La historia de los campeonatos del mundo de 100km comienza en el año 1987, en la ciudad belga de Torhout. Allí 271 atletas se presentaron en la línea de partida.
Aquel primer campeonato del mundo de 100km fue ganado por el mejor ultrafondista español de la historia, Domingo Catalán. Segundo y tercero fueron otras dos grandes leyendas del ultrafondo europeo, el gran Don Ritchie y el francés Roland Vuillemenot.
La historia de estos campeonatos está llena de grandes proezas y fueron logradas por mitos del ultrafondo mundial. Una historia muy grande como para contarla con lujo de detalle en cada edición de estos WC-100km (Llevamos 30 campeonatos disputados)
Para que nuestro artículo sea lo más comprensible y entretenido de leer, nos basaremos en nuestros clásicos gráficos para contar la historia de estos campeonatos. También dividiremos el artículo, como siempre, entre la performance masculina y femenina.
Como punto final aclararles que en este artículo nos enfocaremos, solamente, en la performance individual de los atletas masculinos y femeninos. Dejando para otro artículo, que publicaremos más adelante, la performance de los equipos (países/selecciones) en la historia de estos campeonatos del mundo de 100km.
PERFORMANCE MASCULINA INDIVIDUAL
Como les contábamos al principio, el español Domingo Catalán fue quien ganó el primer campeonato del mundo del 100km. Su marca fue de 6:19:35h y al día de hoy, pasados más de treinta años, sigue siendo la cuarta mejor marca en estos campeonatos. Increíble. Catalán volvió a ganar al año siguiente y es al día de hoy, el único atleta español con dos medallas de oro y de forma consecutiva.
Pasaron algunos años y el mundo del ultrafondo descubrió al gran brasileño Valmir Nunes, quien en el año 1991 se convirtió en el primer atleta latinoamericano en ganar una medalla de oro en un campeonato del mundo de 100km. Valmir también se llevó la medalla de oro en el año 1995 con una marca de 6:18:09hs; marca que sigue siendo el mejor registro en la historia de los WC-100km. Los años siguieron pasando y los atletas rusos siguieron coleccionando medallas de oro, con la excepción de algún iluminado que, tal vez, lograba arrebatarles alguna medalla.
Hasta este momento, año 2001, todos los campeonatos del mundo de 100km (13 ediciones) habían sido ganados por atletas europeos, con excepción de los dos campeonatos de Valmir Nunes. Pero en esta 14º edición y por primera vez, un atleta japonés se hacía con el primer puesto y la primera medalla de oro para Japón en estos campeonatos. El nipon Yasufumi Mikami había hecho historia con esa primera medalla de oro y lo más importante es que había abierto la puerta a lo que sería, en años futuros, un país potencia en el ultrafondo mundial.
Llegó el año 2003 y con él, la peor marca de estos campeonatos del mundo de 100km. El italiano Mario Fattore conseguía en Taipei llevarse el oro con una marca de 7:04:57hs. Esta fue su segunda medalla de oro consecutiva y por supuesto cuando nos referimos a la “peor” marca no estamos hablando de la marca en sí misma, que es excelente, sino que estamos hablando en referencia a todas las marcas ganadoras de la historia de estos campeonatos.
Al año siguiente, en 2004, el también italiano, Mario Ardemagni, conseguía poner el listón casi en lo más alto llevándose el oro con unos impresionantes 6:18:24hs. Tercera mejor marca de la historia de los WC-100km.
Con la entrada de los nipones en escena y la decadencia de los atletas rusos y franceses, el panorama de los campeonatos del mundo de 100km da un vuelco hacia una mirada más global y no centralizada en los atletas europeos.
Sin embargo, cuando parecía que los europeos perderían definitivamente el pulso contra los atletas del sol naciente, un italiano se abrió paso entre las cenizas y volvió a colocar a Europa en lo más alto de estos campeonatos. Estamos hablando, por supuesto, del mejor ultrafondista de la historia italiana y uno de los mejores del mundo. El gran Giorgio Calcaterra ganó su primer WC-100km en el año 2008, corriendo en su propio patio trasero en la Toscana. Calcaterra volvería a ganar el oro en los años 2011 y 2012, por aquellos años era el único capaz de enfrentarse mano a mano a los atletas japoneses.
En el año 2014, ya prácticamente en el presente, por primera vez un atleta americano se hacía con la medalla de oro en estos campeonatos del mundo de 100km. Tuvimos que esperar 26 campeonatos y casi 30 años para poder ver un atleta de la USA en lo más alto del podio. El atleta en cuestión fue Maxwell King con una marca de 6:27:43hs, campeonato que fue disputado en Doha.
Al año siguiente, en la ciudad holandesa de Winschoten, el sueco Jonas Buud volvía a poner al continente Europeo en lo más alto de un campeonato del mundo de 100km. Su marca fue de 6:22:44hs. Jonas también ha ganado otras cuatro medallas de plata en estos WC-100km y ha colocado, él solito, a su país Suecia, como el 7º país que más medallas ha ganado en la historia de los campeonatos del mundo de 100km.
En el WC-100km disputado en el año 2016, en la ciudad española de los Alcázares, el atleta japonés Hideaki Yamauchi se llevó la victoria realizando la segunda mejor marca de la historia con 6:18:22hs. Tan solo 13 segundos más lento que la marca de Valmir Nunes del año 1995. Pasados dos años y con la llegada de un nuevo WC-100km en el año 2018, el japones Yamauchi volvió a consagrarse campeón del mundo de 100km y entrar, de esa manera, en el selecto club de los bi-campeones mundiales!
Hablábamos anteriormente que hacía ya muchos años que la hegemonía Europea había desaparecido de estos WC-100km y que ahora sí que eran realmente campeonatos del mundo de 100km. Para reforzar nuestra idea contarles que los últimos cuatro campeonatos han sido ganados por un americano, un europeo y un asiático respectivamente.
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Diego se presentó en la linea de partida del Spartathlon por primera vez y por esas cosas del destino le ha tocado vivir una de las peores ediciones de la historia, sino la peor. Lluvias durante, prácticamente, toda la carrera, tormentas terribles y vientos huracanados. Una estampa apocalíptica que solamente los más fuertes, de cuerpo y mente, pudieron vencer. Diego Rojo Garrido estuvo en ese selecto grupo de vencedores que lograron, a pesar de todo, llegar hasta los pies de Leónidas.
Una gesta digna de los héroes de la Grecia antigua que en espiritulibre nunca olvidaremos.
Aquí su historia:
“SIGUE NADANDO, SIGUE NADANDO (“Dori” en “Nemo”), O LA SUPUESTA SOLEDAD DEL CORREDOR DE FONDO…”
Mucho se ha hablado de la soledad del corredor de fondo y, por extensión, de ultrafondo. Aunque yo me he sentido así en numerosas ocasiones, tanto entrenando como compitiendo, la preparación y la disputa del Spartathlon 2018, ha marcado un antes y un después como corredor popular y como persona.
Los días previos a la prueba, bromeaba con la frase de la compañera azul de Nemo, la “pez cirujano” Dori. El día antes de la prueba, recibí un mensaje de ánimo de mi mujer y de mi hija, con el famoso “Sigue Nadando” que encabeza este texto, y que me hizo mucha gracia, sin saber que se repetiría en mi cabeza como un mantra durante los momentos más duros del recorrido.
La verdad es que el detalle vino que ni pintado para la ocasión, porque la carrera de este año estuvo marcada por el ciclón Zorba, bajo el cual tuvimos que correr, con rachas de viento que superaron ampliamente los 100 km/h, lluvias torrenciales, tormenta con aparato eléctrico, granizo, barro y desbordamientos en la calzada, con el agua en ocasiones por encima del tobillo, objetos diversos volando, árboles y paneles arrancados de cuajo, y otras dificultades que añadían dureza extra al hecho de tener que recorrer los 246km de la prueba en menos de 36 horas. Como navegante y como montañero he estado en numerosas ocasiones expuesto a condiciones climáticas adversas y frío extremo, pero nunca en una situación de agotamiento tal como la vivida este último fin de semana de septiembre en Grecia.
Los primeros kms hasta Corinto, relativamente planos, se sucedieron de manera más o menos tranquila, y con casi hora y media de adelanto sobre los tiempos de corte, en gran medida gracias a la compañía de Juan Andrés Camacho. Me encontré con él poco después de la salida, al pie de la Acrópolis, y lo dejé ir alrededor del 60-70, por ser su ritmo superior al que yo podía mantener con comodidad, y por reservar fuerzas para lo que vendría más adelante. Estuvimos corriendo bajo una lluvia suave, que acabó empapándonos, pero la sensación térmica era relativamente agradable.
En Corinto, en el control 22 (km 81), me esperaba mi hermana Maite, mi ángel de la guarda particular, sin el apoyo de la cual dudo que hubiese sido capaz de terminar en tiempo. Allí, como la climatología comenzaba a complicarse, me ayudó a cambiarme de ropa por primera vez, me dio un masaje con aceite térmico para calentar un poco los cuádriceps, que comenzaban a estar doloridos, y comí sentado por primera vez desde la salida. La vuelta al ruedo fue de lo más desesperanzadora, ya que en los primeros metros no era capaz de correr, y tuve que caminar 3 o 4 minutos hasta que volví a entrar en calor y pude trotar nuevamente. Por delante me quedaban ni más ni menos que los 165 kms más duros de toda mi vida. No obstante, a partir de este punto los tiempos de corte se suavizan, por lo que a pesar de lo anterior pude ir aumentando paulatinamente mi margen sobre ellos, hasta algo más de dos horas, que fue lo que me salvó en el último cuarto de carrera, donde iba realmente fundido.
Todos los relatos de corredores coinciden en que a partir de aquí lo normal es caminar cuesta arriba y correr en llano y cuesta abajo, aunque lo cierto es que donde podía correr lo hacía, incluso en las cuestas arriba suaves, con el afán de “guardar minutos” para cuando me viniera abajo, porque en una carrera como esta nadie te salva de venirte arriba y abajo unas cuantas veces.
A partir de entonces, y antes de la llegada de la noche, se desató el infierno. Comenzaron las lluvias torrenciales, el frío por el viento intenso, los pies permanentemente empapados al cruzar las numerosas balsas de agua, y la organización desbordada en algunos controles, donde no había agua caliente para poder tomar una sopa o un té que te reconfortaran por dentro, ya que por fuera no había nada que hacer. Decido entonces abrigarme completamente antes de lo previsto, cambio de zapatillas incluido, en previsión de la entrada en la zona de montaña, en el control 43 (km 148), al que llegué en torno a las 01:00, con unas 2h10´de adelanto sobre el tiempo de cierre. Como no había nada caliente que tomar en el avituallamiento, y el estómago me empezaba a dar problemas por el frío, decidimos meternos dentro de un bar y comer algo a cubierto mientras mi hermana, siempre atenta a mis necesidades, me ayudaba a cambiarme. Salí de allí enfundado en 4 capas, con zapatillas secas, un número más grandes en previsión del edema, y con energías renovadas aunque, como en Corinto, sin poder correr hasta unos minutos más adelante, y con amenaza de tiritona imparable por el choque térmico al salir del calor a la tormenta, mi mayor miedo toda la noche.
Cuenta la leyenda que una mañana de 1988, mientras desayunaba, encontró una pequeña nota en el diario, su título decía: «EXIGENTE PRUEBA EN GRECIA», volvió a leer esa pequeña nota una vez más, luego otra vez y después volvió a leerla por cuarta vez mientras un pequeño fuego comenzaba a verse en sus ojos. Algunos recuerdan que como preparación para esa gran carrera intentó correr desde Buenos Aires hasta San Nicolás, unos 250km, falló en ese intento y entonces se le ocurrió correr 24hs en una pista de atletismo como entrenamiento, fue la primera vez que alguien corría 24hs en Argentina. Tiempo después correría durante 36hs como preparación final para su gran desafío en el Spartathlon.
Durante todo ese tiempo, sólo cuatro palabras retumbaban en su mente: «EXIGENTE PRUEBA EN GRECIA»
Aquí esta su historia, la primer gran historia de un Argentino en el Spartathlon.
Por: Adalberto Maidana
LA LLEGADA A GRECIA
Eran las 17.30 horas del 23 de Septiembre, el avión de BRITISH AIRWAYS, procedente de LONDRES, se posaba lentamente en la pista y comenzó a recorrerla hasta detenerse totalmente.
Cuando se abrieron las puertas y bajé por las escalerillas del avión, sentí una emoción muy grande; había llegado a la tan soñada GRECIA, estaba en ATENAS, un lugar del que conocía sus bellezas solamente por comentarios, postales o fotos, y ahora tenía la oportunidad de conocerla personalmente, nadie me lo iba a contar.
Pero a la vez mi emoción era doble, porque además llegaba como deportista representando a mi país, ARGENTINA, a participar en la prueba del SPARTATHLON, la competencia atlética de Ultramaratón más importante del mundo, porque recuerda la gesta de FILIPIDES y además forma parte de la Historia Universal.
Esta prueba se realiza todos los años y en la misma participan los mejores atletas del mundo, partiendo desde ATENAS y finalizando en ESPARTA, al pie de la estatua de LEONIDAS, al final de la Avenida PALEOLOGOU, en esa localidad, recorriendo 250 kilómetros por rutas y caminos de la legendaria GRECIA.
Al salir del Aeropuerto, luego de cumplir con los requisitos de Aduana, fui ubicado por los organizadores del evento, que me estaban esperando (como lo hacían con todos los atletas extranjeros) en la VILLA OLIMPICA del Estadio que lleva el mismo nombre y que se encuentra ubicado en la zona de KALOGREZA, camino a KIFISSIA.
Allí empecé a sentir el cariño y el respeto con que se me iba a tratar de ahí en más, por la Señora MARIANNA VEREMIS, quien tenía a su cargo recibir a los participantes de la prueba, y que desde el primer momento me hizo sentir como en casa, pero en la medida que pasó el tiempo, sentí que todas y cada una de las personas con las que iba a tratar, eran de la misma forma: respetuosos, sencillos, simples y siempre dispuestos a solucionar cualquier problema que se presentara; actitud que no me sorprendió ni extrañó, ya que en BUENOS AIRES, sentí el mismo afecto y buena predisposición, cada vez que solicitaba alguna información a mi amigo ELEFTHERIOS KOUVARITAKIS, quien era el Vice – Cónsul de GRECIA en ARGENTINA y además era un corredor de Maratón.
Los días previos a la competencia, realmente no me fue posible visitar ni recorrer totalmente la ciudad de ATENAS (si lo hice después de finalizada la prueba) pero de lo que pude ver y sentir, además de la belleza del paisaje y sus monumentos históricos, rescato el cariño de la gente del pueblo griego.
EL INICIO DE LA PRUEBA
De la prueba en sí, podría escribir mucho y estoy seguro que me faltaría espacio para poder contar todo en detalle. Si debo decir que fue algo extraordinario, muy emocionante, por todo el entorno previo, por la competencia misma y por la alegría del final.
Trataré de resumir estas emociones que comenzaron el día 28 de Septiembre cuando partimos del PANATHINAIKOS STADIUM, en ATENAS, a las 7 de la mañana con destino final SPARTA, éramos 99 atletas de distintos países del mundo, de los cuales solo 35 arribamos a la meta.
Todos y cada uno de nosotros estaba con sensaciones y motivaciones distintas, en mi caso sentía el orgullo de ser el primer argentino y además el primer sudamericano que participaba en la prueba del SPARTATHLON, pero también tenía la motivación de estar corriendo por lugares donde se cimentó la historia del mundo.
Como mencioné, partimos desde ATENAS, atravesamos la ciudad, bordeamos el puerto del PIREO y luego salimos a la Autopista, para llegar al primer puesto de control de la prueba en CORINTOS, a 82 kilómetros de ATENAS, durante el trayecto comenzó a llover en forma intensa lo que hizo aún más dificultosa la carrera.
Desde CORINTOS, seguimos corriendo hasta NEMEA, pasando por ASSOS, ya era de noche y el frío además de la lluvia se hacía sentir.
De NEMEA, la ruta nos llevaba hasta LYRKEIA, donde llegué aproximadamente a las 2 de la mañana del 29 de Septiembre, llevaba recorridos 154 kilómetros y hacía ya 19 horas que estaba corriendo.
Hasta allí, había sido una prueba muy dura, sobre todo por las constantes subidas y bajadas del camino montañoso. Las luces de las linternas que llevaba cada corredor para iluminar el camino y que fueron provistas por los organizadores, parecían ojos de gatos en la oscuridad, haciendo ver un paisaje nocturno diferente.
La historia de Yiannis Kouros está plagada de récords, uno más impresionante que el otro. El griego fue, es y será, sin duda alguna, el mejor ultrafondista que ha visto este planeta.
A continuación les contaremos dos pequeñas historias sobre este grande del ultrafondo mundial. El primer capítulo enfocado en el mítico Spartathlon griego y el segundo en la filosofía que caracterizaba al griego.
Por: Pablo Casal
CAPITULO I (Spartathlon)
En en año 1981, Yiannis Kouros regresa a Trípoli de manera permanente y se le ocurre una idea, correr 100 kilómetros en esa ciudad. Su plan era salir desde el estadio local y recorrer cinco vueltas de 20 kilómetros en un circuito circular. Previo a su intento, Yiannis avisó al consejo de deportes para que enviaran algunos jueces con el fin de fiscalizar su carrera.
“Sabía que no había otro griego que pudiera correr esa distancia y seguramente sería un récord nacional . Completé los 100 kilómetros en 7.35hs, pero ningún juez del consejo de deportes vino a verme correr”– dice Kouros al recordar ese momento.
Pasaron dos años y el griego leyó sobre un evento de ultrafondo de 250 kilómetros, que iba a tener su primera edición en 1983. El recorrido partía desde Atenas hasta llegar a la ciudad de Esparta. Yiannis pensó en apuntarse “tenía la confianza de que la completaría y que probablemente sería el primer griego….”
El 30 de Septiembre de 1983 Yiannis Kouros largó junto a otros 44 corredores el primer Spartathlon de la historia. En el kilómetro 42.5 ya había pasado a los dos primeros corredores (El yugoslavo Mouravil y el Inglés Fairbrother) y así continuo, en primer lugar, hasta llegar al final de la carrera, a los pies de la estatua del rey Leónidas. Su tiempo fue de 21:53:42hs.
El griego no sólo venció a todos los demás corredores, sino que le sacó tres horas de diferencia al segundo clasificado. Los organizadores esperaban al ganador alrededor de las diez de la mañana pero Kouros llegó a las 4.50 de la madrugada, justo cuando amanecía y con todo el mundo durmiendo. Incluso el alcalde y el obispo, a quienes tuvieron que levantar de la cama para que fueran a entregarle el premio.
Tardaron cuarenta y ocho horas en proclamar a Kouros oficialmente como ganador del primer Spartathlon, los organizadores ingleses creían que había hecho trampa ya que decían que era humanamente imposible recorrer esa distancia en 21 horas y 50 minutos.
Al año siguiente, en 1984, el griego volvió a participar del Spartathlon y esta vez, bajo la miraba de todos, llegó a los pies de Leónidas en 20:25:00, el mejor tiempo de la historia de esta carrera. Por supuesto, nadie estaba durmiendo.
Casi cuarenta ediciones lleva el Spartathlon y Yiannis Kouros sigue teniendo (y tendrá por siempre) los cuatro mejores tiempos en esta carrera:
1984 – 20:25:00hs.
1990 – 20:29:04hs.
1983 – 21:53:42hs.
1986 – 21:57:00hs.
En el año 2008 Scott Jurek, uno de los mejores ultrafondistas de la historia, en su plenitud física y mental hizo su mejor tiempo en el Spartathlon: 22:20:01hs. Veintitrés minutos por encima de la cuarta y peor marca de Kouros en esta carrera.
Para Scott Jurek, Kouros es: “Un atleta-filosofo según la tradición de la Grecia clásica. Sus resultados parecen provenir de una enorme energía de espíritu”
Yiannis creía que el Spartathlon debía ser emulando el recorrido total que realizó Filipides: Desde Atenas hasta Esparta, ida y vuelta con casi 500 kilómetros. El griego, en su forma particular de pensar, creía que era una vergüenza que habiendo carreras de mil millas en Australia, no se hiciera el Spartathlon con el recorrido total de Filipides. Cuando le preguntaron si se podría hacer la carrera, pero con etapas, Kouros contestó: “Filipides no corrió hasta Esparta y volvió a Atenas en etapas, lo hizo todo sin detenerse!”
Yiannis Kouros es un atleta-filósofo, es la Grecia misma representada en un hombre, sus mitos, sus dioses, sus tradiciones, su música y su bandera, esa que siempre ondeará en la mano del griego al terminar una carrera.
Federico es un atleta argentino, que pese a su corta carrera en el mundo del ultrafondo, ya posee en su palmarés el honor de haber estado en el mítico Spartathlon. Este atleta de la provincia de Santiago del Estero, junto a otros ocho compatriotas, consiguió en el pasado 2019 un récord inédito para los argentinos en esta gran carrera.
Aquí su historia
.
Por: Federico Vittar.
Aún recuerdo, hace ya 6 años, al poco
tiempo de completar mi primer maratón, escuchar sobre las carreras de 100km y
luego descubrir el mítico Spartathlon. Para los que vivimos en el norte argentino
y creo que para la mayoría que les tocó ir, hablar de esta carrera es hablar de
Martín Córdoba (es de los amigos que más conoce sobre el Spartathlon). Es bueno
conocer personas, como Martin, que aman y viven esta carrera como nadie.
En mi primer carrera de 100km, en el
Ultramaratón Formosa 2018, conseguí la marca mínima para poder inscribirme. Al
mes siguiente, en Bolivar, volví a correr 100km y de nuevo pude realizar una
marca similar, pero esta vez, planteando la carrera de otra manera. Ese año
estaba en mi mejor forma física, ya que por problemas personales no pude
entrenar como quería, pero las ganas de competir y disfrutar siempre estaban.
Meses antes de la apertura de inscripción
para el sorteo no pensaba hacerla, ya que me parecía apresurado por mi falta de
experiencia en 24hs, pero recuerdo que Martin un día me dijo: “vos te
inscribes, si sales bien y si no tienes doble chance el año siguiente”. Unos
días antes de la apertura me llamó para recordarme que debíamos hacerlo en la
semana y ahí dije ME INSCRIBO Y ESPERO.
Recuerdo el día posterior al sorteo, donde
informaron el listado (me lo pasó un amigo Pablo Del Pino) yo no quería ni
mirarlo, fijarme nada. Sin embargo, cuando vi mi nombre me invadió una gran
emoción e incertidumbre, miles de preguntas juntas me vinieron a la mente. Me
tomé una semana para pensarlo y asumir el compromiso, había que cambiar muchas
cosas de cara al objetivo y una de esas era buscar un entrenador que me
acompañe en el proceso. El primero que me vino a la mente en ese momento y con
quien me comuniqué fue Fabian Campanini, de quien aprendí mucho y en cada
sesión me hizo crecer y ganar confianza en mí mismo.
Llegué a Atenas el martes anterior a la
carrera por la noche y lo primero que hice fue sentarnos a tomar unos mates junto
con Manuel Méndez. Mucho calor y humedad nos esperaba para los días de nuestra estadía,
yo estaba tranquilo y con mi mente enfocada en llegar, le tuve mucho respeto en
cada entreno y solo restaba disfrutar de una carrera de distancia, que para mí
en particular son más lindas que las competencias por horas.
Hablamos mucho con Fernando Petracci, que
me tocó de compañero de habitación. No era la primera vez que compartíamos
carrera y siempre fue muy generoso conmigo, durante todo el proceso siempre
estuvo para ayudarme. Llego el jueves, envié mis cosas a los distintos check
point (CP), charla técnica y el viernes temprano desayunar y subir al autobús
que nos llevaba a la largada. Tranquilo y viviendo minuto a minuto muchas
emociones, sabía que solo tenía que disfrutar de esta experiencia, estaba muy
bien físicamente; solo debía ser prolijo, tener templanza y hacer lo que había
planificado.
Largamos con una humedad tremenda, el calor
durante el recorrido se hizo sentir (38°C más de 80% de humedad), había que
cuidarse y llegar lo más entero posible hasta Corinto (CP22). Seguir con lo
planificado para la primera mitad de la carrera. Fui impecable en los
parciales, pasando los 42.2k en 4h13´, los 81k en 8h15´, para así llegar al km
124 (poco más de la mitad de carrera) en 13h48’; todo eso lo tenía en mi cabeza
grabado. Recuerdo en el antiguo Corinto parar y disfrutar de una cerveza en el
CP.
Las horas pasaban y la carrera se iba
haciendo más entretenida, la noche caía junto a la temperatura y cambiaban las
estrategias para seguir adelante, había que abrigarse, comer para recibir la
noche en la montaña. Recuerdo cambiarme en el CP35 y comer unos fideos para
comenzar a pensar en lo que sería la montaña que comenzaba unos kilómetros más
adelante. Eran las 21hs y venía con un buen margen de tiempo ganado. Pasaron
poco más de una hora de ese momento que recuerdo haber tenido una crisis entre
la comida que no digería y el cansancio de las horas, esto me costó unos kilómetros
de caminata y reencontrarme conmigo mismo para salir adelante, la capacidad
para regenerarse en un ultramaratonista es la principal arma.
La media noche llegaba y me encontraba muy
bien física y anímicamente, estábamos comenzando a subir previo al monte Partenio,
recuerdo correr y reírme a cada momento, alentaba a los que caminaban en las
subidas, hasta trataba de charlar y de entendernos (mi ingles era pésimo). A
las 17h30 de carrera estaba en el km 159.5, miraba hacia arriba y se veían las
luces rojas que señalizaban el sendero por el cual cruzar el Partenio, a esa
altura de la carrera quedamos pocos y ya estamos dispersos (al menos en el
rango de carrera que me toco ir). Así que lo pasabas solo y debías tomártelo
con calma, la subida es lenta y trabada hasta llegar a la cima para encontrarte
con el CP. Ahí comienzas el descenso (párrafo aparte merece este), piedras sueltas
y bajadas empinadas hacían que sufra, ya que tenía poca experiencia en este
tipo de terrenos.
Salías de la montaña, un poco de descensos
por la ruta y comienza a amanecer, 25hs de carrera y llegando al km 195 (CP60)
donde por error mandé zapatillas y medias, junto a otra ropa. Cambiarme las
medias fue el peor error que cometí, ya que tenía ampollas y estas se hicieron
sentir con el cambio. Pero solo me restaban 50 kilómetros y sabía que, aunque
sea de rodillas, iba a llegar a la meta. El tiempo que ya había ganado (tenía
casi 11hs para hacer esos 50 kilómetros restantes) me permitió que nunca se me
cruce otra cosa por la cabeza que no sea terminar y disfrutar todo el recorrido
que restaba. Sabía que se venían subidas interminables y yo apenas caminaba, ya
que las ampollas estaban localizadas en la planta del pie y al correr me hacían
sufrir horrores. Caminar y pensar como seguir era lo único que podía hacer, fue
ahí cuando descubrí que podía correr y caer apoyando solo el talón
(supervivencia y ganas de seguir se podría decir jaja).
Fueron interminables los últimos kilómetros,
recuerdo las subidas, bajadas cortas y de nuevo subidas; trotando y caminando
como podía, el calor se hacía sentir de nuevo y ya no podía comer casi nada. Tenía
el estómago cerrado, pero igualmente siempre intentaba no descuidar la
hidratación.
La meta estaba cada vez más cerca y yo no
paraba de pensar en todos los meses de preparación, en cada entreno, en cada
cosa que había resignado por ese objetivo que estaba tan cerca. Recuerdo que
las lágrimas me cayeron en el CP70, donde yo había mandado la remera con la
bandera de Argentina. Pero las lágrimas no te permiten correr, había q
sacudirse y seguir. El momento más lindo fue desde la entrada a Esparta, en el
CP 74 (había mandado la foto de mi hija para que llegue conmigo).
En mi mente estaban sus palabras que me
había dicho la última vez que hablamos: “fuerza papá, yo correré contigo”, son
cosas que nos tocan lo más profundo del ser, mirar para adelante y ya los niños
con sus padres en la vereda esperando en bici o corriendo para acompañarte unos
metros. No paraban de alentarte, recuerdo llegar al boulevard y disfrutar de
esos 700 metros de calor humano, escuchar tu nombre y ver a Fabián Campanini,
Fernando Petracci y Manuel Méndez metros antes de visualizar la estatua del Rey
Leónidas. Esos 700 metros finales son algo que guardaré eternamente en mi mente.
Fueron 32h28´ donde disfruté cada segundo,
nada hizo que distraiga mi atención del objetivo y así pude terminar la carrera
pedestre más importante de mi vida. “Nada vuelve a ser lo mismo después de esta
experiencia” (me decían los conocedores) y les puedo asegurar que así fue.
Muchos sueñan y tienen miedo a esta
carrera, yo siempre le guardaré un respeto tremendo como a todas, pero la
actitud con la cual la enfrenté me hizo atesorar momentos hermosos y únicos que
hasta me rio al recordarlos, no me arrepiento de nada, gané experiencia 100%.
Gracias a todos los que me acompañaron y apoyaron, debía escribir la crónica para muchos amigos que me lo pedían y hoy siento que cumplí, ojala me toque estar nuevamente en esa largada y volver a disfrutar de esos hermosos 246km del mítico Spartathlon.
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Es un gran placer para nosotros, en espiritulibre.com.es, contar con la primer crónica de un atleta mexicano en esta carrera. Estamos hablando de Alex Santiago Lopez, quien tiene una corta pero vertiginosa carrera en el mundo del ultrafondo de pista&carretera. Ha participado en el último mundial de 100km, con su país México y por supuesto, en el mítico Spartathlon griego.La historia de Alex merecía ser contada y nos alegra que nos haya elegido para compartirla.
Aquí su historia.
Por: Alex Santiago Lopez.
La aventura como tal empezó hace aproximadamente cinco años,
leyendo un artículo en donde hablaban de la carrera o una de las carreras más
difíciles del mundo llamada Spartathlon. Una ruta, casi en su totalidad, de
asfalto con una pequeña parte de montaña, pero el 98% en su totalidad era asfalto.
Un reto muy pero muy demandante, la carrera comienza desde la base de la
Acrópolis en Atenas y culmina a los pies de la estatura del gran rey Leónidas
en Esparta, 246km de locura pero sobre todo de gran aventura y mucha
adrenalina.
En México la cultura por el ultramaratón o ultradistancia se
confunde, mucha gente cree que simplemente el hecho de superar un maratón o una
carrera de 50km ya nos hace ultramaratonista y para mí, al menos, es una
cuestión que va más allá de la cantidad de kilómetros. La ultradistancia o
ultramaratón de ruta es, a mi entender, una lucha de mente/cuerpo y la sincronización
total de estos dos componentes para poder lidiar con las adversidades. El
poderte conectar y mantener un ritmo por muchas horas, incluso días. Ese es el
verdadero reto y es en mi opinión la esencia del ultramaratón.
Hablar de ultramaratón, en mi país México, siempre lo
asociamos de inmediato con la montaña. En muchas ultras en montaña, los ritmos pueden
ser variados y más pausados. Dos maneras muy diferentes de ver a el ultramaratón,
las dos maneras he experimentado y puedo decir que el ultramaratón de ruta es
una auténtica lucha.
En mi locura por descubrir más de esta fascinante carrera decidí
buscar más información. La inquietud por saber más y más había despertado, había
nacido el deseo por querer buscar una posibilidad de soñar con ser uno de los
pocos mexicanos en lograr esa gran hazaña. Comencé a leer artículos de los
mexicanos, el pionero Luis Guerrero, Frankie Val (Francisco Valenzuela de
Sonora), Iván Gean Dagnino Márquez de Sinaloa y Rubén Barrera. Cuatro mexicanos
en la historia de aquella mítica carrera, sumando a un gran representante en la
actualidad de México, Marco Antonio Zaragoza, actual poseedor de la mejor marca
mexicana y ya con tres finishers en su haber.
Con el deseo de querer formar parte de esos grandes
personajes, pero sobre todo de vivir ese gran sueño. Con el gran reto de culminar
a los pies del gran Leónidas el Spartathlon, decido buscar la manera de como
lograr la marca para poder entrar a el sorteo y así obtener el derecho a estar
ahí . Busco información de cómo poder hacerlo (tiempo para calificar 100km en
menos de diez horas) y me encuentro con el selectivo nacional Silvia Andonie en
Monterrey, Nuevo León, México.
Esa era la única carrera en México avalada por la IAU que me
podía dar el tiempo que requería para poder entrar a el sorteo y así poder
tener una posibilidad de obtener una plaza para el Spartathlon. Ahí fue donde
conocí a Marco por primera vez, hace ya tres años. Fue en esa misma carrera en
donde por tres ocasiones distintas, intente lograr esa marca, quedándome corto
sin poder lograr mi objetivo. En esa última ocasión, en el 2017, me frustre
tanto que ya había decidido retirarme de las carreras. El trabajo de todo un
año se había ido a la borda. El haber conseguido el segundo puesto en el
nacional y quedado a unos minutos de mi objetivo no era suficiente. Pero dicen (me
convenzo cada día más de que es así) que cuando algo es para ti aunque te
quites y cuando no, aunque te pongas. Para mi sorpresa, me hacen la invitación
para formar parte de la selección mexicana de ultradistancia para participar en
el mundial de 100k en Svety Martín Na Muri en Croacia. Tenía que esperar un año
más para mi cita con Leónidas, ya que primero tenía que ir a buscar mi
oportunidad para poder conseguir mi boleto y fuese digno de ello. Tenía que ir
a Croacia a conseguirlo y comenzó la aventura nuevamente, platicándolo con mi
familia y mi fiel apoyo Arturo (de mi partición #ForEverTrail) emprendemos un
plan de acción para poder asistir a el mundial y conseguir a como diera lugar
la tan ansiada marca. Nos ponemos manos a la obra con una serie de rifas para
recaudar los recursos y con la venta de mis botanas. Logramos armar el viaje a
tierras croatas, el objetivo era claro, yo quería ir a el Spartathlon y eso se
había convertido en el sueño de mi vida. No había día que no durmiera y pensara
en poder estar ahí, llegando a los pies del mismo Leónidas .
El 14 de agosto del 2018 jamás lo olvidaré, ese fue el día que
perdí a la que por seis años había sido mi compañera de vida. Un golpe tremendo
para mí a unas semanas de irme a Croacia ya con casi todo listo. Me había
quedado sin nada, literalmente, porque también en días posteriores a su pérdida
se habían metido a robar a la casa y la habían dejado completamente vacía (hasta
se llevaron las cortinas). La tarjeta
bancaria, que ocupe para recaudar todos mis fondos para mi viaje, la habían
vaciado y no tenía ni un solo peso para ir a el evento en Croacia. Ya no tenía
ganas de nada, pero como siempre mis amigos y mi gran apoyo Arturo me dieron el
valor y apoyo que necesite. Y sin ganas de nada, ya no tenía ningún sentido
para mí, me subí a el avión a cumplir con el compromiso. Me sentía tan
comprometido con tantas personas que habían aportado para ese viaje que como
pude, junto con mi gran compañera Fernanda Sandoval (otra seleccionada y mi
inseparable amiga) fuimos a intentar conquistar ese mundial.
Totalmente desecho, el día previo a la carrera decidí cambiar el chip, porque en ese entonces sólo se me iba el tiempo en puro llorar. Con trece kilos menos y con muchos días sin poder dormir un sólo instante me dispuse a enfrentar esos 100km. No puedo decir que di lo mejor posible pero si di lo mejor que pude dar ese día. El 7 de septiembre del 2018 será inolvidable, contra todo y a pesar de todo logré mi marca, en un circuito muy pero muy difícil por las condiciones climáticas. Veía como caían corredores fulminados por el fuerte calor y en esos momentos yo me repetía en mi mente: “Alex si te sientes muy cabrón, ahora es el momento de demostrarlo, sé digno de estar aquí y has que todo valga la pena. No te quiebres cabrón, venga tú puedes”. Le gritaba a mi viejo que está en el cielo cuidándome, desde hace ya muchos años, «padre no me abandones ayudarme por favor, tú sabes cuánto deseo conseguir mi pase para ir allá”.
Mi tiempo final fue 9:28hs y con el conseguí lo que tanto anhelé.
Contra todos los pronósticos lo había logrado, había conseguido mi marca para
poder meter mi solicitud. Mi filosofía había resultado «los sueños son para
cumplirse, cuesten lo que cuesten».
Con el paso de los meses y ya más tranquilo y
psicológicamente más completo, emprendimos el camino. Día a día cobraba más
fuerza, como el sueño que tanto anhelaba. Metí mi solicitud para ver si tenía
la fortuna de ser un mexicano más en la historia del Spartathlon y con el
registro 2537 estaba en la lista de sorteo (el cual se efectuaría el día 6 de
marzo). El día previo del sorteo no pude conciliar el sueño, sabia y algo me
decía que estaría ahí, que el trabajo de mucho tiempo por fin tendría su
recompensa. Y así fue, por la tarde me mandó un mensaje Arturo diciéndome que
lo había conseguido, que había sido uno de los 2 mexicanos seleccionados. No
podía creerlo, pensé que estaba bromeando, no me caía el veinte. Por fin lo
había conseguido, en ese momento no me importo nada más que el saber que lo
había logrado había quedado el listado final, era uno de esos cuatrocientos
corredores (eso aún no lo creo).
Pues manos a la obra, a comenzar los ahorros y la misma
mecánica como cuando el mundial. Las rifas y la venta de las botanas para poder
cubrir la cuota de inscripción y posteriormente el vuelo para Atenas. Pero para
que todo valiera la pena, había que hacer un plan de preparación
exhaustivamente y empezar mi entrenamiento para llegar lo mejor preparado y ser
finisher, ese era el objetivo. Comenzamos a hacer distancia en asfalto, tiradas
largas de 100km, desde indios verdes hasta Pachuca centro, en la laguna de
Zumpango, en un circuito de 20km. Era mi patio trasero, el parque ecológico de
los dinamos, eso sumado a más mis entrenamientos diarios de 19km. Levantarme a
las cuatro de la mañana para sacar mis dos horas de entrenamiento y
posteriormente irme a mi trabajo. Sacrificar mi horario de comida para entrenar
y entrenar, después de una jornada de doce horas de labores, más un trayecto de
tres horas más para llegar hasta casa, dormir un poco y repetir la rutina
diaria. Pero yo era feliz y el objetivo era claro, estar en el Spartathlon. No
iba a ir tan lejos en mi sacrificio para no conseguir ser finisher.
Los meses transcurrieron y como un cavernícola (siempre lo
he dicho), me he ido transformando en lo que soy ahora. Los tutoriales en
YouTube si sirven, aunado a ello conocí a la que ahora es mi apoyo
incondicional, mi compañera, mi especialista en mi nutrición mi nutrióloga y
pareja, Leslye Komukay (#komukaynutricion). Una buena nutrición junto con una
buena preparación es muy importante y da excelentes resultados. Llego también #Runfitnessmx
apoyándome con sus excelentes productos, todo lo necesario para mi preparación.
Me sentía más fuerte cada día y ya no estaba sólo (aunque en realidad, nunca lo
estuve porque forevertrail siempre estaba atento a mis necesidades y
preparación).
Ahí está el comercial muchachos jajaja, comienzo a complementar mi preparación con carreras de larga distancia, la más significativa para mí, fue mis tradicionales 100 millas de villa del cabrón, que ese año se darían en la fecha de mi cumpleaños. Imaginando que por ser así este año sería el bueno pero no fue así, una caída antes del kilómetro treinta me haría una mala jugada y tendría que lidiar con el fuerte dolor durante casi todo el resto de la carrera. Todo raspado y bastante maltratado pude conseguir un 2° lugar y así tener que esperar un año más para intentar lograr el triunfo. Pero el objetivo era claro, cuidarme al máximo, no arriesgar de más y seguir con la preparación. Me quedaba satisfecho con mi resultado.
Entonces llega en el mes de julio y con él mi gran prueba de
fuego, mis primeras 200 millas. Las que fuesen las primeras 200 millas de
México, con el objetivo siempre en mente y con la incógnita de que me depararía.
Cuidándome ya al máximo de una lesión que a estas alturas me pudiese dejara
fuera de mi gran sueño, nos lanzamos a la aventura en el hermoso estado de
Oaxaca México. En un principio dudé mucho en participar pero después de
analizar bien la situación, decidí que la verdad no podía perderme esta primera
edición. Agradeciendo siempre la invitación y el poder estar ahí a el
organizador Jorge Abdala Marín a todos sus colaboradores y todos los oaxaqueños.
Pero sobre todo a aquellos que participaron he hicieron posible esas primeras
200 millas de México. Gracias infinitas, ahí ganamos todos o yo así lo vi. Un
servidor consiguió el segundo lugar, aunque en un lapso de la carrera analice
seguir o detenerme, pero jamás he abandonado una carrera y ahí estuve a nada de
hacerlo. Un fuerte hematoma en mi pie izquierdo en el kilómetro 140 casi me
deja fuera, no quería arriesgar de más, el Spartathlon estaba a la vuelta de la
esquina y una lesión ahí me dejaría fuera y no podría recuperarme. Esa noche vi
tan mal mi pie que solté en llanto, pero me coloque una pomada y le pedí mucho
a mi viejo que me ayudara. Del cansancio me quedé dormido por un par de horas y
cuando desperté mi pie estaba como si nada, lo cual me animo mucho para poder
seguir corriendo y conseguir completar la carrera. Estaba listo, sólo un par de
entrenamientos largos para cerrar preparación y llegar a punto, lo demás se
daría por añadidura pero físicamente estaba listo. Y psicológicamente esos
logros había inyectado lo que necesitaba, confianza en mí y vaya que así fue.
Comencé a contar los días y las horas, estaba muy ansioso
pero sobre todo muy emocionado. Estaba a nada de irme y supe que mi mayor
motivación iría conmigo, mi hijo, iría conmigo. Su abuela le había dado su
regalo de cumpleaños y era el acompañarme a la hazaña. Para mí fue más que un revulsivo,
me sentí muy comprometido y tenía mucho miedo de fallar en algo que era tan
importante para mí. Tenía miedo de que mi retoño estuviera ahí para ver a su
padre, en el que consideraría el mayor de mis fracasos, pero no sería así ya
que su mami también nos acompañaría. Vaya sorpresa para mí, yo sin ningún
problema por ello ya que para mí es alguien importante la mami de mi hijo y el
poder estar con su hijo en algo tan importante para el me llena de felicidad y
así emprendimos el viaje.
La noche del 23 de septiembre salimos del aeropuerto de la
ciudad de México, nuestro destino Atenas, Grecia. Pero antes tendríamos que
hacer una escala de muchas horas en París y con poco presupuesto habría que
adaptarse a las circunstancias. Dormir donde fuese, pues una noche en Paris nos
costaba entre ochenta y cien euros. La patria estaba pobre pero muy feliz de
poder emprender esa aventura, llegamos a París a las dos de la tarde y no
podíamos desperdiciar la oportunidad de estar en ese bello país. Platicando con
Ram y Silvia decidimos salir rápido del aeropuerto hacia la famosa Torre Eiffel,
ya que habíamos brincado el charco que más daba, claro que sin perder nuestro
vuelo a Atenas. Dicen que dios es grande y así lo creo, entre nuestra búsqueda
de rutas en el metro y como movernos, nos encontramos a un grupo de mexicanos
los cuales iban para Israel y estaban haciendo la misma escala que nosotros. Aprovecharían
para salir también de tour y como clásicos mexicanos nos pegamos con ellos y
nos fuimos en su autobús del tour. Muchas gracias al padre, porque era un
sacerdote, que no recuerdo en nombre y a
todo el grupo que nos apoyaron para poder hacer el tour con ellos, por una moda
cantidad muy accesible conocimos París. Ya con el tiempo bien corto regresamos
al aeropuerto y pudimos alcanzar nuestro vuelo para Atenas a tiempo.
Súper felices y muy cansado pero sobre todo hambrientos
porque ahorramos hasta lo mínimo y sólo hacíamos las comidas de los aviones. Llegamos
a Atenas, para nuestra suerte, en el mismo vuelo iban los amigos paraguayos Kari
Molina, Diego Piris y el gran Fabian Duarte el famosísimo YACA, un argentino de
historia en el ultramaratón. De verdad que unos amigos, como se dice aquí en
México, «atodisima madre». A ellos los esperaba Marco Antonio
Zaragoza Campillo y por ende pues nos fuimos todos juntos a Atenas. Ya era la
madrugada y había que descansar ya que ese mismo día, por la tarde, iríamos a
instalarnos al que sería nuestro hotel de concentración en Glyfada. Ya un poco
más descansados decidimos, el contingente mexicano ya con Marco como nuestro
guía (yo la verdad, no sabía ni qué onda) decidimos visitar la Acrópolis, un
relax antes de emprender la aventura no nos caería, nada mal esa tarde de relax
.
Los nervios se apoderaban cada vez más de un servidor, llegaba
la hora de ir al hotel/sede para la delegación mexicana, conformada por sólo tres
integrantes: Iván, Marco y yo. Ver a las otras delegaciones, conformadas por
muchos atletas, era triste pero a la vez muy motivante porque daríamos lo mejor
y verían que estos mexicanos eran poquitos pero bien chingones y también
cabrones. Ya instalados y compartiendo hotel con Irán, Estado Unidos y Japón,
fuimos a recoger los números, le había llegado la hora el novato, ya estaba con
número en mano y con lo que ahora guardo como uno de mis más grandes tesoros,
las memorias del Spartathlon. Libro que sólo le entregan a los que van por
primera vez, la memoria de 37 años de carrera estaba en mis manos y yo muy
emocionado. Con el paso de las horas los nervios eran inminentes, Iván trataba
de calmarme dándome sus recomendaciones y quien más que un experimentado que te
comparta. Me dice: “Te va a ir bien mi Alex, tú eres mi campeón, eres un
«León rasurado», Marco ya se la sabe, pero tú traes todo. Traes lo
más importante, el espíritu y deseo, lo vas a lograr, ya lo verás. Pero algo
muy importante: NO SALGAS CON TODO, RESERVATE porque si no la vas a hacer, ojo
Alex NO TE VAYAS A REVENTAR”
Llego la hora de la charla técnica, la cena y descansar, lo
cual no pude ni un instante, aparte de que estaba súper nervioso, los ronquidos
de Marco no me dejaron (perdón pero tenía que decirlo) Dormía como bebé, pero
roncaba como tráiler frenando con motor en autopista pinche cabrón no me dejo
dormir nadita. Me levante a darme un regaderaso y prepararme con tiempo, no
quería sorpresas. Ya listos el autobús nos esperaba para salir de nuestro hotel
en Glyfada hacia la base de la Acrópolis en Atenas donde iniciaría nuestra
aventura. Para esto ya la familia de Iván, su esposa, su mami y mi hijo y su
mamá Silvia ya estaban esperándonos ahí en la salida con el nervio a tope
porque no podía creer que estuviera ahí cumpliendo mi sueño. No pude llorar de
la emoción, sólo me quedé en shock, fotos y más fotos y mi hijo viéndome a la distancia.
Después se acercaron a desearnos éxito y comenzó la cuenta de 10, 9, 8 ….2, 1.
Alejandro Almirón es un atleta argentino con una carrera corta pero vertiginosa en el mundo del ultrafondo. En su pequeño gigante curriculum figuran carreras como la durísima Brazil 135+, la PT 281+ de Portugal y por supuesto, el mítico Spartathlon griego.
A continuación compartiremos su crónica de la carrera y las mejores imágenes de este atleta en el Spartathlon 2019. Mencionar, también, que Alejandro fue parte de una Legión Argentina de récord, llegando con nueve atletas a los pies del rey Leónidas.
Aquí su historia:
Recuerdo que hace seis años no corría, tenía un poco de
sobrepeso y un aburrido domingo a la tarde, buceando en internet, me encontré
con el Spartathlon. Mientras leía, primero me pareció imposible, quimérica y
luego pensé que los que la corrían serian superhumanos o estaban locos.
Me puse esa vara bien alta sin haber corrido, ni siquiera,
un kilómetro y quizás «algún día” intentaría correrla. Arranqué de cero,
estudié, aprendí, pregunté y me equivoqué, hice todo sin entrenador (considero
que nadie conoce mi cuerpo como yo mismo)
Pasó el tiempo, las marcas, las ultras y este 27 de
setiembre, después de seis años, estaba en la línea de largada, era uno más de
esos locos.
Era una hermosa mañana y correr el Spartathlon por primera
vez hacía que todo fuese sorpresa, asombro. Iba mirando el paisaje como un niño
por la ventana del coche, los kilómetros y el calor no se sintieron al
principio, por lo cual el kilómetro 42 llegó sin sorpresas.
A partir de allí el sol empezó su castigo y los corredores,
de a poco, empezamos a sentirlo. Yo llevaba un control riguroso de ingesta de
sales, geles y carbohidratos que seguí a rajatabla, cada hora. Hoy pienso que
eso fue un acierto.
Pasé a Sandra Rolón en el kilómetro 60 y la noté golpeada
por el calor, vi varios corredores más en la misma situación. Al kilómetro 81
(Corinto) llegué bien, con cuarenta y cinco minutos de margen, estuve unos
minutos en el CP, comí un poco de pasta y salí. Después supe que en ese check
point quedaron muchos corredores. Seguía
pasando corredores, que no se reponían del calor, yo sabía que era una carrera
que te obliga a correr casi todo el tiempo.
Cerca del kilómetro 100 lo veo a German Cordisco que venía
muy lento, le pregunto a Betiana Pintener y me dice que él no había orinado
nunca ( llevábamos casi diez horas de carrera), le di sales, agua, otra vez
sales y no se reponía. Cuando llegamos al control del kilómetro 103 le dije que
no podía seguir así, que pondría en riesgo sus riñones. Lo entendió, no sin
antes, sentarse a llorar al lado de mi equipo. Betiana se quería quedar con él
pero me la llevé casi obligada.
Empezaba a oscurecer y fuimos juntos un buen trecho hasta
que decidí ir más lento de acuerdo a mi plan, en el kilómetro 120 empezó mi
bajón, mareos y descompostura, lo cual hicieron que llegue caminando al check
point. Me senté dentro del coche, creí, en aquel momento, que tuve un bajón de presión,
también tomé reliveran para las náuseas y pasados diez minutos me repuse.
Mas tarde en el kilómetro 150 el sueño empezaba a hacerse
sentir más fuerte, pese a las tazas de café que había tomado. No quería parar,
si bien mantenía una hora de ventaja sobre el corte, me propuse seguir pero,
literalmente, no podía. Daba diez pasos y me iba hacia el medio de la ruta.
«¿Qué hago?» pensé, bajé la cabeza y busqué lo que había escrito en
las puntas de cada una de mis zapatillas: «Juli y Tomi», el nombre de
mis 2 hijos. Solo con mirar sus nombres, sentía que estaban haciendo el
esfuerzo conmigo, fue muy movilizador sentir que los tenía en mis pies, ayudándome.
Así llegué a la base de la montaña donde me pondría abrigo, guantes
y mochila, pero no fue así ya que mi equipo se perdió y no llegó al CP a tiempo.
Subí la montaña como estaba, decidí no pensar en el frio y sólo subir. A la
bajada sufrí una caída fuerte, gracias a dios sobre las nalgas y no sobre un
hueso. Finalmente estaba del otro lado.
La encuentro a Betiana otra vez y fuimos hasta el kilómetro 190
juntos, amaneció y por suerte fue con neblina y sin sol. En el kilómetro 200
comienza una subida grande y veo que Betiana se va quedando, yo decido seguir,
subida, subida y más subida. Faltando treinta kilómetros se fueron todas las
nubes y el sol salió a cobrarse las horas que no estuvo; fue tremendo,
inclemente.
Yo llevaba, todavía, una hora y decidí quedarme más tiempo
en los puestos. Tuve mi segundo bajón, hacía ya muchas horas que no tomaba más
geles y que nada solido me pasada. Sumado al desgaste de las subidas, estaba vacío
de energía; me mojé la cabeza, mastiqué, chupé y escupí las gomitas energéticas
y con eso fui recuperando fuerzas. El último tramo era todo bajada, pero mis cuádriceps
se habían ido de mi cuerpo, hacía ya muchos kilómetros .
Recordé, antes de apagar el teléfono, el último mensaje de
mi hijo de hacia ya, un día y medio: «Tranquilo Papá, todo va a salir
bien», me levanté de la silla, me puse una toalla mojada en la cabeza, la
mente en blanco y a correr.
Decir que fueron interminables, esos kilómetros que
quedaban, es poco. Así como también interminable parecía esa avenida, pero ya
no importaba. Ya no había dolor, no había cansancio.
Me puse la camiseta argentina y con mi equipo al lado disfrutamos de ese paso triunfal con tantas muestras de afecto en las calles, los balcones y los niños. Así fue hasta llegar a esa figura gigante y besar esos pies, levanté la vista y le dije: «Misión cumplida, aquí estoy!”
.
Fotos: web oficial del spartathlon
.
Desde espiritulibre felicitamos a Alejandro por este magnifico logro y esperamos verlo a los pies del rey Leonidas, durante muchos años más!
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Nicolás Kierdelewicz es un atleta argentino que emigró junto a su familia a España. Oriundo de Mar del Plata y siempre vinculado al deporte, este atleta encontró su mayor desafío en los 246km del mítico Spartathlon griego. Nicolas tuvo la suerte de integrar, en aquel año 2013, la primera y original legión argentina en el Spartathlon. Legión que hoy en día sigue conservando el récord de argentinos en meta, en la historia de la carrera, con seis finishers.
Aquí su historia:
Todavía me acuerdo cuando, allá por octubre del 2007, me compré ropa para volver a trotar, haciéndome la fantasía que corría el Spartathlon. Esto mismo pensaba mientras recorría los últimos 40 kilómetros camino a Sparta, mientras los coches tocaban bocina sacando un brazo por la ventanilla, con el puño en alto, en modo de saludo.
Mi Spartathlon empezó a principios del año
2008 con la primera Media Maratón. Todo a partir de ahí lo hice pensando en
esta carrera, si se puede llamar carrera. Mientras pasaban las Maratones y los
entrenamientos kilométricos me fui dando cuenta que si quería completar los 246
kilómetros que unen Atenas con Sparta en menos de 36 horas debía convertir la
acción de trotar en algo totalmente natural. El correr no debía ser una acción
sino un estado. Buscaba constantemente nuevas rutas y caminos similares al
Spartathlon. Corría en carreras que solo me sirvieran para el Sparta. Miraba
videos, fotos, leía crónicas de gente que la había hecho. Intentaba aprender todo
lo que pudiera para que mi entrenamiento sea lo más parecido al camino que
seguiría.
Nos despertamos el gran y esperado día 27
de septiembre a las 4 de la mañana y desayuné en la habitación del hotel con
Patri y Cati, preparando todo lo que iba a necesitar para sobrevivir durante el
próximo día y medio. Me puse la ropa, que la sentía como mi amiga, llegó Nacho
y salimos para la Acrópolis…a la largada del Spartathlon!
Fuimos de los primeros en llegar. La
mañana estaba templada y no había viento. Empezaba a asomar el sol sin poder
esconderse en ninguna nube y sus primeros rayos rojos bañaban el lateral del
Partenón. Que feliz me sentía! No había otro lugar en el mundo donde quisiera
estar. Después de no se cuantas fotos nos disponemos los 350 afortunados en la
línea de salida. Éramos 9 los argentinos que estábamos dispuestos a rendirle
homenaje a ese valeroso rey Leonidas aunque esa no era mi motivación. Algún día
me gustaría que se organizara una carrera similar en Argentina homenajeando a
nuestros valientes como Cabral, San Martín, Belgrano, y tantos otros perdidos
por historias mentirosas.
Siete en punto daba el reloj y largamos. No
estaba nervioso ni ansioso, porque sabía lo que tenía que hacer y sabía lo que
me esperaba. Corrí esta carrera mil veces en mi cabeza. Mi cuerpo y mi mente
estaban muy bien preparados pero la única duda que tenía era si sería capaz de
solucionar todo lo que me viniera. Habría mucho incontrolable que controlar. Inmediatamente
encuentro a Darío Arauz y nos ponemos a correr disfrutando de ese momento tan
especial. Siempre manteniendo el ritmo que me había recomendado Pablo Silguero,
mi entrenador. Estuvimos juntos durante casi 2 horas, después, en un
avituallamiento nos separamos y ya no nos volveríamos a cruzar hasta pasados unos
200 kilómetros. Seguí solo, pero rodeado de corredores de distintas partes del
mundo. Íbamos por una autovía donde los coches pasaban muy rápido y donde
también, había muchas pequeñas capillitas recordando accidentes mortales.
Quería salir rápido de ahí.
No faltó mucho para que tomáramos una
ruta más tranquila que nos llevaría a pasar por un pueblo, creo que Elefsina. Allí
nos recibieron un montón de niños y adolescentes formando una fila y gritando
para que les chocáramos las manos. Este tipo de cosas llenan el alma y me
hicieron ver que la decisión de estar allí había sido la correcta.
A los pocos kilómetros llega mi equipo de
apoyo formado por Patri, Cati y Nacho, sumándose al coche Lili Caserta para
apoyar a Darío. Tener un equipo de apoyo te da la tranquilidad de que no te va
a faltar nunca nada y que podrán solucionarte cosas que no tuviste en cuenta.
También ver una cara familiar (En mi caso, caras muy queridas) cada ciertos
kilómetros es un apoyo con un valor enorme. Después de un rato empezamos a bordear
la costa con un paisaje precioso aunque con subidas y bajadas constantes. Bueno,
en realidad todavía no habíamos tenido un rato de trote en llano; o subíamos o
bajábamos. Era poco más del kilómetro 30 y me sentía genial.
Un rato largo estuvimos por esa bonita
ruta, aunque mantengo que es muy parecida a parte de la ruta de Málaga a
Almería. Realmente no me llamó mucho la atención. A lo lejos vi una subida
bastante larga e inclinada, casi que me puse contento porque la haría caminando…por
fin después de más de 3 horas sin parar de correr. Empecé a subirla a paso
decidido pero intentando no forzar más de la cuenta porque faltaba un montón,
casi ni quería pensarlo. Llegamos al puesto de control y avituallamiento número
12, donde me volví a encontrar a Martín Córdoba para seguir juntos un rato.
Seguimos por esta ruta en donde parecía que ahora las subidas y las bajadas
eran más largas.
Pasamos algunos puestos de control más
para meternos tierra adentro donde el viento empezó a soplar de cara un poco
más fuerte. Para algunos maldición y para otros bendición. A mi me vino genial
porque hacia que los 30 y pico de grados de calor no me afectasen mucho. Seguía
pasando puestos de control llegando al kilómetro 60 del recorrido y la cosa
empezaba a doler. Mi ritmo seguía siendo el planteado para estos primeros e
importantes 81 kilómetros. Ir a 5:45 min/km para que, al parar en cada puesto a
beber y comer, me diera una media de 6 min/km.
Puesto de control 18 y volvimos al mar
por una ruta que nos llevaba a una refinería de petróleo donde el siguiente
puesto sería el kilómetro 70. Mi ritmo había bajado un poco y las piernas
gritaban de dolor. Hacía unos 10 kilómetros que me venia acordando las palabras
de mi entrenador Pablo, donde me decía que siga adelante aunque duela porque
iba a pasar, igual que iba a pasar las buenas sensaciones, y que a Mauro le
había pasado lo mismo por esta parte del recorrido cuando la terminó en el año
2010. Faltaban 10 kilómetros para el primer gran control cruzando el canal de
Corinto. Nada me iba a parar!
Subidas y bajadas constantes no me
facilitaban las cosas pero de a poco me fui recuperando y recuperando, también,
el ritmo. Empecé a sentirme muy bien sabiendo que quedaba poco para cruzar el canal.
Me hacia especial ilusión cruzarlo porque marcaba el final de la primera parte en
la que dividí la carrera y la parte que más me preocupaba.
Encarar una carrera de 246 kilómetros del
tirón es algo que mi cabeza no podía procesar, así que la dividí en 4 sectores
para que al lograr cada uno de estos sectores lo sintiera como un éxito.
El primero, de esos cuatro sectores, era
una carrera de regularidad hasta el puesto de control 22 (kilómetro 81), donde
el reloj era importantísimo y el ritmo abrumador. El segundo era intentar hacer
lo más fácil posible el llegar hasta la base de la montaña en el kilómetro 150.
El tercero era una carrera de montaña donde tendría que subir y bajar ese monte
de 1200m de altura y llegar hasta el punto Nestani donde estaría el otro gran control
(kilómetro 172). Y a partir de allí, el último sector era solamente quería
llegar al kilómetro 202, porque sabía que una vez pasado los 200 kilómetros, nada
me iba a impedir completar los 246,5 kilómetros; tardara lo que tardara.
Sintiendo que quedaba poco, para
completar ese primer sector, me pongo a correr con un griego que tenía varios finishers
en el Spartathlon. Charlando pasaron un par de kilómetros hasta que, a mi
izquierda, veo el canal y más adelante el puente que lo cruzaba. Yeah! No sé
que pasó pero quedé corriendo solo. Paso por un puesto de control justo antes
de llegar y paro a comer. Mientras agarraba cosas esquivé a un atleta que
estaba sentado con la cabeza apoyada en la mesa, algunos segundos después me di
cuenta de que era Gerardo Re. Había comido algo que no le sentó bien y estuvo
vomitando. Le ofrecí todo lo que podía ofrecerle pero no le entraba nada y con
dolor le dejo ahí solo. Llegó el puente y veo a mi equipo con las cámaras de
fotos listos para inmortalizar ese momento. Que alegría, que emoción! Dos kilómetros
más adelante llego al tan ansiado gran control Nº22 (kilómetro 81) con 55
minutos de ventaja sobre el horario de cierre. Perfecto!
Haciéndole caso a Pablo, me hago unos
masajes que me dejan muy bien. El masajista era un fenómeno griego llamado Giorgos
o “George” como lo bauticé. Manos fuertes y toques justos donde los necesitaba.
La valoración de “George” fue muy buena, tenía solamente cargada la parte externa
de mis cuádriceps y el resto estaba bien. Justo al irme del puesto, a los diez
minutos de llegar, veo a Martín y salimos juntos. Esta causalidad sería clave
para mi carrera.
Salimos por un camino lleno de olivares
con muy buena charla, pasando kilómetros y ganando minutos a los horarios de
cierre. Llegamos al puesto de control 26, antiguo Corinto (kilómetro 93) sin
mayor esfuerzo. En este puesto nos podían asistir los chicos así que le pude
meter calorías al cuerpo, unos minutos después seguimos por caminos entre
viñedos, con buen ritmo, buena charla y viendo como caía el sol.
Casi sin sentirlo llega el puesto 29 (kilómetro
102) con la peculiaridad que nos recibieron con una pancarta de bienvenida en
la entrada del pueblo y unos chicos nos pedían autógrafos. Faltaban 15 minutos
para llegar a las 12 horas de carrera.
Pasados diez kilómetros y tres puestos de
control, ya era de noche. Nuestro equipo podía asistirnos nuevamente. Tocaba
abrigarse, meternos calorías y ponernos el frontal, que sería el gran compañero
de las siguientes 12 horas. Seguimos por ese camino oscuro, viendo como luces
lejanas se movían de acá para allá. La compañía de Martín se hacia importante
para sobrellevar esa noche cerrada. Me sentía muy bien aunque la cosa ya se
notaba, pero en mi cabeza no había dudas.
Llegamos al puesto de control 35 y veo el
censor donde teníamos que pasar el chip que actualizaría los datos en la página
web, se me pasó por la cabeza que estaría pensando Pablo y como me gustaría
regalarle el final. No sé si el lo sabrá pero fue y sigue siendo un referente
para mí.
Inmediatamente llegados al puesto de
control vemos a nuestro equipo que nos reciben con sonrisas enormes y mucho
aliento. Me estaba esperando, sobre una mesa, un tazón de fideos con queso. Pasaron
la sopa y un masaje recuperante; ya eran las diez de la noche. Besos a todo el
mundo y a seguir sumando kilómetros.
Veníamos genial y con mucha motivación.
Martín había intentado por dos veces terminar esta carrera y su experiencia me
ayudaba. Me contaba que nunca había tenido estas sensaciones a estas alturas y
me emocionaba de solo pensar llegar los dos juntos a meta. En una de esas
bajadas sentimos un corredor que nos alcanza y era Leo Bugge, otro
experimentado argentino en esto del Spartathlon. A partir de allí, los tres
seguimos adelante. Yo pensaba la suerte que tenía de poder correr con ellos en
esta parte tan delicada de la carrera. Nos comimos otros cinco puestos de
control. Llegaba el puesto 40 y mi equipo estaba listo para darme calorías y
más abrigo. Charlas, fotos y besos para recargar energía y envolvernos en ese
manto negro que solo rompía la luz de nuestro frontal.
En el puesto de control 42 sumariamos 146
kilómetros avisándonos que a partir de ahí empezaríamos con las dos cifras y
descontando kilómetros hasta la meta. Faltaban 100 kilómetros para Leonidas y diez
minutos para las dos de la mañana.
El camino empezó a inclinarse bastante en
diferentes tramos, lo que nos obligaba a caminar para después trotar en las
bajadas. Sin darme cuenta, acababa de terminar la segunda parte de mi carrera y
ya estaba en la base de la montaña con 150 kilómetros en el cuerpo. Pasaron
varios kilómetros más y nos fuimos separando para buscar cada uno su propio
ritmo. Yo seguía sin enterarme que había empezado la montaña porque íbamos
caminando por una ruta de asfalto, aunque serpenteante, era asfalto y yo esperaba
la tierra.
A unos 600m del puesto de control 46 veo
a un atleta caminar en zigzag muy cerquita del barranco y me doy prisa hasta alcanzarlo,
para a ver que le pasaba. Era un atleta japonés que caminaba dormido. Le saludo
y le apoyo la mano en la espalda, en modo empujón, mientras le doy charla hasta
el control en donde se sienta en una silla y allí se queda. Mas adelante me
seguiré cruzando, cada tanto, con este atleta japones hasta llegar a la misma Sparta.
Sigo subiendo, pasando por debajo de una
autopista muy iluminada y dando gracias por poder descansar un poco la vista.
Eran las cuatro de la mañana cuando llego al siguiente punto de control donde
estaban los chicos. Ellos me dicen que empieza el tramo llamado “la escalera”,
unos 2,5 kilómetros de ripio para llegar a los 1200m de altura de la montaña
tan esperada; no lo podía creer! Aunque tenía las piernas reventadas y solo 34
minutos de ventaja sobre el corte, tenía muy buen ánimo. Me tiro, literalmente,
en una camilla a que me den un masaje y para mi sorpresa estaba “George”, el
mismo masajista del kilómetro 81 que me volvió a dejar “casi” como nuevo. Ya no
había mucho más que George pueda hacer.