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SPARTATHLON 2022 – DIMACK REYT

5 diciembre, 2022

Ha pasado más de un mes de mi regreso de Grecia y este fin de semana participé de una carrera, por primera vez, desde el Spartathlon. Fueron 15km que me llevaron una hora y veinte, confirmando que el tatuaje cicatriza más rápido que los músculos.

Mi historia con el Spartathlon comenzó allá por el año 2012 cuando me relacione con unos corredores que conocía de distintas carreras. Si bien yo había corrido algunas maratones e incluso un par de Iroman, ellos ya habían corrido ultras de 100km y fue justamente de ellos que escuché por primera vez la palabra Spartathlon. Consolidamos el grupo y la amistad, corrimos algún ultra de montaña y en el año 2016 mis primeras 6hs de ruta en la ciudad San Pedro.

Ya no hubo vuelta atrás.

El Spartathlon se volvió el objetivo en mi mente y me llevo 3 años lograr la primera clasificación corriendo en una carrera de24hs pero lamentablemente dicha clasificación luego la perdí con el sorteo y la pandemia. En octubre del 2021 volví a lograrla y luego de pasar por la angustiante lista de espera, el 25 de mayo me llego el mail con la noticia de que sería por fin de la partida. Desde ese momento, además de ajustar con mi entrenador los entrenamientos y la preparación física, me aboque a un aspecto que creo que fue fundamental para conseguir terminar esta dura prueba en tiempo y forma.

Me dedique a ver videos, leer y releer crónicas. Arme planillas comparando tiempos y ritmos de otros finisher con los que podía compararme. Sabiendo que ya pasados mis 53 años y con mis antecedentes como corredor llegaría con lo justo, no podía fallar en ningún aspecto de la logística, la alimentación y la hidratación durante las 36hs. Así fue que escribí y estudié de memoria las distancias y los tiempos de corte de los PC que tomaria como referencia, los ritmos, las paradas, lo que encontraría en cada una de las 6 bolsas que enviaría a los puestos. Una bolsa por cada maratón en la que organice mi carrera.

Con todo esto en la cabeza, llegue a Atenas el domingo al mediodía, con la intención de tener tiempo de adaptarme al clima y el cambio de horario, además de hacer algo de turismo. En un hotel del centro nos encontramos con Javier y Sergio, otros dos corredores argentinos. A pesar de largas caminatas turísticas y de evitar la siesta, me fue muy difícil conciliar el sueño. El nivel de ansiedad era muy alto y sumar horas de desvelo me tenía más preocupado aún. El martes por la tarde llego Karina desde Paraguay y el miércoles nos trasladamos juntos a Glifada a ocupar los hoteles que nos asignó la organización.

A los argentinos nos tocó el Oasis, epicentro de la carrera, allí tuve el lujo de conocer personalmente a figuras de nuestro ultra, como son Nicolas, Patricia, Pablo y Virginia. Estrellas al alcance de la mano que gentil y amablemente nos brindaron su luz. Llego la hora de la acreditación, ese trámite donde recibimos el kit con el número de corredor, el chip de control y se firman algunos papeles. Mientras lo hacía me invadió una creciente sensación de emoción, miedo, excitación y añoranza, al ver que por fin estaba dentro de la carrera por la que tanto había esperado. Salí al patio trasero del hotel buscando un rincón solitario en donde me senté a llorar desconsolado. Javier y Sergio se acercaron y se sentaron a mi lado sin decir palabra, respetando ese momento tan personal y emotivo.

Pasado aquel momento tomamos unos mates y a partir de allí fue todo calma y tranquilidad, una especie de desahogo que permitió que esa noche durmiera bien y de un tirón, al igual que la noche del jueves previa a la largada. Cuando el viernes por la madrugada bajamos del micro en la zona de la largada, me encontraba en paz y tranquilo como nunca antes en otra carrera a pesar de que estaba en la salida de la carrera de mi vida.

Disfrute mucho ese momento, gente de más de 50 países reunidos con el mismo objetivo, locutores hablando en cinco idiomas, fotos abrazos y el ansiado disparo de salida.

Había llegado la hora de la verdad.

Partimos antes del amanecer a las 6:45hs del viernes. Este año nos regalaron 15 minutos debido a que en algún lugar (que nunca supe cuál era) había unas reparaciones en el camino y se agregaron al recorrido unos 1400 metros, como si 246km no fueran suficientes. Desde los pies de la acrópolis fuimos tomando distintas avenidas que nos sacaban del centro de Atenas en dirección al puerto de Pireus. Mi plan era correr una hora y media o dos en forma continua y luego alternar 12 minutos de trote por 3 minutos de caminata. Buscaría tener un ritmo promedio de 6:10 a 6:20 el kilómetro los primeros 80km. Apenas comenzó a amanecer la temperatura subió y el calor se hizo sentir fuerte desde temprano y a los 20km sentí necesario mojarme, ponerme hielo para controlar la temperatura. En esta edición el calor fue determinante y provoco más abandonos que de costumbre. Yo seguía con mi plan y tomaba dos o tres vasos de agua en cada puesto, recargaba las botellitas del chaleco y me ponía hielo dentro de la gorra (a veces también dentro de las mallas sobre los cuádriceps).

Temprano durante algunos kilómetros corrí cerca de Sheila, nos pasamos algunas veces hasta que dejé de verla. Un poco más adelante entrando a Elefsina alcance a Nicolás Kierdelewicz, íbamos pasando la zona de las refinerías, por el gusto y entusiasmo de correr con él deje de lado algunas de las caminatas. Antes de llegar a Megara se fue adelantando y ya no volví a verlo hasta el CP22. En Megara se cumple el primer maratón que pase en 4hs y 18 minutos. Allí me esperaba la primera bolsa de donde saque la dosis de recovery (lo prepare y lo tome), puse más geles en la mochila y seguí por una ruta que empezaba a bordear el mar. Creo que esa es la zona más linda de la carrera por las vistas que ofrece. Las constantes subidas y bajadas hacían que de tener el mar casi al lado nuestro, lo viéramos en pocas cuadras desde unos 50 o 60 metros de altura. Un mar de un azul inolvidable.

Allí el plan de trote por minutos cambio por uno dictado por las pendientes. Pero la lucha no era esa sino contra el calor y la deshidratación. A las 6hs de carrera todavía no había orinado nada así que forcé la ingesta de líquido en cada puesto y cuando al fin lo hice tuve una clara señal de que la cosa no iba bien, un chorrito color Coca-Cola. En las dos mesas siguientes pedí una botella de litro y medio de agua y las tomé enteras, la cantidad de sal que tenía sobre la piel parecía arena. Continúe tomando mucha agua hasta que note las manos hinchadas, las capsulas de sal que tomaba (de a dos por hora desde el medio día) y los geles no estaban siendo suficientes. Estaba hiponatrémico y si no lo corregía pronto estaría fuera de carrera.

Decidí comenzar a comer sal a puñados que sacaba de saleros que había en las mesas, lo seguí haciendo hasta el último CP. En el kilómetro sesenta, aproximadamente, me sorprendió alcanzar a Javier. Me cuenta que venía sufriendo calambres en los gemelos, hablamos sobre el calor y la hidratación, avanzamos juntos un rato pero después no quiso seguir mi ritmo. Yo creía estar dentro de los planes así que seguí como lo venía haciendo. Unos kilómetros más adelante me alcanza Patricia Scalise quien según sus propias palabras “entra en una de sus muertes” y se queda. Después me vuelve a alcanzar sobre la pasarela que cruza el canal de Corintos, me pega un grito, freno y sacamos unas fotos.

Este es uno de los momentos emotivos de la carrera ya que el canal marca uno de los hitos del Spartathlon. Llega el Sergio el Zurdo y terminamos de cruzar juntos, a la salida de la pasarela estaban Alejandra (otra corredora argentina que había salido de carrera) Marcelo y Marta alentando nuestro paso. Llegamos a CP22 en el kilómetro ochenta y el Zurdo me recuerda que ahí teníamos que comer, eran las 15:30hs y llevaba unos 50 minutos por delante del tiempo de corte. Tomé un descanso de unos diez minutos, comí un buen plato de pasta y mi dosis de recovery sentado en una silla a la sombra. Desde allí vi que Nico, Pato y el Zurdo salían del CP22 pero yo no estaba listo para seguirlos y ya no volví a verlos. Desde allí seguí solo por un camino rural flanqueado por olivares y su riego artificial, quintas, plantaciones y el siempre presente sol. Paso la plaza de antigua Corintos y sigo alternando trote/caminata según las pendientes, iba pasando la tarde y me sentía bien. salían de la escuela unos chicos que nos acercaban cuadernos para firmar y me paro a firmar algunos.

A eso de las 18:20hs paso por el kilómetro 100 en 11hs 30min, casi una hora delante del corte. A partir de allí comienza una fuerte subida hasta Nemea pero sin embargo no tengo de esa etapa ningún recuerdo claro, lo note después de la carrera, viendo algunos videos de esa zona la cual me pareció completamente desconocida. De alguna forma alcance el CP35 en el kilómetro 124 donde tenía remera de mangas largas y campera cortaviento. Me las puse sin registrar la acción, si hubiera estado más lucido me habría dado cuenta de que no hacía falta tanto abrigo. Seguí y en algún lugar antes de llegar a Lyrkia me alcanzaron Javier y Alejandro. Su compañía me despertó y seguimos corriendo juntos, Javier venia vomitando desde temprano sin encontrar solución. Ale marcaba el ritmo y nos invitaba a “tirar un poquito” cada vez que la pendiente nos permitía trotar. Al día de hoy no recuerdo con seguridad si me quede dormido en algún puesto de control o si camine medio dormido muy lentamente por aquellos momentos, me inclino más por esto último. Fue un tramo muy malo que me llevó más de siete horas avanzar 45 kilómetros.

 Llegamos a Kaparelli que es un pequeño pueblito antes de las subidas en zigzag que llevan a la base de la montaña. Allí tomé tres vasos de sopa de arroz y fue la última vez que estuve sentado. Llegando al puesto de control de la base de la montaña, algún lugar oscuro aparece Pablo que me saluda, me alienta, me avisa que voy 18 minutos delante del corte y me empuja hacia arriba. A poco de entrar en la senda de subida me pasa Alejandro y no pude seguir su ritmo de subida. De a poco termine la subida y la pase bien, bastante más duro fue bajar ya que era un camino de mucha pendiente cubierto por pequeñas piedras que rodaban bajo mis suelas y los cuádriceps muy cansados para frenar hicieron que terminara sentado en el suelo dos o tres veces. Quise parar en el puesto de control que marcaba la salida de la montaña a sacar piedritas de las zapatillas pero al verme una persona del CP, en tono serio y señalando su reloj me dijo: “keep moving”. Solamente llevaba 12 minutos delante del corte.

Allí en ese momento largaba mi tercer “carrera” que ahora seria contra el reloj. Tenía mucho, mucho sueño quería sentarme a descansar pero ya no había tiempo para ese tipo de lujos. La carrera me estaba mostrando los dientes y no era tiempo de asustarme. Estaba en la carretera solo, me gritaba “despertaté” y me daba cachetazos en la cara para no dormirme, cosa que funcionó y poco a poco me fui despertando. Me repetía una y otra vez que no me iba a entregar, que ese era el momento de recuperar tiempo, ya que pronto llegarían otra vez duras subidas. El Spartathlon me estaba mostrando sus cartas y si quería ganar tenía que gritarle la falta aunque solo me quedaran dos negras.

Pase Nestany sin mirar para el costado, en ese tramo adelante a un yanqui grandote y a un corredor finlandés. Un poco más adelante leo en el dorsal del corredor que iba delante de mío un nombre que me suena conocido, reconocí en su pierna el tatuaje de la Philipides run. Era el corredor griego Georgios Panos. Corrimos un rato juntos y luego sin querer lo deje atrás. Alcanzo el CP60 dejo la ropa de abrigo que traía colgada en la mochila, me pongo mangas cortas, preparo el recovery y antes de continuar veo que tenía 20 minutos sobre el tiempo de corte, algo había mejorado. Llegan otra vez las fuertes pendientes y el calor había vuelto a ser abrazador. Seguía metiendo sal a puñados y todo el líquido que podía. Lo último solido que había comido fue la sopa de arroz de Kaparelli. No sentía hambre, solo sed.

Dejo atrás Tegea la ruta sigue subiendo fuerte en busca de la famosa autopista, alternando pendientes muy marcadas con pequeños rellanos. La marcha forzada de las subidas me ponía los muslos al rojo vivo y cuando la pendiente aflojaba quería descansar, pero llevaba bien grabada una advertencia de uno de los tantos relatos que había leído sobre la carrera. Era el relato de un español que decía: “Si en el segundo día de carrera te encuentras caminando en los llanos o en bajadas, estas fuera”. Ni bien podía cambiaba la marcha por el trote y aunque los primeros pasos de trote me dolían lo indecible, una voz dentro mío me decía convincente, que así debía ser, que si estaba corriendo esa carrera tenía que doler, que estaba incluido en el precio.

En determinado momento tome conciencia de que estaba en terreno desconocido, nunca antes había corrido más de 186 kilómetros y estaba a punto de llegar a los 200. Lo festeje solo con los puños levantados. En pleno festejo solitario me alcanzó Javier Zannino (corredor argentino) o lo que venía quedando de él. Había seguido con vómitos y sin poder comer, no sé de dónde sacaba fuerzas para seguir avanzando pero lo hacía. Íbamos a la par pero sus movimientos eran muy descoordinados. Cuando llegábamos a un CP se derrumbaba sobre las sillas y su estado me preocupaba. En Atenas nos habíamos prometido llegar a Esparta o caer desmayados en la ruta. En el CP69 a menos de veinte kilómetros del final Javier quedó tendido en un banco al cuidado de los paramédicos que había en ese sitio. Seguí solo y al rato una familia de EE. UU me cuenta, desde su auto, que a mi amigo Javier se lo había llevado una ambulancia.

Pasado el kilómetro 220 cuando pensaba que ya solo me quedaba bajar veo una curva a la izquierda que sabia fuerte, no lo podía creer, miraba para los costados buscando una bifurcación que bajara pero no, volviamos a subir. En esa zona converse con Martin, un atleta checo y con Iván, atleta de Bélgica a quien conocía del hotel. Ahora si eran solo bajadas aunque bajar ya no representara un alivio, bajar también dolía. Reconocí con alegría un CP, luego de una curva, que se encuentra en una estación de Shell a solo diez kilómetros de la llegada.

Un rato más tarde estaba cruzando el puente sobre el rio Evrotas, que sirve de entrada a la ciudad. Al otro lado del puente se llega al CP74, donde por lo general allí se deja la bandera y alguna remera con la que se quiere hacer la llegada. En ese puesto me detuve para hacer ese cambio y dejar allí el chaleco con las botellas y comida que por fin ya no iba a necesitar. Lo que no tuve en cuenta, ni si quiera me acordaba de su presencia, fue que con mi mochila quedaba también en ese puesto, el GPS de control. Quedó allí con baterías nuevas ya que una asistente me había parado en el CP70 y me las había cambiado.

Parece un detalle menor pero esa distracción generó un momento de desconcierto y preocupación entre los grupos de amigos y familiares que me seguían en argentina. Mi señal se había detenido abruptamente a menos de tres kilómetros de la llegada. Pensaron que me había desmayado allí o aun algo peor. Que era imposible que por una cuestión menor dejara la carrera en ese momento. Leyendo después los mensajes entre los integrantes de los grupos, vi que estuvieron unos cuantos minutos muy asustados . Por suerte pronto vieron la transmisión en vivo que mostraba mi llegada y respiraron aliviados. Cosas, pros y contras de la tecnología. Por último agregar que a pesar de estar lejos y ser la carrera más dura que corrí en mi vida, siempre sentí que estaba a la altura de las circunstancias. Tuve siempre pensamientos positivos y auto alentadores. Puedo decir que salvo algunas horas de la mañana del sábado, disfrute la carrera enormemente. Solamente en algunas horas de la mañana del sábado tuve que pelear los kilómetros, obligarme a seguir.

Un par de calles, un par de curvas y estaba en la avenida final.

No tengo las palabras justas para describir el torbellino de sensaciones, euforia, alegría, emoción, orgullo y podría seguir. El público que a pesar de las horas y de ser ya casi los últimos en llegar seguía alentando y felicitando nuestro arribo. Gritaban bravo pero pronunciado las dos veces con v y creo que no voy a olvidar nunca el sonido de esa palabra. Había imaginado que esas últimas calles las haría caminando para grabar más momentos pero no pude. Lo que quedaba de fuerza dentro mío me puso a correr. Me acompañaban Pablo con su cámara, Marcelo que me acerco una bandera argentina y Karina sacando fotos.

No pude contener el llanto.

Subí los tres o cuatro escalones y me encontré cara a cara con Leónidas, ese encuentro con el que había empezado a soñar cinco años atrás. Toque sus pies y los bese como marca la costumbre espartana.

Tarea cumplida, cinco años de preparación, 246 kilómetros de carrera resumidos en un instante que será eterno. Nada importante, nada que nos llene de orgullo se logra de un día para el otro, como dice una canción, tarda en llegar y al final, al final hay recompensa.

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SPARTATHLON 2018 – DIEGO ROJO GARRIDO

22 agosto, 2021

Diego se presentó en la linea de partida del Spartathlon por primera vez y por esas cosas del destino le ha tocado vivir una de las peores ediciones de la historia, sino la peor. Lluvias durante, prácticamente, toda la carrera, tormentas terribles y vientos huracanados. Una estampa apocalíptica que solamente los más fuertes, de cuerpo y mente, pudieron vencer. Diego Rojo Garrido estuvo en ese selecto grupo de vencedores que lograron, a pesar de todo, llegar hasta los pies de Leónidas.

Una gesta digna de los héroes de la Grecia antigua que en espiritulibre nunca olvidaremos.

 

Aquí su historia:

 

 

“SIGUE NADANDO, SIGUE NADANDO (“Dori” en “Nemo”), O LA SUPUESTA SOLEDAD DEL CORREDOR DE FONDO…”

 

Mucho se ha hablado de la soledad del corredor de fondo y, por extensión, de ultrafondo. Aunque yo me he sentido así en numerosas ocasiones, tanto entrenando como compitiendo, la preparación y la disputa del Spartathlon 2018, ha marcado un antes y un después como corredor popular y como persona.

Los días previos a la prueba, bromeaba con la frase de la compañera azul de Nemo, la “pez cirujano” Dori. El día antes de la prueba, recibí un mensaje de ánimo de mi mujer y de mi hija,  con el famoso “Sigue Nadando” que encabeza este texto, y que me hizo mucha gracia, sin saber que se repetiría en mi cabeza como un mantra durante los momentos más duros del recorrido.

La verdad es que el detalle vino que ni pintado para la ocasión, porque la carrera de este año estuvo marcada por el ciclón Zorba, bajo el cual tuvimos que correr, con rachas de viento que superaron ampliamente los 100 km/h, lluvias torrenciales, tormenta con aparato eléctrico, granizo, barro y desbordamientos en la calzada, con el agua en ocasiones por encima del tobillo, objetos diversos volando, árboles y paneles arrancados de cuajo, y otras dificultades que añadían dureza extra al hecho de tener que recorrer los 246km de la prueba en menos de 36 horas. Como navegante y como montañero he estado en numerosas ocasiones expuesto a condiciones climáticas adversas y frío extremo, pero nunca en una situación de agotamiento tal como la vivida este último fin de semana de septiembre en Grecia.

Los primeros kms hasta Corinto, relativamente planos, se sucedieron de manera más o menos tranquila, y con casi hora y media de adelanto sobre los tiempos de corte, en gran medida gracias a la compañía de Juan Andrés Camacho. Me encontré con él poco después de la salida, al pie de la Acrópolis,  y lo dejé ir alrededor del 60-70, por ser su ritmo superior al que yo podía mantener con comodidad, y por reservar fuerzas para lo que vendría más adelante. Estuvimos corriendo bajo una lluvia suave, que acabó empapándonos, pero la sensación térmica era relativamente agradable.

En Corinto, en el control 22 (km 81), me esperaba mi hermana Maite, mi ángel de la guarda particular, sin el apoyo de la cual dudo que hubiese sido capaz de terminar en tiempo. Allí, como la climatología comenzaba a complicarse, me ayudó a cambiarme de ropa por primera vez, me dio un masaje con aceite térmico para calentar un poco los cuádriceps, que comenzaban a estar doloridos, y comí sentado por primera vez desde la salida. La vuelta al ruedo fue de lo más desesperanzadora, ya que en los primeros metros no era capaz de correr, y tuve que caminar 3 o 4  minutos hasta que volví a entrar en calor y pude trotar nuevamente. Por delante me quedaban ni más ni menos que los 165 kms más duros de toda mi vida. No obstante, a partir de este punto los tiempos de corte se suavizan, por lo que a pesar de lo anterior pude ir aumentando paulatinamente mi margen sobre ellos, hasta algo más de dos horas, que fue lo que me salvó en el último cuarto de carrera, donde iba realmente fundido.

Todos los relatos de corredores coinciden en que a partir de aquí lo normal es caminar cuesta arriba y correr en llano y cuesta abajo, aunque lo cierto es que donde podía correr lo hacía, incluso en las cuestas arriba suaves, con el afán de “guardar minutos” para cuando me viniera abajo, porque en una carrera como esta nadie te salva de venirte arriba y abajo unas cuantas veces.

A partir de entonces, y antes de la llegada de la noche, se desató el infierno. Comenzaron las lluvias torrenciales, el frío por el viento intenso, los pies permanentemente empapados al cruzar las numerosas balsas de agua, y la organización desbordada en algunos controles, donde no había agua caliente para poder tomar una sopa o un té que te reconfortaran por dentro, ya que por fuera no había nada que hacer. Decido entonces abrigarme completamente antes de lo previsto, cambio de zapatillas incluido, en previsión de la entrada en la zona de montaña, en el control 43 (km 148), al que llegué en torno a las 01:00, con unas 2h10´de adelanto sobre el tiempo de cierre. Como no había nada caliente que tomar en el avituallamiento, y el estómago me empezaba a dar problemas por el frío, decidimos meternos dentro de un bar y comer algo a cubierto mientras mi hermana, siempre atenta a mis necesidades, me ayudaba a cambiarme. Salí de allí enfundado en 4 capas, con zapatillas secas, un número más grandes en previsión del edema, y con energías renovadas aunque, como en Corinto, sin poder correr hasta unos minutos más adelante, y con amenaza de tiritona imparable por el choque térmico al salir del calor a la tormenta, mi mayor miedo toda la noche.

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SPARTATHLON 1990 – ADALBERTO MAIDANA

21 agosto, 2021

Cuenta la leyenda que una mañana de 1988, mientras desayunaba, encontró una pequeña nota en el diario, su título decía: «EXIGENTE PRUEBA EN GRECIA», volvió a leer esa pequeña nota una vez más, luego otra vez y después volvió a leerla por cuarta vez mientras un pequeño fuego comenzaba a verse en sus ojos. Algunos recuerdan que como preparación para esa gran carrera intentó correr desde Buenos Aires hasta San Nicolás, unos 250km, falló en ese intento y entonces se le ocurrió correr 24hs en una pista de atletismo como entrenamiento, fue la primera vez que alguien corría 24hs en Argentina. Tiempo después correría durante 36hs como preparación final para su gran desafío en el Spartathlon.

Durante todo ese tiempo, sólo cuatro palabras retumbaban en su mente: «EXIGENTE PRUEBA EN GRECIA»

 

Aquí esta su historia, la primer gran historia de un Argentino en el Spartathlon.

 

Por: Adalberto Maidana

 

LA LLEGADA A GRECIA
Eran las 17.30 horas del 23 de Septiembre, el avión de BRITISH AIRWAYS, procedente de LONDRES, se posaba lentamente en la pista y comenzó a recorrerla hasta detenerse totalmente.
Cuando se abrieron las puertas y bajé por las escalerillas del avión, sentí una emoción muy grande; había llegado a la tan soñada GRECIA, estaba en ATENAS, un lugar del que conocía sus bellezas solamente por comentarios, postales o fotos, y ahora tenía la oportunidad de conocerla personalmente, nadie me lo iba a contar.
Pero a la vez mi emoción era doble, porque además llegaba como deportista representando a mi país, ARGENTINA, a participar en la prueba del SPARTATHLON, la competencia atlética de Ultramaratón más importante del mundo, porque recuerda la gesta de FILIPIDES y además forma parte de la Historia Universal.
Esta prueba se realiza todos los años y en la misma participan los mejores atletas del mundo, partiendo desde ATENAS y finalizando en ESPARTA, al pie de la estatua de LEONIDAS, al final de la Avenida PALEOLOGOU, en esa localidad, recorriendo 250 kilómetros por rutas y caminos de la legendaria GRECIA.
Al salir del Aeropuerto, luego de cumplir con los requisitos de Aduana, fui ubicado por los organizadores del evento, que me estaban esperando (como lo hacían con todos los atletas extranjeros) en la VILLA OLIMPICA del Estadio que lleva el mismo nombre y que se encuentra ubicado en la zona de KALOGREZA, camino a KIFISSIA.
Allí empecé a sentir el cariño y el respeto con que se me iba a tratar de ahí en más, por la Señora MARIANNA VEREMIS, quien tenía a su cargo recibir a los participantes de la prueba, y que desde el primer momento me hizo sentir como en casa, pero en la medida que pasó el tiempo, sentí que todas y cada una de las personas con las que iba a tratar, eran de la misma forma: respetuosos, sencillos, simples y siempre dispuestos a solucionar cualquier problema que se presentara; actitud que no me sorprendió ni extrañó, ya que en BUENOS AIRES, sentí el mismo afecto y buena predisposición, cada vez que solicitaba alguna información a mi amigo ELEFTHERIOS KOUVARITAKIS, quien era el Vice – Cónsul de GRECIA en ARGENTINA y además era un corredor de Maratón.
Los días previos a la competencia, realmente no me fue posible visitar ni recorrer totalmente la ciudad de ATENAS (si lo hice después de finalizada la prueba) pero de lo que pude ver y sentir, además de la belleza del paisaje y sus monumentos históricos, rescato el cariño de la gente del pueblo griego.

EL INICIO DE LA PRUEBA

De la prueba en sí, podría escribir mucho y estoy seguro que me faltaría espacio para poder contar todo en detalle. Si debo decir que fue algo extraordinario, muy emocionante, por todo el entorno previo, por la competencia misma y por la alegría del final.
Trataré de resumir estas emociones que comenzaron el día 28 de Septiembre cuando partimos del PANATHINAIKOS STADIUM, en ATENAS, a las 7 de la mañana con destino final SPARTA, éramos 99 atletas de distintos países del mundo, de los cuales solo 35 arribamos a la meta.
Todos y cada uno de nosotros estaba con sensaciones y motivaciones distintas, en mi caso sentía el orgullo de ser el primer argentino y además el primer sudamericano que participaba en la prueba del SPARTATHLON, pero también tenía la motivación de estar corriendo por lugares donde se cimentó la historia del mundo.
Como mencioné, partimos desde ATENAS, atravesamos la ciudad, bordeamos el puerto del PIREO y luego salimos a la Autopista, para llegar al primer puesto de control de la prueba en CORINTOS, a 82 kilómetros de ATENAS, durante el trayecto comenzó a llover en forma intensa lo que hizo aún más dificultosa la carrera.
Desde CORINTOS, seguimos corriendo hasta NEMEA, pasando por ASSOS, ya era de noche y el frío además de la lluvia se hacía sentir.
De NEMEA, la ruta nos llevaba hasta LYRKEIA, donde llegué aproximadamente a las 2 de la mañana del 29 de Septiembre, llevaba recorridos 154 kilómetros y hacía ya 19 horas que estaba corriendo.
Hasta allí, había sido una prueba muy dura, sobre todo por las constantes subidas y bajadas del camino montañoso. Las luces de las linternas que llevaba cada corredor para iluminar el camino y que fueron provistas por los organizadores, parecían ojos de gatos en la oscuridad, haciendo ver un paisaje nocturno diferente.

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SPARTATHLON 2019 – FEDERICO VITTAR

2 mayo, 2020

Federico es un atleta argentino, que pese a su corta carrera en el mundo del ultrafondo, ya posee en su palmarés el honor de haber estado en el mítico Spartathlon. Este atleta de la provincia de Santiago del Estero, junto a otros ocho compatriotas, consiguió en el pasado 2019 un récord inédito para los argentinos en esta gran carrera.

Aquí su historia

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Por: Federico Vittar.

Aún recuerdo, hace ya 6 años, al poco tiempo de completar mi primer maratón, escuchar sobre las carreras de 100km y luego descubrir el mítico Spartathlon. Para los que vivimos en el norte argentino y creo que para la mayoría que les tocó ir, hablar de esta carrera es hablar de Martín Córdoba (es de los amigos que más conoce sobre el Spartathlon). Es bueno conocer personas, como Martin, que aman y viven esta carrera como nadie.

En mi primer carrera de 100km, en el Ultramaratón Formosa 2018, conseguí la marca mínima para poder inscribirme. Al mes siguiente, en Bolivar, volví a correr 100km y de nuevo pude realizar una marca similar, pero esta vez, planteando la carrera de otra manera. Ese año estaba en mi mejor forma física, ya que por problemas personales no pude entrenar como quería, pero las ganas de competir y disfrutar siempre estaban.

Meses antes de la apertura de inscripción para el sorteo no pensaba hacerla, ya que me parecía apresurado por mi falta de experiencia en 24hs, pero recuerdo que Martin un día me dijo: “vos te inscribes, si sales bien y si no tienes doble chance el año siguiente”. Unos días antes de la apertura me llamó para recordarme que debíamos hacerlo en la semana y ahí dije ME INSCRIBO Y ESPERO.

Recuerdo el día posterior al sorteo, donde informaron el listado (me lo pasó un amigo Pablo Del Pino) yo no quería ni mirarlo, fijarme nada. Sin embargo, cuando vi mi nombre me invadió una gran emoción e incertidumbre, miles de preguntas juntas me vinieron a la mente. Me tomé una semana para pensarlo y asumir el compromiso, había que cambiar muchas cosas de cara al objetivo y una de esas era buscar un entrenador que me acompañe en el proceso. El primero que me vino a la mente en ese momento y con quien me comuniqué fue Fabian Campanini, de quien aprendí mucho y en cada sesión me hizo crecer y ganar confianza en mí mismo.

Llegué a Atenas el martes anterior a la carrera por la noche y lo primero que hice fue sentarnos a tomar unos mates junto con Manuel Méndez. Mucho calor y humedad nos esperaba para los días de nuestra estadía, yo estaba tranquilo y con mi mente enfocada en llegar, le tuve mucho respeto en cada entreno y solo restaba disfrutar de una carrera de distancia, que para mí en particular son más lindas que las competencias por horas.

Hablamos mucho con Fernando Petracci, que me tocó de compañero de habitación. No era la primera vez que compartíamos carrera y siempre fue muy generoso conmigo, durante todo el proceso siempre estuvo para ayudarme. Llego el jueves, envié mis cosas a los distintos check point (CP), charla técnica y el viernes temprano desayunar y subir al autobús que nos llevaba a la largada. Tranquilo y viviendo minuto a minuto muchas emociones, sabía que solo tenía que disfrutar de esta experiencia, estaba muy bien físicamente; solo debía ser prolijo, tener templanza y hacer lo que había planificado.

Largamos con una humedad tremenda, el calor durante el recorrido se hizo sentir (38°C más de 80% de humedad), había que cuidarse y llegar lo más entero posible hasta Corinto (CP22). Seguir con lo planificado para la primera mitad de la carrera. Fui impecable en los parciales, pasando los 42.2k en 4h13´, los 81k en 8h15´, para así llegar al km 124 (poco más de la mitad de carrera) en 13h48’; todo eso lo tenía en mi cabeza grabado. Recuerdo en el antiguo Corinto parar y disfrutar de una cerveza en el CP.

Las horas pasaban y la carrera se iba haciendo más entretenida, la noche caía junto a la temperatura y cambiaban las estrategias para seguir adelante, había que abrigarse, comer para recibir la noche en la montaña. Recuerdo cambiarme en el CP35 y comer unos fideos para comenzar a pensar en lo que sería la montaña que comenzaba unos kilómetros más adelante. Eran las 21hs y venía con un buen margen de tiempo ganado. Pasaron poco más de una hora de ese momento que recuerdo haber tenido una crisis entre la comida que no digería y el cansancio de las horas, esto me costó unos kilómetros de caminata y reencontrarme conmigo mismo para salir adelante, la capacidad para regenerarse en un ultramaratonista es la principal arma.

La media noche llegaba y me encontraba muy bien física y anímicamente, estábamos comenzando a subir previo al monte Partenio, recuerdo correr y reírme a cada momento, alentaba a los que caminaban en las subidas, hasta trataba de charlar y de entendernos (mi ingles era pésimo). A las 17h30 de carrera estaba en el km 159.5, miraba hacia arriba y se veían las luces rojas que señalizaban el sendero por el cual cruzar el Partenio, a esa altura de la carrera quedamos pocos y ya estamos dispersos (al menos en el rango de carrera que me toco ir). Así que lo pasabas solo y debías tomártelo con calma, la subida es lenta y trabada hasta llegar a la cima para encontrarte con el CP. Ahí comienzas el descenso (párrafo aparte merece este), piedras sueltas y bajadas empinadas hacían que sufra, ya que tenía poca experiencia en este tipo de terrenos.

Salías de la montaña, un poco de descensos por la ruta y comienza a amanecer, 25hs de carrera y llegando al km 195 (CP60) donde por error mandé zapatillas y medias, junto a otra ropa. Cambiarme las medias fue el peor error que cometí, ya que tenía ampollas y estas se hicieron sentir con el cambio. Pero solo me restaban 50 kilómetros y sabía que, aunque sea de rodillas, iba a llegar a la meta. El tiempo que ya había ganado (tenía casi 11hs para hacer esos 50 kilómetros restantes) me permitió que nunca se me cruce otra cosa por la cabeza que no sea terminar y disfrutar todo el recorrido que restaba. Sabía que se venían subidas interminables y yo apenas caminaba, ya que las ampollas estaban localizadas en la planta del pie y al correr me hacían sufrir horrores. Caminar y pensar como seguir era lo único que podía hacer, fue ahí cuando descubrí que podía correr y caer apoyando solo el talón (supervivencia y ganas de seguir se podría decir jaja).

Fueron interminables los últimos kilómetros, recuerdo las subidas, bajadas cortas y de nuevo subidas; trotando y caminando como podía, el calor se hacía sentir de nuevo y ya no podía comer casi nada. Tenía el estómago cerrado, pero igualmente siempre intentaba no descuidar la hidratación.

La meta estaba cada vez más cerca y yo no paraba de pensar en todos los meses de preparación, en cada entreno, en cada cosa que había resignado por ese objetivo que estaba tan cerca. Recuerdo que las lágrimas me cayeron en el CP70, donde yo había mandado la remera con la bandera de Argentina. Pero las lágrimas no te permiten correr, había q sacudirse y seguir. El momento más lindo fue desde la entrada a Esparta, en el CP 74 (había mandado la foto de mi hija para que llegue conmigo).

En mi mente estaban sus palabras que me había dicho la última vez que hablamos: “fuerza papá, yo correré contigo”, son cosas que nos tocan lo más profundo del ser, mirar para adelante y ya los niños con sus padres en la vereda esperando en bici o corriendo para acompañarte unos metros. No paraban de alentarte, recuerdo llegar al boulevard y disfrutar de esos 700 metros de calor humano, escuchar tu nombre y ver a Fabián Campanini, Fernando Petracci y Manuel Méndez metros antes de visualizar la estatua del Rey Leónidas. Esos 700 metros finales son algo que guardaré eternamente en mi mente.

Fueron 32h28´ donde disfruté cada segundo, nada hizo que distraiga mi atención del objetivo y así pude terminar la carrera pedestre más importante de mi vida. “Nada vuelve a ser lo mismo después de esta experiencia” (me decían los conocedores) y les puedo asegurar que así fue.

Muchos sueñan y tienen miedo a esta carrera, yo siempre le guardaré un respeto tremendo como a todas, pero la actitud con la cual la enfrenté me hizo atesorar momentos hermosos y únicos que hasta me rio al recordarlos, no me arrepiento de nada, gané experiencia 100%.

Gracias a todos los que me acompañaron y apoyaron, debía escribir la crónica para muchos amigos que me lo pedían y hoy siento que cumplí, ojala me toque estar nuevamente en esa largada y volver a disfrutar de esos hermosos 246km del mítico Spartathlon.

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BR135+, Crónicas, Running, Ultrarunning

MI HISTORIA EN LA BR135+ – GONZALO FRIAS.

28 abril, 2020

Gonzalo Frías es un atleta argentino, que posee una conexión especial con la dura carrera de ultrafondo brasileña BR135+. Algunos datos de este atleta: Fue el primer argentino en completarla y es el argentino que más veces ha sido finisher. También es el atleta latinoamericano (no brasileño) que más veces ha completado la carrera de forma consecutiva.

La historia de Gonzalo en esta durísima ultra de 217km merece ser contada, por eso hoy les presentamos el cuarto y último capítulo, de estas crónicas, con todo lo que ha vivido este atleta argentino en todas las ediciones, de la BR135+, en las que ha participado.

Por: Gonzalo Frias.

CAPITULO CUATRO – AÑO 2011.

EL FINAL DE UNA GRAN AVENTURA

Es el mes de enero del año 2011 y mi cuarta participación en esta prueba tan importante en el calendario de carreras extremas en Sudamérica y el mundo. La he naturalizado tanto que a veces pierdo conciencia de lo que ha significado tomar parte y finalizar cada uno de estos retos renovados año a año. Ya todo me resulta familiar: Las terribles e interminables cuestas a lo largo de un inacabable recorrido de más de 200 kilómetros; la hospitalidad de los organizadores,  los colaboradores voluntarios, los médicos asistentes y los corredores locales con varias de los cuales ya he trabado una hermosa amistad y confraternidad atlética.

Cuando arribo al lugar de la carrera, la pregunta de todos los que me conocen resulta inevitable:

-Gonzalo, ésta es tu última Brasil 135 millas? Y la respuesta surge un poco forzada, un poco dubitativa, un poco lastimosa: – Sí, creo que sí…

Para este año tendré el gran honor de contar como mi pacer con una joven promesa del atletismo de fondo y trail de Brasil. Su nombre es Itamar Goes. Su aspecto puede definirlo como una mezcla de maratonista de gran fortaleza física con el de una persona intelectual, siempre con sus lentes y con una voz tranquila, pausada, reflexiva. Para esa fecha nunca me imaginé que tendría el placer de compartir buena parte del duro recorrido de la travesía con quien se terminaría convirtiendo en uno de los principales animadores de la prueba en años posteriores y en uno de los más destacados corredores de resistencia y trail running de Brasil. Pero además de las excepcionales condiciones atléticas de Itamar, él es la persona indicada para convertirse en ladero de un reto tan excepcional:  Tiene una vocación permanente para dar consejos en plena carrera, siempre a modo de sugerencia para no parecer imperativo y para que yo como corredor no sienta que se trata de una sugerencia que, según el modo de transmitirlo, en circunstancias límite como las de la carrera, puede ser interpretada como una imposición más que como un simple asesoramiento.

Como si fuera poco, Tuim Andre Souza Alvim continúa formando parte de mi equipo como motorista y como masajista por lo que son muy buenas las perspectivas de poder alcanzar mi tercer finisher consecutivo en la carrera e incluso poder lograr la mejor marca personal de todas las ediciones corridas.

Otro de los datos importantes de esta carrera es que Susana Segurel, la primera ultramaratonista mujer de Argentina en participar de este evento, tras no poder completar la totalidad de su recorrido el año pasado, vuelve a la carga con serias intenciones de convertirse en la primera argentina en ingresar al olimpo de los finishers de la Brazil 135 miles. Para ello, Susana cuenta para esta edición con su propio equipo y como pacer con una atleta local de muy buen nivel, quien en la edición pasada había compartido conmigo parte del equipo de asistencia.

En la línea de largada estará por primera vez el ultramaratonista alemán nacionalizado costarricense, Kurt Lindermueller, con muy buenos antecedentes, que puede marcar un hito en la historia de la prueba si logra convertirse en el primer ganador de una carrera que desde su primera edición ha tenido el dominio apabullante de los atletas locales.

No será nada fácil el cometido para el corredor alemán-costarricense porque para acceder al primer lugar del podio antes deberá vencer a los locales Adilson Ligeirinho, Aureo Adriano y Ariovaldo Branco, los dos primeros, ganadores de distintas ediciones de esta competencia.

Además, entre los atletas extranjeros, se encuentran nuevamente en la línea de salida, el español radicado en México, Joan Vila, que este año va por la revancha para poder acabar los complicados 217 kilómetros (que finalmente consiguió) y los estadounidenses Jarom Thurston; Anthony Portera y el debutante Chris Roman. En la edición pasada, los tuve a tiro a los dos primeros junto a su compatriota Kenneth Posner y se me escaparon por poco. Este año me he propuesto superarlos.

Debido a los reiterados problemas de ampollas,  en esta edición elaboro una estrategia diferente consistente en encintarme todos los dedos y buena parte de la superficie de ambos pies. Con ello busco adelantarme a la aparición de esta pesadilla del año pasado o, por lo menos, retrasar y atenuar lo más posible los efectos y la magnitud de las mismas.

Como estrategia de carrera, he elegido salir a un ritmo más rápido respecto del que empleaba para iniciar las ediciones anteriores. Me ayudará para ello un doble conocimiento del circuito: El conocimiento personal por ser mi cuarta participación en un trayecto que ha variado poco con el correr de los años y el conocimiento de mi pacer, Itamar Goes, por ser un atleta local acostumbrado a entrenar en este circuito. Ello también genera mayor tranquilidad para mí lo que representa poder enfocarme mejor en mi ritmo de carrera al no estar tan pendiente de la orientación en el recorrido.

Recuerdo haber atravesado por momentos de mucho calor, recuerdo los increíbles consejos de mi ladero Itamar, diciéndome por ejemplo “Gonzalo, pisa los charcos”. -Por qué? Lo inquirí brevemente. -Porque vas a sentir un leve alivio de frescor en tus pies. Itamar tenía mucha razón: Cada vez que pisaba un charco era como aplicarme algo fresco en mi cuerpo sintiendo automáticamente una sensación de alivio importante.

Cuando llegó la noche, como lo hice en carreras anteriores, automáticamente disminuí la marcha y comencé a caminar. En ese momento, emergió nuevamente el consejo de este sabio joven atleta: “Gonzalo, tienes que correr además de caminar. Si lo haces, estarás con muchas chances de mejorar tus tiempos”. Recuerdo nítidamente cómo me molesté en ese momento con este joven atrevido que me llenaba de tantos consejos. Luego, cuando fui cambiando la caminata por trote y corrida, pensé: “Una vez más Itamar tiene razón”.

Superado el meridiano de la carrera, en una de las tantas subidas interminables, diviso tres figuras delante nuestro caminando y trotando con bastante dificultad. “Era el trío de corredores norteamericanos”. Decidí entonces con Itamar aumentar el ritmo de la marcha hasta alcanzarlos y sobrepasarlos a los tres en plena pendiente.

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Crónicas, Relatos, Running, Spartathlon, Ultrarunning

SPARTATHLON 2019 – ALEX SANTIAGO LOPEZ

13 abril, 2020

Es un gran placer para nosotros, en espiritulibre.com.es, contar con la primer crónica de un atleta mexicano en esta carrera. Estamos hablando de Alex Santiago Lopez, quien tiene una corta pero vertiginosa carrera en el mundo del ultrafondo de pista&carretera. Ha participado en el último mundial de 100km, con su país México y por supuesto, en el mítico Spartathlon griego. La historia de Alex merecía ser contada y nos alegra que nos haya elegido para compartirla.

Aquí su historia.

Por: Alex Santiago Lopez.

La aventura como tal empezó hace aproximadamente cinco años, leyendo un artículo en donde hablaban de la carrera o una de las carreras más difíciles del mundo llamada Spartathlon. Una ruta, casi en su totalidad, de asfalto con una pequeña parte de montaña, pero el 98% en su totalidad era asfalto. Un reto muy pero muy demandante, la carrera comienza desde la base de la Acrópolis en Atenas y culmina a los pies de la estatura del gran rey Leónidas en Esparta, 246km de locura pero sobre todo de gran aventura y mucha adrenalina.

En México la cultura por el ultramaratón o ultradistancia se confunde, mucha gente cree que simplemente el hecho de superar un maratón o una carrera de 50km ya nos hace ultramaratonista y para mí, al menos, es una cuestión que va más allá de la cantidad de kilómetros. La ultradistancia o ultramaratón de ruta es, a mi entender, una lucha de mente/cuerpo y la sincronización total de estos dos componentes para poder lidiar con las adversidades. El poderte conectar y mantener un ritmo por muchas horas, incluso días. Ese es el verdadero reto y es en mi opinión la esencia del ultramaratón.

Hablar de ultramaratón, en mi país México, siempre lo asociamos de inmediato con la montaña. En muchas ultras en montaña, los ritmos pueden ser variados y más pausados. Dos maneras muy diferentes de ver a el ultramaratón, las dos maneras he experimentado y puedo decir que el ultramaratón de ruta es una auténtica lucha.

En mi locura por descubrir más de esta fascinante carrera decidí buscar más información. La inquietud por saber más y más había despertado, había nacido el deseo por querer buscar una posibilidad de soñar con ser uno de los pocos mexicanos en lograr esa gran hazaña. Comencé a leer artículos de los mexicanos, el pionero Luis Guerrero, Frankie Val (Francisco Valenzuela de Sonora), Iván Gean Dagnino Márquez de Sinaloa y Rubén Barrera. Cuatro mexicanos en la historia de aquella mítica carrera, sumando a un gran representante en la actualidad de México, Marco Antonio Zaragoza, actual poseedor de la mejor marca mexicana y ya con tres finishers en su haber.

Con el deseo de querer formar parte de esos grandes personajes, pero sobre todo de vivir ese gran sueño. Con el gran reto de culminar a los pies del gran Leónidas el Spartathlon, decido buscar la manera de como lograr la marca para poder entrar a el sorteo y así obtener el derecho a estar ahí . Busco información de cómo poder hacerlo (tiempo para calificar 100km en menos de diez horas) y me encuentro con el selectivo nacional Silvia Andonie en Monterrey, Nuevo León, México.

Esa era la única carrera en México avalada por la IAU que me podía dar el tiempo que requería para poder entrar a el sorteo y así poder tener una posibilidad de obtener una plaza para el Spartathlon. Ahí fue donde conocí a Marco por primera vez, hace ya tres años. Fue en esa misma carrera en donde por tres ocasiones distintas, intente lograr esa marca, quedándome corto sin poder lograr mi objetivo. En esa última ocasión, en el 2017, me frustre tanto que ya había decidido retirarme de las carreras. El trabajo de todo un año se había ido a la borda. El haber conseguido el segundo puesto en el nacional y quedado a unos minutos de mi objetivo no era suficiente. Pero dicen (me convenzo cada día más de que es así) que cuando algo es para ti aunque te quites y cuando no, aunque te pongas. Para mi sorpresa, me hacen la invitación para formar parte de la selección mexicana de ultradistancia para participar en el mundial de 100k en Svety Martín Na Muri en Croacia. Tenía que esperar un año más para mi cita con Leónidas, ya que primero tenía que ir a buscar mi oportunidad para poder conseguir mi boleto y fuese digno de ello. Tenía que ir a Croacia a conseguirlo y comenzó la aventura nuevamente, platicándolo con mi familia y mi fiel apoyo Arturo (de mi partición #ForEverTrail) emprendemos un plan de acción para poder asistir a el mundial y conseguir a como diera lugar la tan ansiada marca. Nos ponemos manos a la obra con una serie de rifas para recaudar los recursos y con la venta de mis botanas. Logramos armar el viaje a tierras croatas, el objetivo era claro, yo quería ir a el Spartathlon y eso se había convertido en el sueño de mi vida. No había día que no durmiera y pensara en poder estar ahí, llegando a los pies del mismo Leónidas .

El 14 de agosto del 2018 jamás lo olvidaré, ese fue el día que perdí a la que por seis años había sido mi compañera de vida. Un golpe tremendo para mí a unas semanas de irme a Croacia ya con casi todo listo. Me había quedado sin nada, literalmente, porque también en días posteriores a su pérdida se habían metido a robar a la casa y la habían dejado completamente vacía (hasta se llevaron las cortinas).  La tarjeta bancaria, que ocupe para recaudar todos mis fondos para mi viaje, la habían vaciado y no tenía ni un solo peso para ir a el evento en Croacia. Ya no tenía ganas de nada, pero como siempre mis amigos y mi gran apoyo Arturo me dieron el valor y apoyo que necesite. Y sin ganas de nada, ya no tenía ningún sentido para mí, me subí a el avión a cumplir con el compromiso. Me sentía tan comprometido con tantas personas que habían aportado para ese viaje que como pude, junto con mi gran compañera Fernanda Sandoval (otra seleccionada y mi inseparable amiga) fuimos a intentar conquistar ese mundial.

Totalmente desecho, el día previo a la carrera decidí cambiar el chip, porque en ese entonces sólo se me iba el tiempo en puro llorar. Con trece kilos menos y con muchos días sin poder dormir un sólo instante me dispuse a enfrentar esos 100km. No puedo decir que di lo mejor posible pero si di lo mejor que pude dar ese día. El 7 de septiembre del 2018 será inolvidable, contra todo y a pesar de todo logré mi marca, en un circuito muy pero muy difícil por las condiciones climáticas. Veía como caían corredores fulminados por el fuerte calor y en esos momentos yo me repetía en mi mente: “Alex si te sientes muy cabrón, ahora es el momento de demostrarlo, sé digno de estar aquí y has que todo valga la pena. No te quiebres cabrón, venga tú puedes”. Le gritaba a mi viejo que está en el cielo cuidándome, desde hace ya muchos años, «padre no me abandones ayudarme por favor, tú sabes cuánto deseo conseguir mi pase para ir allá”.

Mi tiempo final fue 9:28hs y con el conseguí lo que tanto anhelé. Contra todos los pronósticos lo había logrado, había conseguido mi marca para poder meter mi solicitud. Mi filosofía había resultado «los sueños son para cumplirse, cuesten lo que cuesten».

Con el paso de los meses y ya más tranquilo y psicológicamente más completo, emprendimos el camino. Día a día cobraba más fuerza, como el sueño que tanto anhelaba. Metí mi solicitud para ver si tenía la fortuna de ser un mexicano más en la historia del Spartathlon y con el registro 2537 estaba en la lista de sorteo (el cual se efectuaría el día 6 de marzo). El día previo del sorteo no pude conciliar el sueño, sabia y algo me decía que estaría ahí, que el trabajo de mucho tiempo por fin tendría su recompensa. Y así fue, por la tarde me mandó un mensaje Arturo diciéndome que lo había conseguido, que había sido uno de los 2 mexicanos seleccionados. No podía creerlo, pensé que estaba bromeando, no me caía el veinte. Por fin lo había conseguido, en ese momento no me importo nada más que el saber que lo había logrado había quedado el listado final, era uno de esos cuatrocientos corredores (eso aún no lo creo).

Pues manos a la obra, a comenzar los ahorros y la misma mecánica como cuando el mundial. Las rifas y la venta de las botanas para poder cubrir la cuota de inscripción y posteriormente el vuelo para Atenas. Pero para que todo valiera la pena, había que hacer un plan de preparación exhaustivamente y empezar mi entrenamiento para llegar lo mejor preparado y ser finisher, ese era el objetivo. Comenzamos a hacer distancia en asfalto, tiradas largas de 100km, desde indios verdes hasta Pachuca centro, en la laguna de Zumpango, en un circuito de 20km. Era mi patio trasero, el parque ecológico de los dinamos, eso sumado a más mis entrenamientos diarios de 19km. Levantarme a las cuatro de la mañana para sacar mis dos horas de entrenamiento y posteriormente irme a mi trabajo. Sacrificar mi horario de comida para entrenar y entrenar, después de una jornada de doce horas de labores, más un trayecto de tres horas más para llegar hasta casa, dormir un poco y repetir la rutina diaria. Pero yo era feliz y el objetivo era claro, estar en el Spartathlon. No iba a ir tan lejos en mi sacrificio para no conseguir ser finisher.

Los meses transcurrieron y como un cavernícola (siempre lo he dicho), me he ido transformando en lo que soy ahora. Los tutoriales en YouTube si sirven, aunado a ello conocí a la que ahora es mi apoyo incondicional, mi compañera, mi especialista en mi nutrición mi nutrióloga y pareja, Leslye Komukay (#komukaynutricion). Una buena nutrición junto con una buena preparación es muy importante y da excelentes resultados. Llego también #Runfitnessmx apoyándome con sus excelentes productos, todo lo necesario para mi preparación. Me sentía más fuerte cada día y ya no estaba sólo (aunque en realidad, nunca lo estuve porque forevertrail siempre estaba atento a mis necesidades y preparación).

Ahí está el comercial muchachos jajaja, comienzo a complementar mi preparación con carreras de larga distancia, la más significativa para mí, fue mis tradicionales 100 millas de villa del cabrón, que ese año se darían en la fecha de mi cumpleaños. Imaginando que por ser así este año sería el bueno pero no fue así, una caída antes del kilómetro treinta me haría una mala jugada y tendría que lidiar con el fuerte dolor durante casi todo el resto de la carrera. Todo raspado y bastante maltratado pude conseguir un 2° lugar y así tener que esperar un año más para intentar lograr el triunfo. Pero el objetivo era claro, cuidarme al máximo, no arriesgar de más y seguir con la preparación. Me quedaba satisfecho con mi resultado.

Entonces llega en el mes de julio y con él mi gran prueba de fuego, mis primeras 200 millas. Las que fuesen las primeras 200 millas de México, con el objetivo siempre en mente y con la incógnita de que me depararía. Cuidándome ya al máximo de una lesión que a estas alturas me pudiese dejara fuera de mi gran sueño, nos lanzamos a la aventura en el hermoso estado de Oaxaca México. En un principio dudé mucho en participar pero después de analizar bien la situación, decidí que la verdad no podía perderme esta primera edición. Agradeciendo siempre la invitación y el poder estar ahí a el organizador Jorge Abdala Marín a todos sus colaboradores y todos los oaxaqueños. Pero sobre todo a aquellos que participaron he hicieron posible esas primeras 200 millas de México. Gracias infinitas, ahí ganamos todos o yo así lo vi. Un servidor consiguió el segundo lugar, aunque en un lapso de la carrera analice seguir o detenerme, pero jamás he abandonado una carrera y ahí estuve a nada de hacerlo. Un fuerte hematoma en mi pie izquierdo en el kilómetro 140 casi me deja fuera, no quería arriesgar de más, el Spartathlon estaba a la vuelta de la esquina y una lesión ahí me dejaría fuera y no podría recuperarme. Esa noche vi tan mal mi pie que solté en llanto, pero me coloque una pomada y le pedí mucho a mi viejo que me ayudara. Del cansancio me quedé dormido por un par de horas y cuando desperté mi pie estaba como si nada, lo cual me animo mucho para poder seguir corriendo y conseguir completar la carrera. Estaba listo, sólo un par de entrenamientos largos para cerrar preparación y llegar a punto, lo demás se daría por añadidura pero físicamente estaba listo. Y psicológicamente esos logros había inyectado lo que necesitaba, confianza en mí y vaya que así fue.

Comencé a contar los días y las horas, estaba muy ansioso pero sobre todo muy emocionado. Estaba a nada de irme y supe que mi mayor motivación iría conmigo, mi hijo, iría conmigo. Su abuela le había dado su regalo de cumpleaños y era el acompañarme a la hazaña. Para mí fue más que un revulsivo, me sentí muy comprometido y tenía mucho miedo de fallar en algo que era tan importante para mí. Tenía miedo de que mi retoño estuviera ahí para ver a su padre, en el que consideraría el mayor de mis fracasos, pero no sería así ya que su mami también nos acompañaría. Vaya sorpresa para mí, yo sin ningún problema por ello ya que para mí es alguien importante la mami de mi hijo y el poder estar con su hijo en algo tan importante para el me llena de felicidad y así emprendimos el viaje.

La noche del 23 de septiembre salimos del aeropuerto de la ciudad de México, nuestro destino Atenas, Grecia. Pero antes tendríamos que hacer una escala de muchas horas en París y con poco presupuesto habría que adaptarse a las circunstancias. Dormir donde fuese, pues una noche en Paris nos costaba entre ochenta y cien euros. La patria estaba pobre pero muy feliz de poder emprender esa aventura, llegamos a París a las dos de la tarde y no podíamos desperdiciar la oportunidad de estar en ese bello país. Platicando con Ram y Silvia decidimos salir rápido del aeropuerto hacia la famosa Torre Eiffel, ya que habíamos brincado el charco que más daba, claro que sin perder nuestro vuelo a Atenas. Dicen que dios es grande y así lo creo, entre nuestra búsqueda de rutas en el metro y como movernos, nos encontramos a un grupo de mexicanos los cuales iban para Israel y estaban haciendo la misma escala que nosotros. Aprovecharían para salir también de tour y como clásicos mexicanos nos pegamos con ellos y nos fuimos en su autobús del tour. Muchas gracias al padre, porque era un sacerdote,  que no recuerdo en nombre y a todo el grupo que nos apoyaron para poder hacer el tour con ellos, por una moda cantidad muy accesible conocimos París. Ya con el tiempo bien corto regresamos al aeropuerto y pudimos alcanzar nuestro vuelo para Atenas a tiempo.

Súper felices y muy cansado pero sobre todo hambrientos porque ahorramos hasta lo mínimo y sólo hacíamos las comidas de los aviones. Llegamos a Atenas, para nuestra suerte, en el mismo vuelo iban los amigos paraguayos Kari Molina, Diego Piris y el gran Fabian Duarte el famosísimo YACA, un argentino de historia en el ultramaratón. De verdad que unos amigos, como se dice aquí en México, «atodisima madre». A ellos los esperaba Marco Antonio Zaragoza Campillo y por ende pues nos fuimos todos juntos a Atenas. Ya era la madrugada y había que descansar ya que ese mismo día, por la tarde, iríamos a instalarnos al que sería nuestro hotel de concentración en Glyfada. Ya un poco más descansados decidimos, el contingente mexicano ya con Marco como nuestro guía (yo la verdad, no sabía ni qué onda) decidimos visitar la Acrópolis, un relax antes de emprender la aventura no nos caería, nada mal esa tarde de relax .

Los nervios se apoderaban cada vez más de un servidor, llegaba la hora de ir al hotel/sede para la delegación mexicana, conformada por sólo tres integrantes: Iván, Marco y yo. Ver a las otras delegaciones, conformadas por muchos atletas, era triste pero a la vez muy motivante porque daríamos lo mejor y verían que estos mexicanos eran poquitos pero bien chingones y también cabrones. Ya instalados y compartiendo hotel con Irán, Estado Unidos y Japón, fuimos a recoger los números, le había llegado la hora el novato, ya estaba con número en mano y con lo que ahora guardo como uno de mis más grandes tesoros, las memorias del Spartathlon. Libro que sólo le entregan a los que van por primera vez, la memoria de 37 años de carrera estaba en mis manos y yo muy emocionado. Con el paso de las horas los nervios eran inminentes, Iván trataba de calmarme dándome sus recomendaciones y quien más que un experimentado que te comparta. Me dice: “Te va a ir bien mi Alex, tú eres mi campeón, eres un «León rasurado», Marco ya se la sabe, pero tú traes todo. Traes lo más importante, el espíritu y deseo, lo vas a lograr, ya lo verás. Pero algo muy importante: NO SALGAS CON TODO, RESERVATE porque si no la vas a hacer, ojo Alex NO TE VAYAS A REVENTAR”

Llego la hora de la charla técnica, la cena y descansar, lo cual no pude ni un instante, aparte de que estaba súper nervioso, los ronquidos de Marco no me dejaron (perdón pero tenía que decirlo) Dormía como bebé, pero roncaba como tráiler frenando con motor en autopista pinche cabrón no me dejo dormir nadita. Me levante a darme un regaderaso y prepararme con tiempo, no quería sorpresas. Ya listos el autobús nos esperaba para salir de nuestro hotel en Glyfada hacia la base de la Acrópolis en Atenas donde iniciaría nuestra aventura. Para esto ya la familia de Iván, su esposa, su mami y mi hijo y su mamá Silvia ya estaban esperándonos ahí en la salida con el nervio a tope porque no podía creer que estuviera ahí cumpliendo mi sueño. No pude llorar de la emoción, sólo me quedé en shock, fotos y más fotos y mi hijo viéndome a la distancia. Después se acercaron a desearnos éxito y comenzó la cuenta de 10, 9, 8 ….2, 1.

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BR135+, Crónicas, Running, Ultrarunning

MI HISTORIA EN LA BR135+ – GONZALO FRIAS.

20 marzo, 2020

Gonzalo Frías es un atleta argentino, que posee una conexión especial con la dura carrera de ultrafondo brasileña BR135+. Algunos datos de este atleta: Fue el primer argentino en completarla y es el argentino que más veces ha sido finisher. También es el atleta latinoamericano (no brasileño) que más veces ha completado la carrera de forma consecutiva.

La historia de Gonzalo en esta durísima ultra de 217km merece ser contada, por eso hoy les presentamos el tercer capítulo, de una serie de cuatro crónicas, con todo lo que ha vivido este atleta argentino en todas las ediciones, de la BR135+, en las que ha participado.

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Por: Gonzalo Frias.

CAPITULO TRES – AÑO 2010.

EL ETERNO REGRESO

Por qué un atleta regresa a una prueba tan dura como la Brazil 135 miles por tercer año consecutivo?

Qué sensaciones, motivaciones, sentimientos, objetivos, proyectos mueven a un maratonista a correr por tercera edición consecutiva una de las pruebas de ultrafondo más complicadas de latinoamérica cuando ya ha logrado ingresar al “olimpo” de los finishers el año anterior?

Las respuestas a tales interrogantes son muy difíciles y complejas de ensayar. Porque es una combinación de factores lo que lleva a renovar semejante reto sin que esa ecuación arroje un resultado claro del por qué enfrentarse una vez más a semejante reto personal.

Corría el mes de enero del año 2010 y nuevamente me encontraba en la línea de partida de esta carrera brasileña con visos de epopeya. Esta vez tendría como pacer al maratonista local Luiz dos Santos. Un experimentado fondista brasileño con quien me había contactado la organización de la prueba para que me acompañara y asistiera en buena parte del recorrido. Pero no sería éste el único integrante de mi equipo de apoyo. Además, contaría con la ayuda del brasileño Tuim Andre Souza Alves, quien haría las veces de motorista, con su vehículo me asistiría con comida y bebida en puntos claves del recorrido, pero que también reunía importantes conocimientos como masajista, por lo que su aporte se convertiría en vital durante varios pasajes de la carrera, sobre todo cuando mi cuerpo fuera acumulando ya importantes kilómetros que comenzaran a generar señales de fatiga muscular.

En esta edición me propuse un doble objetivo: Volver a finalizar la prueba como el fin prioritario, pero también intentar mejorar mi tiempo o récord personal.  El circuito era prácticamente el mismo que había recorrido el año anterior con idéntica distancia (217 kilómetros) e iguales puntos del trayecto, vale decir que nuevamente atravesaría las pintorescas y singulares ciudades que recorrí en la edición pasada.

Este año tuvo el fuerte condimento de tener que soportar en varios pasajes del recorrido elevadas temperaturas y humedad que se convertían en un factor de gran desgaste, especialmente para los extranjeros poco habituados a la gran humedad del Brasil con sus paisajes selváticos. Las fuertes precipitaciones que suelen caracterizar el clima de verano en esta región del Brasil –el estado de Minas Gerais- esta edición estuvieron prácticamente ausentes, lo que significaba no encontrar ninguna tregua frente al rigor del excesivo calor hasta que el sol cayera y con él, también la temperatura.

Por primera vez en la historia de la prueba se ha alistado en la línea de partida una ultramaratonista argentina. Se trata de Susana Segurel, atleta de la Ciudad de La Plata con quien apenas llegado a Brasil, me entrevisto para conocernos y compartir algunas estrategias para la carrera, especialmente diversos datos de la competencia que yo podía transmitirle a partir de mi experiencia en las dos últimas ediciones del evento. También vamos a compartir la asistencia del mismo motorista quien deberá repartirse a lo largo del circuito en procurar todo lo necesario para ambos. No será fácil porque cada uno tiene su propio ritmo de carrera. Si bien en los primeros kilómetros de la prueba decidimos ir juntos, luego a medida que van transcurriendo las horas, Susana resuelve desprenderse e imprimirle a su marcha un ritmo más rápido que el mío.

Igualmente, por primera vez en el historial de esta carrera un atleta boliviano desafía los duros 217 kilómetros de la prueba. Se trata de Yso Yucra con quien comparto varias impresiones de la competencia, principalmente para transmitirle, también como a Susana, cierta información sobre el evento que seguramente le serán valiosos, tales como el tipo de recorrido, las estrategias de carrera más convenientes y la importancia de los descansos en los puntos clave de la competencia. Este atleta lograría una gran perfomance  ubicándose en el puesto 13° de la general y 3° entre los extranjeros, delante de 2 atletas norteamericanos de gran nivel competitivo como Brian Krogmann (3° lugar) y Raymond Sánchez (8° puesto), este último permanente animador de cada una de las ediciones de la prueba.

En la Brasil 135 millas, por su extensa e intensa duración, las experiencias y sensaciones que se vivencian son muy cambiantes y disímiles. Tan luego se experimenta gran agobio en una parte de la prueba por circunstancias tales como la letal combinación de alto porcentaje de humedad y temperaturas elevadas como también en cuestión de pocas horas se puede pasar a sentir el alivio que trae el atardecer con una baja importante de temperatura aunque cuando se ingresa al anochecer y máxime si se interna el corredor en la montaña,  ese alivio se convierte en poco tiempo en un verdadero padecimiento de las bajas temperaturas que puede llevar, combinado con la fatiga y la falta de sueño, a la misma hipotermia.

En aquella edición la carencia de lluvias y el calor reinante durante un tiempo prolongado en una franja horaria oscilante entre el mediodía y el atardecer, terminaron constituyendo un factor de la prueba que determinó el abandono de varios atletas calificados, entre ellos, David Walker de Nueva Zelandia; Rebecca Doedens y Thomas Mcgee de Australia; el veterano local de mil batallas Antonio Hummell y corredores de élite como el brasilero Agnaldo Sampaio y el español Joan Villa, entre otros.

Llegando casi al meridiano de la competencia, en el kilómetro 109, arribo a la Ciudad de Ouro Fino donde los calambres y las contracturas comienzan a hacer estragos en mis maltrechas piernas; pero allí surge la intervención reparadora de Andre Souza Alves, miembro de mi equipo, conductor del carro que me abastece, quien comienza a hacer un despliegue espectacular de sus milagrosos masajes. Cuando Andre termina su faena, puedo afirmarles que me transformo casi en un hombre nuevo para acometer los  últimos 100 kilómetros del trayecto con los ímpetus necesarios para semejante desafío.

También a esa altura de la carrera me encuentro en plena noche, en una plaza con su infaltable iglesia, y en total soledad, con el atleta español radicado en México, Joan Villa  quien estaba manipulando un extraño aparato. Allí fue cuando me explicó que tenía diabetes y que con dicho adminículo se medía cada tantas horas sus niveles de glucosa para evitar una posible descompensación durante la carrera. Este tipo de circunstancias sólo se viven en pruebas de este formato donde transcurren largas horas y días por lo que hay que prestarle más atención a los mensajes que nos envía nuestro cuerpo, máxime cuando, como en el caso del ultramaratonista español, el corredor presenta alguna dificultad física, dolencia o estado de salud que merece ser monitoreado permanentemente. Acerca de la diabetes, he conocido también en otras pruebas de muy largo aliento, de varios días de duración, otros atletas con esta problemática; pero con estrictos controles y cuidados personales durante la prueba, han sorteado sin inconvenientes dicho escollo.

A medida que vamos atravesando las diferentes ciudades que sirven de puntos de asistencia, control y referencia de la prueba, adopto como táctica de carrera seguir el ritmo del trío de corredores estadounidenses compuesto por el experimentado Jarom Thurston y los novatos en esta prueba Tony Portera y Kenneth Posner que marchan unos pocos metros delante mío. Dicha estrategia me permitió mejorar mi ritmo de carrera y, sin darme cuenta, comenzar a pasar corredores como la experimentada ultramaratonista local Mónica Otero, gran anfitriona en mi primera visita a esta prueba y dueña del récord consistente en convertirse en la primer mujer de ese país en terminar no sólo la Brazil 135 millas sino el infierno de la Badwater 135 miles en el Desierto de Arizona.

Justo en ese tramo del camino, se me acerca el organizador de la prueba, Mario Lacerda en uno de los carros de apoyo, para avisarnos que Susana Segurel, la  primera representante argentina en competir en esta prueba, ha abandonado producto del agotamiento total. Una vez más me transformo en el único argentino en pie para procurar acabar este tremendo desafío. Tendré que dejar todo en esos algo más de 100 kilómetros que me esperan con sus demandantes pendientes rompe piernas y con el calor como enemigo emergiendo al acercarnos al mediodía.

En lo que queda por recorrer, dos ciudades son verdaderos hitos de la competencia: Inconfidentes, ubicada en el kilómetro 117 del trayecto, y Estiva, en el kilómetro 176. Cuando se arriba a la primera de las nombradas, comienza la cuenta regresiva para acometer un ultramaratón de 100 kilómetros, pero con el hándicap de haber corrido ya otro ultramaratón de prácticamente la misma distancia, con todo el desgaste que ello conlleva. Cuando se logra arribar a la segunda de las ciudades referidas, se está a las puertas de la llegada, si se tiene en cuenta que ya se logró correr 4 maratones seguidos de 42 kilómetros y que “tan sólo” falta uno más.

Sin embargo, en esta edición las ampollas aparecen como nunca antes, a punto tal de convertirse en una verdadera pesadilla. Cada paso que doy es un pequeño tormento que se suma a los múltiples tormentos de los pasos ya dados y los pasos por dar. Necesito trotar enérgicamente y, por momentos, correr, porque el calor del cuerpo atempera un poco el dolor de las ampollas. Cuando paro un momento para comer algo que me aporta Andre o Luiz, las molestias aumentan en un grado inimaginable. Así, esos 42 kilómetros finales de Estiva a Paraisópolis donde me espera, una vez más, la tan ansiada meta, se vuelven quizá en el maratón más tortuoso de todos los que he corrido hasta allí en mi vida. Pienso que si paro a hacerme atender mis pies desechos, tal vez ya no pueda volver a trotar. Por eso, prefiero seguir trotando aunque lastimosa y dolorosamente; pero nunca detenerme.

Después de transcurrir más de 5 horas soportando terribles dolores, avizoro Paraisópolis y veo la cinta de la llegada esperándome; veo la gente esperándome; veo mi 2° finisher consecutivo esperándome y me imagino a mi esposa y mi hijo esperándome en mi Córdoba natal.

Al trasponer la línea de meta y cortar la cinta de  llegada, el alivio tanto mental como físico son inconmensurables e inenarrables. Traspasada la línea de finalización de la carrera, una ambulancia está esperándome para practicarme urgente los primeros auxilios en mis indescriptibles pies habitados por bolas de sangre y pus. Los médicos y enfermeros trabajan casi una hora sobre ellos. La Red O Globo capta la dramática llegada que se convierte en noticia por mis gestos mezcla de euforia, dolor y alivio a la vez.

Cuando salgo de la ambulancia, los abrazos y las felicitaciones con mi equipo, corredores, organizadores y espectadores son interminables. Me llevo otra vez todo el afecto de la gente de Brasil que, creo, es una de las principales causas de mi “eterno retorno” a la carrera.

Cuando reposo ya en una habitación de mi cálido hogar en Córdoba, un interrogante surge casi como una obsesión paranoica: Habrá una 4° Brazil 135 miles?

Continuará…

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Agradecemos a Gonzalo por compartir sus vivencias con nosotros y por colaborar para que espiritulibre.com.es siga vivo.

Por supuesto que esperamos por ese cuarto y último capítulo.  

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Crónicas, Running, Ultrarunning

MIS PRIMERAS 100 MILLAS – MAITE ROJO.

14 febrero, 2020

Nuestra amiga de la casa, Maite Rojo, está en Nueva Zelanda y participó de unas de las pruebas de ultratrailrunning clásicas para muchos corredores de élite de ese deporte. Como incida el titulo, esta fue su primera aventura de 100millas, a continuación compartimos su relato.

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Por: Maite Rojo.

Ultra Trail TARAWERA 8/02/2020

Cuando era una adolescente y practicaba atletismo en pista (1500m), jamás se me hubiera pasado por la cabeza que hubiera llegado a viajar tanto para practicar mi deporte preferido en un entorno tan espectacular.

¿Por qué el ultramaratón de Tarawera, en Nueva Zelanda? Hace casi 12 años vine de viaje a este país, recorrí 9000kms por la isla del norte y del sur (no corriendo, no os vayáis a pensar) y no encuentro palabras para describir, a los amantes de la naturaleza, muchos de los lugares que visité.

Hace un par de años empecé a oír hablar del Ultra Tarawera por otros corredores internacionales y por casualidades del destino, o más bien del trabajo, he venido a Nueva Zelanda en las mismas fechas en que se celebra la prueba. ¿Suerte? ¿Destino? Un poco de las dos. Aquí iba a estar, así que me armé de valor y me inscribí en las 100 Millas.

Después de toda una semana con nervios, porque imaginaba lo duro que iba a ser, llegué el viernes a Rotorua, la salida, la zona más representativa de los maoríes en el centro de la isla del Norte. Aunque por desgracia ya se conoce como “Rotovegas”, por la cantidad de turistas y viajeros que van a visitarla.

La llegada es en Lakefront, justo en el centro neurálgico de la ciudad y de un área geotérmica. Sí, sí, habéis oído bien, un área completamente volcánica.

El ambiente, siendo Tarawera una carrera que forma parte del circuito “World Trail Tour”, y apoyado por la marca “Ironman” es impresionante.

Para las 100 millas hay que llevar una mochila con el material obligatorio, además de lo que uno personalmente quiera llevar. Se puede hacer la comprobación en tiendas especializadas antes de llegar y así no es preciso hacer cola en el día de la prueba.

Cuando llenas el agua de la mochila llevas a cuestas entre 2/3kg.

Material obligatorio:

  • Frontal con baterías de repuesto.
  • Top largo térmico de polipropileno o lana.
  • Pantalón/ malla larga térmica de polipropileno o lana.
  • Gorro térmico o buff.
  • Guantes térmicos.
  • Chaqueta a prueba de agua sellada con capucha.
  • Funda de supervivencia (¡no manta!)
  • 2m de vendaje autoadhesivo, de 40 mm de ancho.
  • Móvil cargado con una funda estanca.
  • Batería externa.
  • Vaso, botella de agua para rellenar, porque no hay vasos de plástico.

¿Ropa térmica en el verano de Nueva Zelanda, en medio de una ola de calor? Luego lo entendí bien. Las temperaturas oscilan entre los 30º durante el día y bajan a menos de 10º por la noche. Durante la carrera cayeron un par de “calabobos”, si te lesionas en ese momento y estás en el medio de la nada (donde ni los que te apoyan o un coche puede llegar), la hipotermia puede ser un riesgo bastante grande y tener esa ropa térmica a mano puede salvarte. Además, menos de un cuarenta por ciento de los/las participantes completa la carrera en menos de 30hs y el tiempo máximo para acabarla son 36hs. Eso significa mucho tiempo y muchas calorías quemadas, lo que equivale a pasar en algún momento de la carrera mucho frío, incluso en verano.

Después de la comprobación del material y retirada de dorsal (donde también te pesan), Jason (mi apoyo) y yo nos fuimos a ver el último tramo de carrera (“Redwoods”), la zona de la salida y finalmente a descansar a un cámping que hay justo en frente. Una vez relajados repasamos la lista de los quince avituallamientos y la bolsa con lo que iba a necesitar y con todo lo más importante para mí, cada corredor sabe sus manías.

Después de intentar dormir unas cinco horas, me levanté a las dos de la madrugada, dos horas antes de la largada (4am) y me di cuenta de que me había olvidado traer algún tipo de cafetera y la cocina del cámping estaba cerrada con llave. ¡Vaya por dios!

Salimos andando hasta “Te Puia”, la zona de salida y comenzó la lluvia. El parte meteorológico la pronosticaba de 4:00am a 6:00am y no se equivocó. Entramos en una especie de parque temático y caminamos por un paseo de madera al lado de un geyser erupcionando (Pōhutu). Pasamos por una nube de vapor como de niebla caliente, con carteles que dicen algo así como “Cuidado donde te sientas, las piedras están calientes”. ¡Y lo están!

En este escenario, después de una pequeña introducción del director de carrera, todo el mundo se coloca en línea de salida y comienza una “haka» (danza guerrera maorí). Ya no sabe uno si reír de los nervios, llorar de la emoción o todo a la vez. Encendemos los frontales, cuenta atrás y pum. ¡Salimos!

De camino al primer avituallamiento, en Puarenga (13km), encuentro al otro único español de la carrera, Diego, que viene desde Chile. Nos reconocimos por las zapatillas que llevábamos puestas en las fotos del Facebook. Los kilómetros, en la noche, se hicieron muy cortos hablando con él pero en un momento se adelantó y ya no lo volví a verlo. El lugar estaba lleno de gente animando, a pesar de ser las cinco de la mañana, de locos!

En el segundo avituallamiento, Green Lake (22km), relleno mis botellas y sigo. Aquí no hay espectadores y el ambiente está más calmado.

Buried Village (31km) es un antiguo poblado de casitas maoríes. Es de día, pero aún así seguimos un camino de luces, muy bien indicado. En cada cruce, incluso en medio de la nada, hay voluntarios esperando, enmantados por el frío, lo pobres. Más tarde supe que hay más de 600 voluntarios en toda la carrera. Me encuentro por primera vez con Jason, que me pregunta si he comido y bebido, como habíamos acordado. Todo el mundo aúlla y anima cada vez que entra un corredor.

En una zona entre árboles en la que no paramos de hacer eses; batallo durante kilómetros con una corredora que quedaría, finalmente, tercera de la general. Ella es de la zona y conoce el bosque como la palma de su mano. Tiene 50 y pico años, una fenómena.

Llegamos a Isthmus (46km), donde no hay espectadores y han decorado el avituallamiento como un campo de zombies. Cada avituallamiento tiene una temática y acabas riendo mucho. Un poco más adelante llegamos a un pequeño pantalán, donde aguardamos cruzar en barco al otro lado. Desgraciadamente se les estropeó un barco y tuvimos que esperar cinco minutos. Fueron cinco minutos de gloria, ya que en ese tiempo, un voluntario nos sirvió un “cocktails” (un zumo con hielo en vaso de martini) y pudimos sentarnos a sacarnos las piedras de las zapatillas.

Quinto avituallamiento, Rerewhakaaitu (55km). Llego bajando un tramo de carretera que da un pequeño descanso al continuo, esquivar piedras y raíces. Escucho un pasodoble de fondo y al rato veo a Jason ondeando la bandera española. Todo el mundo me mira y anima, aunque a mi me da un poco de vergüenza. Un voluntario me hace una pequeña entrevista con el teléfono mientras relleno botellas y dice cuando me preguntan de donde soy: “está claro que es española”. Todo en general me anima a seguir.

Después de algo más de carretera, alcanzo Okahu (62km) donde también llegan los espectadores. Jason me insiste en comer más, así que como un plátano y un sándwich de mantequilla de cacahuete con una bebida energética, que me saben a gloria en el momento. Será la última que vería a Jason, nos volveríamos a encontrar en el kilómetro 121.

Paso Wihapi (72km) y Puhipuhi (82km), veo voluntarios vestidos de hawaianos y otros como si estuvieran en la playa, con juguetes hinchables en el medio del bosque. Me animan un montón y me dicen que voy la 7ª mujer de la general.

Dejo atrás Titoki (94km) y corro a través de lo que es el “Tarawera trail”, con ríos, torrentes y puentes. Sigo hasta que llego a una cascada que me deja sin palabras.

Llevo más de la mitad de la carrera y alcanzo el kilómetro 104, llamado Oulet, donde ya empiezan a ofrecer café, té o sopa. Aunque me encuentro muy bien tomo algo de café y sigo. Desde el avituallamiento once, en Humphries (111km) hasta el siguiente en Okataina (121km), todo es un bosque cerrado, de camino estrecho que trascurre al costado de un lago, sendero precioso pero lleno de raíces. Me alegro de haberlo pasado de día, porque se hace difícil correr y me encuentro con varios lesionados durante ese tramo.

En Okataina me espera Jason y hay espectadores que no han visto a los suyos durante muchas horas, así que la llegada a ese avituallamiento es espectacular. Todo el mundo aplaude, sonríe, grita “¡bien hecho, buen trabajo!”.

Primero me cambio de ropa porque empieza la noche, hace viento y baja mucho la temperatura. Me pongo una camiseta térmica y la de mi equipo de Galicia, “Vertice” por encima. Esta camiseta y la camiseta del maratón de Coruña son las pequeñas cosas que me acompañan de casa, además de todo el apoyo de familiares y amigos a través de las redes.

La espalda me está matando y le pido a Jason que me unte crema anti fricción. Al parecer tengo parte del centro de la espalda sin piel por el roce de la mochila o el top. Me pongo otra camiseta térmica más holgada en la cintura y me acerco al avituallamiento, donde todos los voluntarios, todos muy cariñosos y vestidos de payasos. En ese avituallamiento tienen bizcocho de chocolate y café! Genial, me encanta, no quepo dentro de mí!

Ahora viene lo duro. Salgo a un camino en total oscuridad y aparece la cuesta más empinada de la carrera, con 125 kilómetros en las piernas. Aquí me doy cuenta del desnivel de la prueba, de unos 5470mts. Después de llegar a un cartel que dice “lo has hecho, has llegado a la cumbre” (como otros muchos letreros con frases de ánimo que hay en todo el recorrido) el sendero sigue lleno de sube y bajas como toboganes.

Después de dieciséis tortuosos kilómetros, veo un aviso que dice “cruce de río, nivel de aguas muy alto, ciclistas bajar de la bicicleta”. Por unos segundos me asusto un poco pero es verano y estamos en alerta por falta de agua, así que por suerte no hay nada, solo un socavón enorme.

Alcanzo el avituallamiento de Millar (137km) sin apoyo y que casi paso de largo, para llegar lo antes posible al Blue Lake (149km). Jason me espera dentro del coche porque hace un frío que pela, me paro para beber algo, pido un café y me empiezo a marear. Me acompañan a una tienda y con chocolate, café y plátano, me vuelvo a encontrar mejor. Viene la médico a verme, porque estoy tumbada en el suelo, pero ya noto la presión volviendo a su sitio ( algo normal en mi, tengo el azúcar y la tensión siempre muy baja). La gente es maravillosa, se acercan para poder ayudar y preguntar si estoy bien. En cuanto salgo de la tienda, una chica de la organización se acerca y me dice: “Española! llegaste! ¡Eres genial me encanta tu sonrisa!”. Entonces vuelvo a sonreír y nos damos un abrazo. Me dice que ya solo quedan nueve kilómetros hasta Redwoods y siete hasta la llegada de Lakefront. ¡Ya no queda nada!

Esto me anima mucho y salgo hacia la última parada, imaginando que ya será pan comido….Craso error! Pensé en el momento que a algún sádico se le había ocurrido, después de llevar 150 kilómetros en las piernas, someternos a nueve kilómetros de subidas y bajadas con escaleras. Con los pies muy doloridos me lleva casi dos horas completar esta parte. Llego a Redwoods, donde todos estaban disfrazados y ya se estaban preocupando por lo que había tardado, después del mareo de Blue Lake. En este tramo perdí un puesto pero ya no paré hasta la meta.

Visto los guantes térmicos porque ya no siento las manos y completo los casi siete kilómetros que quedan, que parecen no tener fin. La luna llena hace que a veces pueda apagar el frontal y quedarme embobada con el paisaje. Los árboles y los ruidos de los animales lo hacen todo un poco tenebroso y emocionante a la vez. Completamente plano y con un camino de arena blanca que se ve perfectamente. Sé que estoy cerca de Rotorua por el olor a sulfuro de las aguas termales. Los últimos dos kilómetros voy rodeada de aguas borboteando y llego a la ciudad, donde ya se oye el bullicio. De la emoción acelero hasta la meta. La lágrimas me caen por las mejillas y no puedo hablar.

La medalla de premio es un “Toki” de “greenstone” (piedra verde), que debes elegir y que tiene que ser regalado. Simboliza coraje y fuerza en momentos de adversidad y es el símbolo por excelencia del pueblo maorí. No me lo pienso quitar del cuello. Mucho esfuerzo y meses de entrenamiento han dado sus frutos, aunque estuve tres semanas bastante mal después de correr las 12h de Barcelona , más las 28hs de avión a Nueva Zelanda.

Ha sido una experiencia inolvidable. La organización de la prueba es de diez, una gente más que encantadora y un paisaje impresionante. !Todavía no me lo creo! Mi reto era acabar la prueba sin lesionarme, entre 24 y 26 horas. Completé las 100 millas en 24:52hs y finalicé la 8º mujer y 3ª en mi categoría. En ediciones anteriores con esta marca hubiera conseguido subir al pódium, lo que me puso aun mas contenta.

Ailsa McDonald, ganadora de la carrera, hizo un tiempo de 18:10hs. El ganador masculino fue Vladimir Shatrov, quien destrozó el récord masculino de la prueba con 15:53hs. Sin palabras.

Muchas gracias a toda mi familia y amigos, que me estuvieron siguiendo desde la distancia. Ya sabéis todos quienes sois. Os adoro. Gracias por el apoyo.

Gracias también a todos los que leáis esto y perdonad si me he extendido mucho.

Abrazos y kilómetros.

Maite

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