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Badwater, Relatos, Running, Ultrarunning

LATINOAMERICANOS EN LA BADWATER 135

11 julio, 2023

La Badwater es una carrera de 217km que comienza en el valle de la Muerte, a 85mts por debajo del nivel del mar y siguiendo una carretera pavimentada llega hasta el Mount Whitney, a más de 2500mts de altitud. El tiempo permitido para acabar la carrera es de 60 horas. Según sus organizadores esta es “la carrera a pie más dura del mundo”. Una carrera que ya es un clásico del calendario mundial de ultrafondo, evento disputado en la época más calurosa del año donde la temperatura llega a alcanzar unos 49Cº a la sombra. 

Dejamos dos pequeñas frases del gran Scott Jurek sobre esta dura carrera:

“Cuando llegué al valle de la Muerte, realicé una carrera de entrenamiento que me quemó hasta los pelillos de la nariz. Me sentía como si me estuvieran marcando el cráneo desde dentro con un hierro al rojo vivo”.

“Era una hora antes de medianoche, a 41 abrasadores grados, que asfixiaban hasta el alma”.

Si bien la historia de la Badwater está llena de relatos fantásticos y personajes increíbles, esta vez sólo nos enfocaremos en el desempeño de los atletas latinoamericanos.

Por: Pablo Casal

2003 Sergio Cordeiro, de Brasil fue el primer latinoamericano en completar las 135 millas de Badwater quedando en la 11º con un tiempo de 40:03:44hs.

2004 – El mexicano Adalberto Mendoza queda en 14º con 37:33:10hs.

2006María Lemus de el Salvador logra terminar la carrera y se convierte en la primera mujer latinoamericana en ser finisher de Badwater quedando en la posición 20º con un tiempo de 39:50:24hs. Mario Lacerda de Brasil, también completa la carrera.

2007 – El gran Valmir Nunes gana la carrera con récord del circuito en 22:51:29hs. Récord que perduró durante casi 10 años y fue batido en el pasado 2016. El mexicano Jorge Pacheco logra la 4º posición con 26:41:52hs. Otro mexicano, Adalberto Mendoza, queda en la 11º. Los brasileños Manoel de Jesus Mendes y Mónica Otero también logran completar las 135 millas. Tres brasileños y dos mexicanos finishers, récord!

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Valmir Nunes camino al récord de la prueba en 2007, refrescándose con el

típico rociador de agua que muchos atletas utilizan.

2008 – Por segundo año consecutivo un latino logra vencer en Badwater, el mexicano Jorge Pacheco con 23:20:16hs. 4º mejor marca de la historia de la carrera. Los brasileños Marcio Villa do Amaral y Joao Sacks Prestes, completan también la carrera.

2009 – Nuevamente y por tercera vez consecutiva, un latinoamericano queda en lo más alto de la clasificación! El brasileño Marco Aurelio Martins Farinazzo paró el crono en 23:39:18hs. Ganando así la prueba de ese año. El segundo escalón lo ocupó otro latino, el gran mexicano Oswaldo López en 24:36:07hs y su compatriota Jorge Pacheco con 28:23:16hs llegó en la 6º posición completando un TOP6 con tres latinos! Hecho histórico para la carrera. Sebastiao Guia Neto y Ariovaldo Trindade Branco, ambos de Brasil, también finalizan la prueba.

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Oswaldo Lopez, con la bandera Mexicana en 2009, su primer finisher.

2010 – Este año los mismos 3 atletas de la edición anterior han ocupado la mitad del TOP6 como en 2009. El mexicano Oswaldo López fue 2º con 25:05:38hs. El 4º escalón de la general lo ocupó el brasileño Marco Aurelio Martins Farinazzo con 27:56:10hs. Jorge Pacheco de México quedó en la 6º posición. Este año junto con Marco Aurelio, otros 4 brasileños lograron completar la Badwater, ellos son: Ariovaldo Trindade Branco, Marcio Vallar do Amaral, Wagner Ricca y Mónica Otero. Destacamos que por primera vez un atleta de Bolivia, Iso Yucra-Rivera, logra terminar las 135 millas de la Badwater!

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Pacheco, Farinazzo y Lopez, antes de comenzar la edición 2010. 

2011 – El mexicano Oswaldo López gana Badwater, después de dos 2º puestos consecutivos con una marca de 23:41:40hs. Juan Sánchez, también de México finaliza en el puesto 18º de la clasificación general con 33:09:46hs. María Lemus, quien fue la primera mujer latina en completar la carrera, vuelve a terminar la Badwater y cruza la línea de meta en 40:46:50hs.

2012 Oswaldo López, de México vuelve a subir al podio, este año en un 2º puesto de la clasificación general, cosechando un 1º puesto y tres 2º puestos en sus cuatro participaciones, impresionante! Su marca de este año fue de 23:32:28hs. El brasileño Marco Farinazzo logra un 7º puesto con 27:59:58hs. Juan Sánchez y Julio Cesar Ángel Andrade, ambos de México, consiguen terminar la prueba. Mencionamos que en este 2012, por primera vez en la historia de la carrera, un argentino consigue completar esas 135 millas y no es otro que el gran amigo y ultrafondista, Gerardo Re!

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El argentino y buen amigo, Gerardo Re, junto a su equipo después de terminar la prueba en 2012.

2013 – Una vez más, Oswaldo López de México es el mejor latino clasificado, con un 3º puesto en la clasificación general con 25:27:03hs. Por primera vez, una mujer mexicana logra completar la Badwater, Nahila San Juan Hernandez con 25:27:03hs. Tres brasileños también completar la prueba, ellos son: Carlos Henrique Rufino Gusmao, Eduardo Calisto Silverio y Joilson da Silva Ferreira.

2014 – En la sexta posición encontramos a Juan Carlos Sagastume Bendana de Guatemala, primer atleta de ese país en completar la Badwater. Su tiempo: 27:59:57hs. Los Argentinos Christian Sebastian Colque y Juan Craveri también logran completar la prueba. Brasil consigue tres atletas en la línea de meta: Cristiano Marcelino y las mujeres Simone Valentín Austin y Solane Machado, primera vez que dos féminas latinas lo consiguen! Los mexicanos Julio Cesar Angel Andrade y Francisco Manzanares también completan la carrera. Mencionamos que por primera vez, un atleta de Puerto Rico consigue ser finisher, su nombre: Luigi Dessy.

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Juan Carlos Sagastume Bendana, con la bandera de Guatemala en 2014.

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Simone Valentín Austin de Brasil finisher en 2014.

Solane Machado_2014

Solane Machado de Brasil, segunda mujer latina y brasileña finisher en 2014.

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Crónicas, Relatos, Running, Spartathlon, Ultrarunning

SPARTATHLON 1999 – GERARDO RE

15 febrero, 2015

Si pensamos en aquel año 1999 seguramente recordaremos que muchos estaban enganchados al Grunge de Seattle con Pearl Jam o Nirvana, algunos otros se sorprendían con un rubio cantante de hip-hop llamado Eminem que aparecía en la escena musical; mientras otros tantos esperábamos ansiosos los conciertos de Metallica o Kiss en Argentina y muchos otros miles de argentinos deliraban con el cuarteto cordobés y el Potro Rodrigo. En ese mismo año, Neo decidía si tomarse la píldora azul o la roja, un niño le contaba a Bruce Willis que veía gente muerta y Brad Pitt nos decía que la primera regla del club de la pelea era no hablar del club de la pelea.

Algunos pensaban que al llegar el año 2000 todos los ordenadores explotarían y el mundo tecnológico colapsaría, pero lo que no sabían los argentinos era que lo que estaba por colapsar no eran los ordenadores sino el país entero. 

Igualmente todo esto era irrelevante para dos personas, su mente estaba enfocada en otra cosa, algo por lo que habían entrenado duro durante muchos meses. Algo por lo que estaban a punto de embarcarse en un viaje que muchos de nosotros, por aquella época, ni siquiera sabíamos que existía.

Una carrera al otro lado del mundo, llena de historia y cargada de esa energía que poseen las grandes aventuras. Hasta allí partieron, con mínimos recursos y muy poca información de los peligros a los que iban a enfrentarse. Con un trayecto mucho más duro que el actual, con mucha más dificultad y un calor abrasador, estos dos amigos se enfrentaron al mítico Spartathlon griego.

 

El jueves 23 de septiembre de 1999, Gerardo Re y Julio Kaul estaban a horas de enfrentarse a los 246km del Spartathlon Griego.

 

Por: Gerardo Re

 

Hotel Congo Palace (Lyfada, Atenas, Grecia)

Son las doce de la noche y nadie puede dormir. En la habitación estamos con dos franceses, Georges Le Roch y Rene Heintz, ambos es la segunda vez que vienen y en la anterior edición llegaron los dos. Se acercaba la hora de la competencia y los nervios y la ansiedad dominaban la cálida noche del final del verano griego.

Cuando habíamos logrado conciliar el sueño, a las 3 de la mañana suena el teléfono y saltamos de la cama, atiendo yo y maldigo al periodista del Diario Clarín que llamaba para reportearnos a esa hora, claro en la Argentina, eran las 6 de la tarde, le paso el teléfono a Julio y ni quise mirar a los franceses para que no me maten con la mirada. A las cinco de la mañana, empiezan a sonar los teléfonos de todas las habitaciones, había llegado la hora de levantarse a preparar todo, los franceses ya estaban listos, y yo tratando de entender cómo era posible que cuando mi esposa armó el bolso todo entraba bien y ahora sobraban cosas por todos lados. Guarde la bandera Argentina, la bandera de mi club de futbol favorito: Temperley y la bandera de mi Agrupación: Los Matuastos.

Salimos a la calle y estaban los 3 micros que nos llevarían hasta El Acrópolis, donde está el Partenón, lugar de la largada de la carrera, ya estábamos vestidos y con el número 65, Julio y 66 yo.

Cuando llegamos, bajamos del micro, quedamos parados frente a una imagen que no me voy a olvidar nunca, esa imagen de un monte de olivos, con esa edificación antigua arriba, que había visto en tantos libros, pero ahora la tenía ahí, frente a mí, con toda su majestuosidad y su historia. Pero era el momento de la competencia y había que tomar todas las precauciones del caso, ya tendríamos tiempo después para conocer.

 

La Acrópolis (El Partenon)

Muchos llevaban mochilas, cantimploras en la cintura, algunos japoneses tenían sus piernas cubiertas de tiras en forma de cinta adhesiva. Nosotros habíamos optado por llevar riñoneras, en la cual teníamos vaselina, Supradyn magnesio, Bayaspirinas, aguja para ampollas, curitas, cinta adhesiva, protector solar y un anti-inflamatorio. En cuanto a la vestimenta, Julio corrió con ropa clásica y yo me puse calzas por posibles paspaduras y me hice una especie de toga elástica debajo del gorro, que hoy después de la carrera, creo fue la mejor idea que tuve. A las 6:50 horas empiezan a avisarnos que nos preparemos para la largada y yo estaba con una sensación de diarrea que me mataba, pero fui al baño, que eran los olivares del Partenón y no pude.

Ya no había tiempo, los doscientos veintiocho corredores estábamos listos y a las siete en punto se larga la odisea por las calles de Atenas, me he dado cuenta que en las ciudades capitales del mundo, los automovilistas son todos iguales, si nos podían pasar por arriba, lo hacían, pero por suerte enseguida que salimos de Atenas, y se solucionó ese problema.

Los primeros 80 kilómetros fueron de una belleza incomparable, salimos atrás de todo con una única cosa en mente: llegar dentro del límite de 36 horas y tratar de disfrutar al máximo de la experiencia. Todo ese primer contacto con Grecia fue por un camino lateral a la autopista principal, que la teníamos siempre a la derecha y unos 50 o 60 metros hacia arriba, y del lado de la izquierda veíamos el azul más hermoso, una serenidad nunca vista y la transparencia del Mar Egeo, en el cual y no sé por qué razón hemos visto una cantidad muy grande de buzos en el recorrido. La temperatura era muy alta, pero los puestos de abastecimiento estaban muy bien surtidos, había bebidas de todo tipo, frutas, miel, galletitas, quesos, sopa, café, té y mil cosas más que ni me acuerdo, otro de los grandes aciertos que tuvimos fue que en cada uno de ellos tomamos y comimos algo, aunque sea un bocadito muy chiquito.

Mientras tanto y sin darnos cuenta, nuestro ritmo era un poco más rápido que el resto, recuerdo como anécdota, que había un hombre de aproximadamente 48 a 50 años, inglés, que el día que nos conocimos, cuando le dijimos que éramos de Argentina, siempre nos esquivó y no nos dirigió más la palabra, y en el kilómetro 50 lo alcanzamos y lo pasamos, nos grita !He Argentine, bravo, Argentine! y nos dimos vuelta al unísono y le dijimos con una sonrisa muy grande !Anda a la p… que te pario!, no sé si nos entendió, pero nos salió del alma. Casi llegando al kilómetro 81 estaba el primer puesto de control importante, pero antes había que pasar por el Canal de Corinto, por un puente de chapa a una altura que casi no podría explicarlo, tal es así que cuando estábamos arriba del puente le pido a Julio que me espere, porque quería ver aunque sea por un segundo ese imponente canal hecho en plena zona montañosa, para probar la altura, dejo caer un chorro de agua y esta jamás llegó a tocar el fondo, se desarmó antes de llegar.

Llegamos al puesto de control y había comida de todos los colores y culturas, pero el calor y el cansancio te quitan el hambre y comimos muy poquitos fideos, en ese momento un corredor italiano que había abandonado nos dice que ya eran 40 los abandonos por la temperatura y que tratemos de correr con cuidado que íbamos bien, a esa altura estábamos en el puesto 70 aproximadamente y llevábamos 40 minutos de ventaja con respecto al tiempo de cierre de los puestos y eso nos daba tranquilidad.

Al salir de ese puesto comienza el recorrido por la campiña griega, plantaciones de todo tipo pero predominando los olivares. Los puestos a esta altura, ya eran los centros de pueblitos pequeños, la mayoría sobre la montaña, todos eran muy parecidos, cuando entrabas por calles angostas, no veías a nadie, parecían deshabitados, pero cuando llegabas a la plaza central estaban todos esperándote, alentándote, era muy emotivo, algunos te pedían autógrafos, es que para ellos está arraigado en su cultura y te hacen sentir como el corredor más importante del planeta. Un par de kilómetros antes de uno de los pueblos, un chiquito se acerca en bicicleta y pregunta ¿Where you come from? y levantó la mano, entonces respondiéndole que éramos de Argentina le golpeo la palma de su mano, y se fue muy contento para el pueblo en donde, cuando llegamos, se había formado una cola larguísima de chicos, para que le palmeáramos las manos, fue muy divertido y duró aproximadamente 4 pueblos, esa costumbre. En uno de ellos fuimos recibidos por una niña de 10 a 12 años que vestida de una túnica antigua, nos entregaba una rosa, que todavía hoy la tengo guardada. Cuando cae la noche nos agarra en plena zona montañosa, a Julio se le empieza a hinchar el tobillo y nos empezamos a preocupar por su posible abandono, le doy un anti-inflamatorio con mucho miedo de que le pueda hacer un efecto contrario al que buscábamos, pero a esa altura daba lo mismo, para colmo de males, el piso era de un ripio grueso y todo el esfuerzo caía sobre los tobillos, por suerte se le calmo el dolor y pudo seguir.

Muchas veces durante la noche, veníamos corriendo concentrados en la oscuridad de la montaña y de entre los matorrales se escuchaba la palabra !Poto! Y el flash de una máquina de fotos nos enceguecía por unos instantes, eran los japoneses que acompañaban la carrera, filmaron y fotografiaron todo lo que se les cruzó por el camino y como a esa altura seguíamos ascendiendo puestos, habíamos pasado de ser los bichos raros, a ser creo, los más alentados, es que ya estábamos en el puesto 20 aproximadamente, y eso nos alentaba a seguir esperando lo que era, en los planos de la carrera, la subida más dura, que llegaría en el kilómetro 163.

En un momento de la noche cuando mirábamos a lo lejos, las siluetas de las montañas, veíamos que había una que tenía a lo largo y en forma uniforme, luces que se apagaban y prendían, y recuerdo que le decía a Julio qué diablos seria eso, lo que nunca nos imaginamos que iba a ser tan duro averiguarlo. Dentro de los pueblos, para saber el camino que teníamos que hacer en la oscuridad, estaban dibujadas en el piso unas flechas blancas, por desgracia, en la mayoría de ellos, la plaza estaba en lo más alto del pueblo y se hacía duro tener que subir hasta ese lugar.

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