparable por el tipo de circuito con subidas
interminables, el extremo calor húmedo, la gran distancia a completar en 2 días
y noches y la necesidad de contar con equipo de apoyo (acompañante a pie y
motorista) por su modalidad non stop. Esa combinación de factores la vuelve
compleja, difícil de ejecutar y finalizar, para nosotros los extranjeros que no
conocemos el complicado circuito que si bien está bien señalizado, posee algunos
tramos donde es fácil desorientarse y más aún avanzada la prueba por el
agotamiento propio de la acumulación de kilómetros en poco espacio de tiempo.
Para acometer
exitosamente un desafío tan singular como éste, se requiere contar con un
equipo integrado por un pacer y un motorista. El primero es un acompañante a
pie durante algunos tramos de la travesía, especialmente en horas críticas como
la noche y madrugada en que los sentidos comienzan a jugarnos una mala pasada
fruto de la falta de sueño y el cansancio pudiendo llegar a sufrir incluso ciertas
alucinaciones. El segundo también resulta indispensable porque en su vehículo
llevará fundamentalmente buena parte de la comida y de la bebida que el
competidor irá consumiendo a lo largo de la extensa marcha.
En mi caso
particular, esta necesidad de equipo sólo la entendí una vez realizado mi
primer reto en aquel año 2008. Para ese entonces “mi team” lo conformaba en
solitario mi esposa Silvia quien en todo momento de la prueba le puso a su
asistencia “la garra charrúa” de los entrerrianos aunque sus denodados
esfuerzos debo reconocer que estaban muy lejos de la perfección sincronizada de
un equipo preparado y conformado por más de una persona. Silvia se manejaba a
pie y hacía lo que podía, me acompañaba por momentos al trote y dependía de la
solidaridad de algún vehículo, sea de la organización o de algún apoyo de los
otros competidores, para movilizarse en trechos largos. De este modo, en los
sectores habitados del camino aprovechaba para hacer alguna compra de comida y
bebida para abastecerme.
En la Brasil 135
millas existen diferentes puntos de asistencia que a la vez son hitos en la
prueba. La largada se realiza desde Sao
Joao de Boa Vista. El primer punto importante como referencia de la carrera
es sin dudas Aguas da Prata, porque se
encuentra en el kilómetro 33 por lo que es próximo al sector donde se
completa el primer maratón de la prueba (corresponde recordar que la BR135
consiste en correr 5 maratones de 42 kilómetros seguidas) A esa altura de la
prueba ya el corredor debutante comienza a tener una idea más acabada de la
dureza del circuito y de cómo responde su físico, organismo y especialmente, su
mente.
Recuerdo que en ese
primer tramo de la competencia ya se iban perfilando quiénes serían mis
“compañeros” de ruta en diferentes tramos del recorrido: Carlos Días y Erisvaldo Paulino serían mis compañeros de
ruta en buena parte de la travesía. El primero es un ultra corredor
impresionante. Recorrió Brasil de punta a punta en una travesía en solitario y
completó el circuito 4 Deserts ( Atacama, Sahara, Gobi y Antártida) entre
varios desafíos. El segundo es un experimentado peregrino que completó el
llamado «Camino de la Fe» que, precisamente, en una parte consiste en
el recorrido de la BR135. Pero también compartí tramos del recorrido con
Rodrigo Cerqueira, una gran persona con quien pude intercambiar varias impresiones
gracias a su muy buen castellano. Sin olvidarme de Antonio Hummel, un personaje
sin igual, un veterano peregrino (así se denomina a quienes recorrieron a pie
el Camino de la Fé en la Sierra de la Mantiqueira imitando el Camino de
Santiago de Compostela en España) y otro de los pioneros de esta carrera. A
Hummel lo bauticé “el hombre de las bolsitas” porque tenía bolsitas de plástico
para todo: Para llevar aparte en la mochila la ropa humedecida, para llevar la
comida separada, para proteger la mochila de la lluvia, para proteger la cabeza
de la lluvia y así para todo. Tampoco olvidaré el momento en que comenzó a
llover fuertemente y sacó de su mochila nada menos que “un paraguas” que incluso
compartió conmigo en algunos tramos de la marcha.
Un
grupo de corredores norteamericanos, fuertemente preparados, había dicho
presente en la Brazil 135: Raymond Sánchez, de origen mejicano, con el fuerte
antecedente de ser protagonista en la Badwater, Jarom Thurston, un abonado a este
evento, siempre principal animador y Jason Obirek al que seguí en varios
sectores de la carrera. Los 3 completaron el recorrido con distintos
resultados, pero en el caso de Sánchez y Obirek sintieron en gran medida la dureza
del desafío y debieron jugar con sus límites para arribar a meta.
En mi caso, me había acomodado en el pelotón de retaguardia de la prueba y el calor combinado con las durísimas pendientes que no acababan nunca, estaban haciendo estragos en mi cuerpo hasta que, por milagro de la naturaleza, se desató una de las tantas fuertes lluvias que caracterizan el clima tropical de esta región del Brasil. Fue como revivir. A diferencia de otros corredores, no significa ninguna dificultad para mí desenvolverme en dichas condiciones climáticas aun cuando sea torrencial, tal como ocurrió en esta parte del circuito. Pero ni el infierno de la selva brasileña ni la lluvia torrencial después desatada ni las pendientes “come piernas” me privaron de admirar un paisaje de ensueño donde se combinaban de manera maravillosa las acuarelas del verde potente del abundante follaje con el intenso rojo de la tierra que transitábamos en buena parte del camino. A ese entorno natural se sumaban las iglesias que me sorprendían cada tanto en lugares perdidos en medio de los morros y la vegetación. Parecía que, además de un viaje en la dimensión espacio, también me había transportado en el tiempo reconociendo toda una arquitectura de la época de las colonias en cada una de esas bellas capillas.
Cuando
arribo al segundo gran hito de la carrera, la Ciudad de Andradas, en el kilómetro 66, llevo ya varias horas de marcha y la
noche comienza a marcar un importante descenso de temperatura, máxime
considerando el temporal desatado horas atrás que determinó, entre otras cosas,
el desvío de los corredores en una parte del circuito en que se había
desbordado uno de los tantos ríos que atraviesan la región. A esta altura de la
travesía decido tomar una sopa bien caliente, fundamental para entrar en calor
y al mismo tiempo, recuperar las sales que había perdido. En todos los puntos
estratégicos del evento se puede optar por descansar algunas horas en algún
hotel u hospedaje de la localidad a la que arriban los corredores, pero los
gastos corren por cuenta del propio competidor y su equipo. Por otro lado, esta
estrategia no es conveniente para los participantes de ritmo más lento, como en
mi caso, en que prefiero parar unos minutos para alimentarme bien, cambiarme la
ropa mojada por una muda seca y continuar camino. Una mala estrategia de
carrera en cuanto a los descansos y sus tiempos puede ser determinante para no
poder arribar a meta dentro del tiempo oficial prestablecido por la
organización, por aquel entonces, 60 horas.
La
noche transcurre en un largo tramo hasta alcanzar otro de los puntos clave de
la competencia, Serra dos Limas en el
kilómetro 84 de la competencia. Es plena noche y me encuentro formando una
tríada con los mencionados Erisvaldo Paulino y Carlos Días. Tenemos un ritmo de
carrera similar y eso nos ayuda a sobrellevar mejor las largas horas nocturnas.
El organizador de la prueba, Mario Lacerda, cada tanto pasa con su vehículo
para alentar a los corredores. Cuando nos toca a nosotros recibir su apoyo, se
forma un interesante duelo verbal entre Argentina y Brasil, lógicamente que
sobre fútbol. Mario me grita a la distancia: “Pelé es melhor que Maradona” y yo
le replico, también a la distancia: “Maradona es mejor que Pelé”. Este duelo se
repetiría en cada visita del director de la carrera y terminó por convertirse
en una risueña forma de comunicación entre nosotros y también para mitigar los
rigores propios de la dura carrera. En Serra dos Limas decidimos descansar en la
morada de un muy hospitalario anfitrión, Newton Lopes, otro brasilero muy
interesado por intercambiar información relacionada con Argentina.
Cada
tanto aparece mi esposa Silvia, siempre en algún vehículo producto de la
solidaridad de los brasileños, trayendo bebida y comida, tal el caso de uno de
los voluntarios de la organización, Glober Santos, un joven brasilero siempre
muy dispuesto a tendernos una mano. Así, van transcurriendo los kilómetros,
pasando por lugares como Crisólia en el Kilómetro 103 y Ouro Fino, en el 109.
Son lugares con increíbles pendientes, muy escarpadas y pronunciadas que van
quitando piernas a los corredores. En mi caso, siento que estas subidas no
terminan nunca y cuando creo que viene una tregua, inmediatamente otra
pendiente me está esperando a la vuelta de la esquina. Así, hasta llegar a otro
de los puntos decisivos de la prueba, en la
localidad de Inconfidentes, a la altura del kilómetro 117. Este lugar es
importante por dos razones. Una, porque cuenta con una estación de servicio que
en la parte superior posee habitaciones que, sin cargo, pueden ser ocupadas por
los atletas para un reparador descanso. La otra, que a esta altura restan exactamente
100 kilómetros para finalizar la prueba y aquí el corredor ya tiene una idea
más aproximada de sus reales posibilidades de completar la distancia total. Es
como que empieza una nueva ultra de 100 kilómetros, con un plan de carrera
diferente al realizado hasta ese momento; la mente dice en esta parte del
circuito: “borrón y cuenta nueva”, hay que concentrarse en esta “otra
ultramaratón” de una centena de kilómetros.
Cuando
un corredor ya lleva sobre el lomo el duro trajín de 117 kilómetros de dura
montaña selvática realmente prepara otra carrera, diferente a la que comenzó
porque se trata de una prueba muy mental que cada vez deja más de lado el
aspecto físico. Es más, necesita prescindir de lo corporal para no recibir con
toda su intensidad los mensajes de agotamiento, dolor, cansancio, falta de
sueño que el organismo repite una y otra vez en forma insistente. La mente del
ultramaratonista aprende a “anestesiar” al cuerpo como una condición
indispensable para poder sobrevivir a la dureza de la prueba, máxime cuando la
misma se caracteriza por la agonía que significa enfrentar la cuantiosa
cantidad de más de 200 kilómetros, interminables, como si el tiempo no
transcurriera, como si el reloj se detuviera contemplando los padecimientos del
corredor de ultrafondo.
Mientras
tanto, en la punta, el invencible atleta local “Ligerinho” se perfila imparable
hacia la Ciudad de Paraisópolis donde lo aguarda la ansiada meta. Todavía la
Brazil 135 millas no contaba con un extranjero que pudiera derrotar a los
fondistas locales de la talla del nombrado Ligeirinho, Aureo Adriano y
Ariovaldo Branco (este último recibido de spartatleta) entre otros.
Regresando
a mi carrera, ya durante el día, tras descansar una breve hora en
Inconfidentes, continué avanzando kilómetros pasando por las Ciudades de Borda da Mata en el kilómetro 135 y Tocos de Moji, en
el kilómetro 156. El calor nuevamente hacía estragos en nuestros cuerpos.
Las impiadosas temperaturas húmedas del verano no nos daban tregua en ese
segundo día de la prueba llegando a las primeras horas de la tarde como un
punto difícil de superar. También encontramos partes del camino totalmente
anegadas por la fuerte tormenta desatada el día anterior. Estábamos obligados a
meter nuestras piernas en verdaderos lagos de fango que a veces se mezclaban
con el estiércol de los cebúes, que son una de las principales fuentes de
producción del Estado de Minas Gerais. Cuando lográbamos emerger de esa
combinación de lodo y abono, era impresentable el estado de nuestras zapatillas
que pesaban una tonelada hasta que lográbamos deshacernos de esa costra que se
adhería al calzado.
Cuando
arribé a la Ciudad de Estiba en el
kilómetro 176 de la competencia realmente creía que podía completar la
distancia. “Sólo” me separaba un maratón de 42 kilómetros de la línea de meta
(la distancia recorrida ya equivalía a haber superado 4 maratones seguidas).
Recuerdo que en esa localidad me recibieron los voluntarios y organizadores con
gran júbilo. Para ellos, cada arribo de los corredores a los puestos de control
era un gran motivo de celebración porque simbolizaba el ir superando de a poco
los distintos desafíos que significaban cada tramo de la travesía. Pero algo
pasó a medida que me iba acercando al punto llamado Consolacao ubicado en el
kilómetro 196 de la prueba. Por un error de cálculo y de falta de conocimiento
del circuito, creí haber llegado a esa localidad por lo que empecé a acelerar
el ritmo de mi trote, es más, apuraba a mi esposa que me acompañaba en ese
momento porque estaba convencido que estábamos muy cerca de la meta. Mi
preocupación por acelerar radicaba en que contaba con poco margen para arribar
a meta dentro del tiempo límite establecido. Luego, la desilusión: aun restaban
casi 30 kilómetros para cruzar la línea de llegada. Ya no estaban mis
compañeros de ruta, Erisvaldo Paulino y Carlos Días, que se me habían
adelantado rumbo a meta. Estábamos solos en medio de una ruta desconocida
Silvia y yo, que percatado del error de cálculo de la distancia, comenzaba a
flaquear en mis fuerzas. Para colmo de males, no pudimos tener contacto en ese
tramo con nadie de la organización que nos orientara sobre el tramo que restaba
transitar.
Después
de recorrer 205 kilómetros durante 2 días y noches, me detengo en plena
carretera con mis piernas totalmente tiesas. En pocos minutos mi cuerpo no
puede trasladarse más presa del agotamiento. La hipotermia me invade producto
del extremo cansancio y el frío repentino del anochecer. Es el fin de mi
esfuerzo. Me he derrumbado a las puertas del paraíso porque, paradójicamente,
la llegada se encuentra en una Ciudad llamada «Paraisópolis».
Luego de semejante esfuerzo sin poder arribar a meta, lo primero que pensé es no volver a someter nunca más mi cuerpo a esa paliza. Sin embargo, no imaginaba todavía en ese momento de quiebre que al año siguiente regresaría para continuar con un proceso de 4 años que me permitiría alcanzar uno de los hitos más trascendentes de mi vida atlética. Ese final fallido a las puertas de Paraisópolis, lejos de ser el cierre, era el comienzo de una fuerte experiencia de vida en la que, a su término, tendría el placer de llevar en mi mente y corazón guardados como tesoros las inolvidables experiencias con corredores y personas singulares de las más variadas nacionalidades, culturas y credos, todo en medio de un paisaje de ensueño que, como un imán, me atraería año a año a correr agotando absolutamente todo mi ser en cada una de mis 4 participaciones.
Gonzalo junto a su esposa. Año 2008.
.
.
Agradecemos a Gonzalo por compartir sus vivencias con nosotros y por colaborar para que espiritulibre.com.es siga vivo.
Por supuesto que esperamos por ese segundo capítulo.
Si te ha gustado este post y quieres apoyarnos para seguir creando contenido, pincha en el siguiente link y ayúdanos a mantener esta web funcionando
Alejandro Almirón es un atleta argentino con una carrera corta pero vertiginosa en el mundo del ultrafondo. En su pequeño gigante curriculum figuran carreras como la durísima Brazil 135+, la PT 281+ de Portugal y por supuesto, el mítico Spartathlon griego.
A continuación compartiremos su crónica de la carrera y las mejores imágenes de este atleta en el Spartathlon 2019. Mencionar, también, que Alejandro fue parte de una Legión Argentina de récord, llegando con nueve atletas a los pies del rey Leónidas.
Aquí su historia:
Recuerdo que hace seis años no corría, tenía un poco de
sobrepeso y un aburrido domingo a la tarde, buceando en internet, me encontré
con el Spartathlon. Mientras leía, primero me pareció imposible, quimérica y
luego pensé que los que la corrían serian superhumanos o estaban locos.
Me puse esa vara bien alta sin haber corrido, ni siquiera,
un kilómetro y quizás «algún día” intentaría correrla. Arranqué de cero,
estudié, aprendí, pregunté y me equivoqué, hice todo sin entrenador (considero
que nadie conoce mi cuerpo como yo mismo)
Pasó el tiempo, las marcas, las ultras y este 27 de
setiembre, después de seis años, estaba en la línea de largada, era uno más de
esos locos.
Era una hermosa mañana y correr el Spartathlon por primera
vez hacía que todo fuese sorpresa, asombro. Iba mirando el paisaje como un niño
por la ventana del coche, los kilómetros y el calor no se sintieron al
principio, por lo cual el kilómetro 42 llegó sin sorpresas.
A partir de allí el sol empezó su castigo y los corredores,
de a poco, empezamos a sentirlo. Yo llevaba un control riguroso de ingesta de
sales, geles y carbohidratos que seguí a rajatabla, cada hora. Hoy pienso que
eso fue un acierto.
Pasé a Sandra Rolón en el kilómetro 60 y la noté golpeada
por el calor, vi varios corredores más en la misma situación. Al kilómetro 81
(Corinto) llegué bien, con cuarenta y cinco minutos de margen, estuve unos
minutos en el CP, comí un poco de pasta y salí. Después supe que en ese check
point quedaron muchos corredores. Seguía
pasando corredores, que no se reponían del calor, yo sabía que era una carrera
que te obliga a correr casi todo el tiempo.
Cerca del kilómetro 100 lo veo a German Cordisco que venía
muy lento, le pregunto a Betiana Pintener y me dice que él no había orinado
nunca ( llevábamos casi diez horas de carrera), le di sales, agua, otra vez
sales y no se reponía. Cuando llegamos al control del kilómetro 103 le dije que
no podía seguir así, que pondría en riesgo sus riñones. Lo entendió, no sin
antes, sentarse a llorar al lado de mi equipo. Betiana se quería quedar con él
pero me la llevé casi obligada.
Empezaba a oscurecer y fuimos juntos un buen trecho hasta
que decidí ir más lento de acuerdo a mi plan, en el kilómetro 120 empezó mi
bajón, mareos y descompostura, lo cual hicieron que llegue caminando al check
point. Me senté dentro del coche, creí, en aquel momento, que tuve un bajón de presión,
también tomé reliveran para las náuseas y pasados diez minutos me repuse.
Mas tarde en el kilómetro 150 el sueño empezaba a hacerse
sentir más fuerte, pese a las tazas de café que había tomado. No quería parar,
si bien mantenía una hora de ventaja sobre el corte, me propuse seguir pero,
literalmente, no podía. Daba diez pasos y me iba hacia el medio de la ruta.
«¿Qué hago?» pensé, bajé la cabeza y busqué lo que había escrito en
las puntas de cada una de mis zapatillas: «Juli y Tomi», el nombre de
mis 2 hijos. Solo con mirar sus nombres, sentía que estaban haciendo el
esfuerzo conmigo, fue muy movilizador sentir que los tenía en mis pies, ayudándome.
Así llegué a la base de la montaña donde me pondría abrigo, guantes
y mochila, pero no fue así ya que mi equipo se perdió y no llegó al CP a tiempo.
Subí la montaña como estaba, decidí no pensar en el frio y sólo subir. A la
bajada sufrí una caída fuerte, gracias a dios sobre las nalgas y no sobre un
hueso. Finalmente estaba del otro lado.
La encuentro a Betiana otra vez y fuimos hasta el kilómetro 190
juntos, amaneció y por suerte fue con neblina y sin sol. En el kilómetro 200
comienza una subida grande y veo que Betiana se va quedando, yo decido seguir,
subida, subida y más subida. Faltando treinta kilómetros se fueron todas las
nubes y el sol salió a cobrarse las horas que no estuvo; fue tremendo,
inclemente.
Yo llevaba, todavía, una hora y decidí quedarme más tiempo
en los puestos. Tuve mi segundo bajón, hacía ya muchas horas que no tomaba más
geles y que nada solido me pasada. Sumado al desgaste de las subidas, estaba vacío
de energía; me mojé la cabeza, mastiqué, chupé y escupí las gomitas energéticas
y con eso fui recuperando fuerzas. El último tramo era todo bajada, pero mis cuádriceps
se habían ido de mi cuerpo, hacía ya muchos kilómetros .
Recordé, antes de apagar el teléfono, el último mensaje de
mi hijo de hacia ya, un día y medio: «Tranquilo Papá, todo va a salir
bien», me levanté de la silla, me puse una toalla mojada en la cabeza, la
mente en blanco y a correr.
Decir que fueron interminables, esos kilómetros que
quedaban, es poco. Así como también interminable parecía esa avenida, pero ya
no importaba. Ya no había dolor, no había cansancio.
Me puse la camiseta argentina y con mi equipo al lado disfrutamos de ese paso triunfal con tantas muestras de afecto en las calles, los balcones y los niños. Así fue hasta llegar a esa figura gigante y besar esos pies, levanté la vista y le dije: «Misión cumplida, aquí estoy!”
.
Fotos: web oficial del spartathlon
.
Desde espiritulibre felicitamos a Alejandro por este magnifico logro y esperamos verlo a los pies del rey Leonidas, durante muchos años más!
Si te ha gustado este artículo y quieres apoyarnos para seguir creando contenido, pincha en el siguiente link y ayúdanos a mantener esta web funcionando.